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lunes, 13 de agosto de 2018

Picasso - Dalí





La mina del jardín de los pavos reales (6)

Tal como pensaba, al llegar a casa, no me resultó difícil distraer a Falak Ara. Incluso me divertí contándole que su mina se había negado a tomar un jarabe muy amargo por lo que se vieron obligados a preparar una medicina dulce expresamente para ella.
-Y cuando le dieron potaje de lentejas para comer -le conté-, ella dijo que no comía potaje de lentejas, y el médico le preguntó qué era entonces lo que ella comía.
-Y seguro que respondió: « Yo tomo jalebis y fresas»-, me interrumpió Falak Ara.
-Exacto -le dije-. Y el médico no la entendía, ya que, el pobre, es inglés, así que me empezó a preguntar: «Mister Kale Khan, ¿que son los jalebis?»
Falak Ara se empezó a reír a carcajadas. Cogió la jaula vacía y empezó a repetir «¿Qué son los jalebis?», y estuvo riéndose durante mucho rato. Estuve contándole historias del hospital y de su mina hasta el anochecer.
En cuanto se quedó dormida, me levanté, cogí la jaula con todos sus adornos y la metí en un armario de una habitación. Quería que Falak Ara se olvidara totalmente de su mina.
Cuando se levantó por la mañana estuvo en silencio. Al cabo de un rato lo único que me dijo fue:
-Papá, ¿se pondrá buena mi mina?
-¡Claro que se pondrá buena! -le respondí-, pero hija, no hay que hablar mucho de los enfermos porque eso hace que empeoren.
Después de eso ni siquiera me preguntó dónde estaba la jaula de su mina.
Mientras estaba buscando ideas para distraerla, llamaron a la puerta y fui a abrir. Era uno de los hombres del Daroga Nabi Bakhsh.
-¿Ocurre algo, Muharram Ali?
-El Daroga Sahab me envía para decirle que se presente usted hoy por la mañana ya que Su Majestad el Sultán va a visitar el jardín -me dijo.
-¿Hoy? -le pregunté con asombro-. Si hace dos días...
-Están adiestrando a los pájaros -dijo Muharram Ali-, de modo que quiere oírlos...
-Muy bien, pues ve yendo tú primero.
Me cambié de ropa rápidamente. Al salir le dije a la madre de Jumarati que se quedara en casa con Falak Ara, y después fui corriendo al Jardín de los Pavos Reales. Durante el camino me felicité varias veces a mí mismo por haber devuelto a la mina a su jaula.
Aquel día, habían colocado frente a la Jaula Maravillosa un pequeño palio hecho con unos postes de plata cincelada con dibujos, cubiertos por una tela de satén verde con ribetes de oro. El Daroga estaba al lado de la jaula rodeado de muchos otros sirvientes. En medio de ellos estaba sentado el viejo Mir Daud, tan tieso que parecía que él fuera el Badshah y nosotros sus súbditos. Las anécdotas acerca de su carácter quisquilloso y arrogante eran famosas en todo Lucknow, aunque todo el mundo coincidía en que no había nadie como él adiestrando pájaros.
-Kale Khan -me dijo el Daroga en cuanto me vio-, date prisa, ocúpate de la jaula...
Con gran rapidez, limpié el suelo de la jaula, pulvericé agua sobre las plantas, recogí las hojas y las flores caídas, y justo cuando salí de la jaula, comenzaron a sonar en el jilokhana del palacio los shehnais y los atabales. Todos nosotros nos pusimos en pie y permanecimos atentos, y en ese momento se oyó la voz de Mir Daud:
-Lo vuelvo a repetir: que a nadie se le ocurra decir una sola palabra en medio de la lección porque los pájaros se asustarán.
El Daroga le dijo con cierto tono de enfado:
-Mir Sahab, ya lo ha dicho usted una vez. ¿Acaso hay alguien al que se le ocurra abrir la boca delante del Badshah? A pesar de ello, usted no hace más que repetir lo mismo.
Como respuesta, Mir Sahab con gran templanza, puso el dedo sobre el pecho del Daroga y le dijo:
-Que a nadie se le ocurra decir una sola palabra en medio de la lección porque los pájaros se asustarán.
-¡Ya está bien, Mir Daud! -dijo el Daroga con tono de irritación-. ¡Se repite usted más que un loro!
Mir Sahab, un poco nervioso, estaba a punto de decir algo, pero justo en ese momento vimos que comenzaba a aproximarse el cortejo real. Todos nosotros estábamos de pie en dos filas a las puertas del Jardín de los Pavos Reales. Al cabo de un rato el cortejo llegó a la puerta. Ese día, junto al Badshah, además del visir y de otros cortesanos, también había algunos oficiales ingleses de La Residencia. El Huzur-el-Alam les mostró cada una de las partes de la jaula. A continuación, el Badshah le dijo algo en voz baja e hizo una señal con los ojos a Mir Daud. Éste presentó sus respetos y se acercó a la jaula. Dio un silbido y todas las minas que estaban volando por la jaula se acercaron a él, se posaron en los columpios y en las perchas, y empezaron a piar muy fuerte. Mir Sahab hinchó los carrillos, y después expulsó el aire de tal modo que empezó a emitir un extraño sonido. Al cabo de unos instantes todas las minas se quedaron en silencio. Después todas sus gargantas se hincharon y dijeron al unísono:

-Larga vida al Rey Akhtar, Amado del Universo, 
Suleiman de los Tiempos, Gran Sultán del Universo.

Cada una de las palabras sonaba con tal nitidez que me quedé asombrado. Parecía completamente como si se hubiera reunido un coro y estuviera entonando un himno de bienvenida. Las minas repitieron dos veces esos versos. A continuación se callaron todas a la vez, y después, con una voz fuerte y masculina, dijeron en inglés:

-Welcome to the Peacock Garden! [¡Bienvenidos al Jardín de los Pavos Reales!]

(Sigue)