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martes, 31 de marzo de 2020

Japón

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Japón




Vidas paralelas - Cicerón

VI. Sucedió en aquella sazón que a muchos de los jóvenes más principales y de las primeras familias se les hizo cargo de insubordinación y falta de valor en la guerra, y habiendo sido remitidos al tribunal del pretor de Sicilia, Cicerón defendió brillantemente su causa y los sacó libres. Venía muy engreído con esto a Roma, y le sucedió una cosa graciosa y muy para reír, que él mismo cuenta; porque habiéndose encontrado en la Campania con un ciudadano de los más principales, a quien tenía por amigo, le preguntó qué se decía entre los romanos de sus hechos y cómo se pensaba acerca de ellos, pareciéndole que toda la ciudad había de estar llena de su nombre y de la gloria de sus hazañas; y aquél le respondió fríamente: «¿Pues dónde has estado este tiempo, Cicerón?» 

XXV. Elogiando a Marco Craso en la tribuna con grande aplauso del pueblo, al cabo de algunos días le maltrató en el mismo sitio; y como aquél dijese: «¿Pues no me alabaste poco ha?» «Sí -repuso-; pero fue para ejercitar la elocuencia en un tema ingrato.» 

Foción

VIII. Así es que, habiéndose leído un día un oráculo de Delfos en el que se decía que estando de acuerdo todos los demás atenienses, uno solo pensaba de distinto modo que la ciudad, se adelantó Foción y dijo que no se molestaran, porque él era el que se buscaba; pues que a él solo no le agradaba nada de cuanto hacían; y en una ocasión, como habiendo expuesto ante el pueblo su dictamen encontrase aprobación y viese que todos uniformemente admitían sus razones, se volvió a sus amigos diciendo: «¡Si habré yo dicho, sin advertirlo, algún desatino!»

IX. En otra ocasión no querían litigar con los beocios por cierto territorio, sino hacerles la guerra; y Foción les aconsejó que contendieran con razones, en lo que eran superiores, y no con las armas, en lo que podían menos. Hablaba una vez al pueblo, y como no atendiesen ni quisiesen oírle, «Podréis -les dijo- violentarme a que haga lo que no quiero; pero a que contra mi parecer diga lo que no conviene, no podréis forzarme jamás». De los oradores que se le oponían en política era uno Demóstenes; y diciéndole éste un día: «Los atenienses te quitarán la vida», Foción le respondió: «Me la quitarán a mí si están locos y a ti si están cuerdos.» 

Catón

IV. ...a uno de sus amigos que le dijo: «Se habla, Catón, y se murmura de tu silencio.» «Muy bien -le respondió-, como no se murmure de mi conducta; porque yo empezaré a hablar cuando no haya de decir nada que fuera mejor no haberlo dicho.»

LXX. Mas luego que salió Butas, desenvainando la espada, se la pasó por debajo del pecho, y no habiendo, tenido la mano bastante fuerza por la hinchazón, no pereció al golpe, sino que cayó de la cama medio moribundo e hizo ruido, por haber derribado una caja de instrumentos geométricos que estaba inmediata; con lo cual, habiéndolo sentido los esclavos, empezaron a gritar, y acudieron inmediatamente el hijo y los amigos. Viéndole bañado en sangre y que tenía fuera las entrañas, pero aún con vida y mirándolos, todos se conmovieron terriblemente, y el médico, que también había entrado, como las entrañas estuviesen ilesas, procuró reducirlas y coser la herida; pero luego que Catón volvió del desmayo y recobró el sentido, apartó de sí al médico, se rasgó otra vez la herida con las manos, y despedazándose las entrañas, falleció.

Plutarco



¡¡¡ 95 años, felicidades, mamá !!!

domingo, 29 de marzo de 2020

Catedral de Palencia - La Bella Reconocida

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Catedral de Palencia - La Bella Reconocida


Vidas paralelas - Solón

V. Dícese también que Anacarsis, habiéndose encontrado en una junta pública, se había maravillado de que entre los griegos el hablar es la parte de los sabios, y el decidir la de los necios.

XVII. Lo primero que hizo fue abolir las leyes de Draconte, a excepción solamente de la de los homicidios, todas por la dureza y magnitud de las penas, porque para casi todos los delitos no impuso más que sola una pena: la muerte; de manera que los convictos de holgazanería debían morir, y los que hurtasen hortalizas o frutas debían sufrir el mismo castigo que los sacrílegos o los homicidas. Por esto se celebró después el dicho de Demades, de que Draconte había escrito sus leyes con sangre, no con tinta; y el mismo Draconte, preguntado, según se dice, por qué había impuesto a casi todas las faltas la pena de muerte, había respondido: «que las pequeñas las había creído dignas de este castigo, y ya no había encontrado otro mayor para las más graves».

XVIII... Preguntado, a lo que parece, cuál era la ciudad mejor regida: «Aquella -respondió- en que persiguen a los insolentes, no menos que los ofendidos, los que no han recibido ofensa.»

XX. De las demás leyes de Solón es, sobre todo, singular y extraña la que disponía que fuese inhabilitado el que en una sedición no hubiera sido de ninguno de los dos partidos. Era su objeto, según parece, que ninguno fuese indiferente o insensible a las cosas públicas, poniendo en seguridad las suyas propias y lisonjeándose de no padecer y sufrir con la patria, sino que desde luego se agregara a los que sostuvieran la mejor y más justa causa, y les diera auxilio, corriendo riesgo a su lado, en lugar de esperar tranquilamente a ver quién vencía.
Absurda y ridícula parece también la ley que da facultad a la huérfana que heredaba, si el que era su dueño y marido según la ley había antes caído en impotencia, de ayuntarse con los parientes más próximos de éste. Hay quien diga que es justa la disposición contra los que, no estando para casarse, se unen, sin embargo, en matrimonio con estas huérfanas, llevados del deseo de enriquecer, excusándose con la ley para hacer violencia a la Naturaleza; porque viendo que a la huérfana le era permitido ayuntarse con quien quisiera, o se desistirían de aquel matrimonio, o con vergüenza vivirían en él, pagando la pena de su codicia y liviandad; siendo asimismo muy bien dispuesto que no con cualquiera, sino con un pariente se ayuntase la huérfana, para que los hijos fuesen al menos de la misma casa y linaje. Hace al mismo propósito el que la novia, al ser encerrada con el novio, hubiese antes comido un membrillo, y el haber de pagar tres veces cada mes el débito a la huérfana heredera el que casaba con ella; pues aun cuando no tuviesen hijos, era ésta una prueba del honor y cariño con que debe ser tratada una mujer de conducta, siendo muy propia para disipar disgustos de una y otra parte, y para no dar lugar a que con las riñas se enajenaran del todo los ánimos.
En cuanto a los demás matrimonios quitó las dotes, mandando que la que casaba llevase tres vestidos y algunas alhajas de poco valor, y nada más, porque no quería que el matrimonio fuese lucrativo o venal, sino que fuese una sociedad del hombre y la mujer fundada precisamente en el deseo de la procreación, en el cariño y en la benevolencia. Por eso Dionisio, pidiéndole su madre que la diera en matrimonio a uno de los ciudadanos, le respondió que, siendo tirano, estaba en su poder violentar las leyes de la ciudad; pero no las de la Naturaleza, concertando matrimonios fuera de la edad. Y en las repúblicas no se habría de tolerar semejante desorden, ni verse con indiferencia tales reuniones desiguales y desamoradas, en que nada hay del objeto y fin del matrimonio; antes al anciano que quiera enlazarse con una mocita, le aplicará muy bien cualquiera magistrado o legislador de buen gusto lo que se dijo a Filoctetes:
¡Bueno estás, desgraciado, para bodas!
Y si se halla en la alcoba de una vieja rica a un joven engordado como perdiz en jaula, lo llevará de allí a los brazos de una mocita casadera. Mas baste lo dicho en este punto.

XXI. Es celebrada asimismo aquella ley de Solón que prohibía hablar mal de un muerto, porque es muy debido reputar por sagrados a los difuntos, justo no insultar a los que ya no existen, y conveniente que las enemistades no se hagan eternas. Respecto de los vivos prohibió las injurias de palabra en los templos, en los juicios, en los locales de las magistraturas, y mientras se asistía a los juegos; ordenando que al particular se le pagasen de multa tres dracmas y dos al erario, público. Porque el no reprimir en ninguna ocasión la ira es de hombre intemperante y sin educación; pero el reprimirla siempre muy dificultoso, y para algunos imposible, y las leyes deben hacerse sobre lo posible, si se quiere castigar a pocos con fruto y no a muchos inútilmente.

XXV. Porque, como dijo él mismo, «en las cosas grandes es muy difícil agradar a todos»; por tanto, tomando por pretexto el trafico de mar para un viaje, se hizo a la vela, habiendo pedido a los atenienses se le permitiera ausentarse por diez años, con la esperanza de que en este tiempo ya se les habrían hecho familiares sus leyes.

XXXI. Envejezco, aprendiendo cada día.

Plutarco

viernes, 27 de marzo de 2020

Bibliotecas municipales de Burgos


Vidas paralelas - Rómulo

IV. Había allí cerca un cabrahigo, al que llamaban Ruminal, o por Rómulo, como opinan los más, o por los rumiantes que al mediodía sesteaban a su sombra, o justamente por la lactancia de los niños, porque los antiguos a la teta le decían ruma, y a cierta diosa que creen preside a la crianza de los niños le llaman Rumilia, y le hacen sacrificio abstemio, libándose sobre las víctimas con leche. Estando, pues, allí expuestos los niños, cuentan que una loba les daba de mamar, y que un picoverde los alimentaba también y defendía. Estos dos animales se tienen por consagrados a Marte, y los latinos los tienen en gran veneración y honor, sobre todo al picoverde; por lo que la madre de los niños, que decía haberlos tenido de Marte, se concilió gran fe; bien que se dice haberle venido este error de que el mismo Amulio, en traje de guerrero, la violentó y desfloró. Otros sospechan que el nombre de la nutriz, por su anfibología, fue el que dio ocasión y asidero a esta fábula, porque los latinos llamaban lobas, de esta especie de fieras, a las hembras, y de las mujeres, a las que eran malas de sus cuerpos, y tal parece que era la mujer de Féstulo, que crió a estos dos infantes, llamada Aca Larencia. Hácenle sacrificios los romanos y libaciones en el mes de abril el sacerdote de Marte, dándose a la misma fiesta el nombre de Larentalias.

XIV. En el cuarto mes después de la fundación se verificó, como Fabio refiere, el arrojo del rapto de las mujeres. Dicen algunos que el mismo Rómulo, siendo belicoso por índole, convencido además por ciertos oráculos de que el hado destinaba a Roma, para hacerse grande, criada y mantenida con la guerra, se propuso usar de violencia contra los sabinos; como que no robaron más que solas treinta doncellas, lo que más era de quien buscaba guerra que casamientos; pero esto no parece acertado, sino que, viendo que la ciudad en brevísimo tiempo se había llenado de habitantes, pocos de los cuales eran casados, y que los más siendo advenedizos, gente pobre y oscura, de quienes no se hacía cuenta, no ofrecían seguridad de permanecer; y contando con que para con los mismos sabinos este insulto se había de convertir en un principio de afinidad y reunión por medio de las mujeres, cuyos ánimos se ganarían, lo puso por obra en este modo: hizo antes correr la voz de que había encontrado el ara de un dios que estaba escondida debajo de tierra: llamábanle al dios Conso, o por presidir al Consejo, porque aún ahora al Cuerpo de consejeros llaman Consilium y cónsules a los primeros magistrados como previsores; o por ser Neptuno Ecuestre, porque el ara está hoy en el Circo Máximo siempre cubierta y sólo se manifiesta en los juegos ecuestres; mas otros quieren que esto precisamente sea porque siendo de suyo el Consejo secreto e incomunicable, no sin justa razón un ara de este dios estaba escondida debajo de tierra. Luego que la encontró dispuso Rómulo con esta causa un solemne sacrificio, y combates y espectáculos con general convocación; concurrió gran gentío, y Rómulo estaba sentado con los principales, adornado con manto de púrpura. Era la señal para el momento de la ejecución levantarse, abrirse el manto y volver a cubrirse; y había muchos con armas que aguardaban la señal.
Dada ésta, desnudaron las espadas, y acometiendo con gritería, robaron las doncellas de los sabinos; y como éstos huyesen, los dejaron ir sin perseguirlos.
En cuanto al número de las robadas, unos dicen que no fueron más que treinta, de las que tomaron nombre las curias; Valerio de Ancio, que quinientas veintisiete; pero Juba, que fueron seiscientas ochenta y tres doncellas. La mejor apología de Rómulo es que no fue robada ninguna casada, sino sola Hersilia por equivocación; probándose con esto que no por afrenta o injuria cometieron el rapto, sino con la mira de mezclar y confundir los pueblos en el fortísimo deudo de la sangre. De Hersilia dicen unos que casó con Hostilio, varón muy distinguido entre los romanos; y otros que casó con el mismo Rómulo, a quien dio hijos: una sola hija, llamada prima por el orden de nacer, y un hijo solo, al que dio el nombre de Aolio, en alusión a los muchos ciudadanos que se habían congregado bajo su mando; pero después le llamaron Abilio. Es esta narración de Zenódoto de Trezén; pero hay muchos que la contradicen.

XVI. Eran los sabinos en gran número y muy guerreros, y habitaban pueblos abiertos, convencidos de que el ser magnánimos y no tener miedo convenía a unos hombres que eran colonia de los lacedemonios; mas con todo, viéndose ligados por rehenes preciosos y temiendo por sus hijas, enviaron embajadores a Rómulo con proposiciones equitativas y moderadas, que volviéndoles las doncellas y dando satisfacción por el acto de violencia, después, pacíficamente y con justas condiciones, entablarían para ambos pueblos amistad y comunicación. No viniendo Rómulo en entregar las doncellas, aunque también convidaba a los sabinos a aceptar la alianza, todos los demás tomaban tiempo para deliberar y prepararse, pero Acrón, rey de los ceninetas, hombre alentado y diestro en las cosas de guerra, concibió desde luego sospechas con los primeros arrojos de Rómulo, y juzgando después que el hecho del rapto de las mujeres, sobre dar que temer a todos, no era para sufrido si se dejaba sin castigo, declaró al punto la guerra, y con grandes fuerzas marchó contra Rómulo, y éste contra él. Luego que estuvieron en presencia y se hubieron mirado de arriba abajo, se provocaron mutuamente a singular combate, permaneciendo tranquilos sobre las armas los ejércitos. Hizo voto Rómulo de que si vencía y derribaba a su contrario llevaría en ofrenda a Júpiter sus armas; vencióle, en efecto, y derribóle, desbaratando después en batalla su ejército. Tomó también la ciudad, y ninguna otra condición dura impuso a los vencidos sino que derribasen sus casas y le siguiesen a Roma, donde serían ciudadanos con entera igualdad de derechos. Nada hubo, pues, que más contribuyese al aumento de Roma, la cual siempre adoptó e incorporó en su seno a los pueblos sojuzgados.
Rómulo, para hacer su voto más grato a Júpiter y más majestuoso a los ojos de sus ciudadanos, tendió la vista por el sitio de los reales y echó al suelo la encina más robusta, diole la forma de trofeo y fue poniendo pendientes de él, con orden, cada una de las armas de Acrón; ciñóse la túnica y coronóse de laurel la cabeza poblada de cabello; tomó luego en la diestra el trofeo, y apoyándole en el hombro le llevó enhiesto, dando el tono de un canto de victoria al ejército que en orden le seguía, y en esta forma fue recibido de los ciudadanos con admiración y regocijo. Esta pompa fue el principio y tipo de los siguientes triunfos, y al trofeo se dio el nombre de voto a Júpiter Feretrio, porque los romanos al lastimar a los contrarios le llaman ferire, y Rómulo había pedido a Júpiter que lastimase y derribase a su contrario; y opimos dice Varrón llamarse los despojos, porque también a la hacienda le dicen opem; pero mejor se derivaría en mi concepto de la acción, porque a lo que se hace con trabajo le llaman opus. Y fue prez de valor para el general que por su persona dio muerte al otro general la dedicación de los opimos; dicha que sólo cupo a tres generales romanos, siendo el primero Rómulo, que derribó muerto al cenineta Acrón; el segundo, Cornelio Coso, que dio muerte a Tolumato el etrusco, y el último, Claudio Marcelo, que venció a Britomarto, rey de los galos. De éstos, Coso y Marcelo hicieron ya su entrada con tiro de caballos, llevando ellos mismos sus trofeos; pero de Rómulo no tiene razón Dionisio en decir que usó de carroza, pues la opinión más recibida es que fue Tarquino, hijo de Demarato, el primero de los reyes que introdujo en los triunfos aquel aparato y pompa, aunque otros dicen que fue Publícola el primero que triunfó en carroza; mas en cuanto a Rómulo, todas las estatuas suyas que se ven en Roma en actitud de triunfo son pedestres.
XVII. Después del cautiverio de los ceninetas, cuando todavía los demás sabinos hacían preparativos, se declararon contra los romanos los de Fidenas, de Crustumerio y Antemnas, y dada una batalla, siendo de la misma manera derrotados, hubieron de  dejar que por los romanos fuesen tomadas sus ciudades, divididos sus campos y ellos mismos trasladados a Roma. Rómulo entonces todo el restante terreno lo repartió a los ciudadanos; pero el que poseían los padres de las doncellas robadas lo dejó en su poder.
Llevándolo a mal los demás sabinos, y nombrando por su general a Tacio, se vinieron sobre Roma. No era fácil aproximarse a ella, teniendo por antemural el que ahora es Capitolio, donde se había construido un fuerte, en el que mandaba Tarpeyo, y no la doncella Tarpeya, como pretenden algunos, dando una mala idea del talento de Rómulo. Era, sin embargo, Tarpeya hija del gobernador, la cual entregó, por traición, el fuerte a los sabinos, deslumbrada con los brazaletes de oro de que los vio adornados; así pidió por premio de su traición lo que llevasen todos en el brazo izquierdo; y otorgado así por Tacio, abriéndoles a la noche una puerta, dio entrada a los sabinos. No fue, pues, Antígono, según parece, el único que dijo que le gustaban los traidores mientras lo eran; pero después de serlo los aborrecía: o César a quien se atribuye haber expresado, con ocasión del tracio Remetalces, que le gustaba la traición, pero aborrecía al traidor, sino que ésta es una aversión general hacia los malos de todos los que tienen que valerse de ellos, como sucede cuando se necesita la ponzoña o la hiel de algunas fieras, porque gustando del beneficio cuando se recibe, se aborrece la maldad después de disfrutado. Esto mismo sucedió entonces a Tacio con Tarpeya, porque mandó a todos los sabinos que tuviesen en memoria lo convenido con aquélla y ninguno la defraudase de lo que llevaran en el brazo izquierdo, Y él fue el primero que al tiempo de caerse el brazalete dejó también caer el escudo, y haciendo lo mismo todos, cargada de oro y abrumada de escudos, el peso y el amontonamiento la acabaron.

XVIII. Por Tarpeya, que allí quedó sepultada, el collado se llamó Tarpeyo hasta el tiempo del rey Tarquino, el cual, dedicando aquel lugar a Júpiter, mudó de allí los restos y le quitó el nombre que tomó de Tarpeya; sólo ha quedado una roca, a la que aún ahora llaman Tarpeya, de la que son precipitados los malhechores.

XIX. Disponíanse como de refresco para volver a la contienda, cuando les contuvo un espectáculo extraño y un encuentro que no puede describirse con palabras. De repente las hijas de los sabinos que habían sido robadas se vieron sobrevenir unas por una parte y otras por otra con algazara y vocería por entre las armas y los muertos, como movidas de divino impulso, hacia sus maridos y sus padres, unas llevando en su regazo a hijos pequeñitos, otras esparciendo al viento su cabello desgreñado, y todas llamando con los nombres más tiernos, ora a los sabinos, ora a los romanos. Pasmáronse unos y otros, y dejándolas llegar a ponerse en medio del campo, por todas partes discurría el llanto, y todo era aflicción, ya por el espectáculo y ya por las razones, que, empezando por la reconvención justa y franca, terminaron en súplicas y ruegos. Porque decían: «¿En qué os hemos ofendido, o qué disgusto os hemos dado para los duros males que ya hemos padecido y nos resta que padecer? Fuimos robadas violenta e injustamente por los que nos tienen en su poder, y después de esta desgracia ningún caso hicieron de nosotras ni hermanos ni padres ni parientes, por el tiempo que fue necesario para que, unidas con los vínculos más estrechos a lo que más odiábamos, tengamos ahora que temer y que llorar por los mismos que nos robaron e injuriaron, si combaten o si mueren. Porque no venís por unas doncellas a tomar satisfacción de los que las ofendieron, sino a privar a unas casadas de sus maridos y a unas madres de sus hijos, haciendo más cruel para nosotras, desdichadas, este auxilio, que lo fue vuestro abandono y alevosía. Estas prendas de amor nos han dado aquellos, y así os compadecéis de nosotras. Aun cuando peleaseis por cualquiera otra causa deberíais por nosotras conteneros, hechos ya suegros, abuelos y parientes; mas si por nosotras es la guerra, llevadnos con vuestros yernos y vuestros nietos; restituidnos nuestros padres y parientes: no nos privéis, os pedimos, de nuestros hijos y maridos, para no vernos otra vez reducidas a la suerte de cautivas.»
Dichas por Hersilia estas y otras muchas razones, e interponiendo las demás sus ruegos, se hicieron treguas y se juntaron a conferenciar los generales. Entretanto las mujeres presentaban a sus padres y a sus hermanos, sus maridos y sus hijos; llevaban qué comer y qué beber a los que lo necesitaban; cuidaban de los heridos, llevándoselos a sus casas, y procuraban hacer ver que tenían el gobierno de ellas y que eran de sus maridos atendidas y tratadas con la mayor estimación. Hízose luego un tratado, por el que las mujeres que quisiesen quedarían con los que las tenían consigo, no sujetas, como ya se ha dicho, a otro cuidado y ocupación que la del obraje de lana; que en unión habitarían la ciudad romanos y sabinos; que ésta de Rómulo se llamaría Roma; pero todos los romanos se llamarían Quirites en memoria de la patria de Tacio, y que ambos reinarían también en unión y tendrían el mando de las tropas. El lugar donde se ajustó este tratado todavía se llama Comicio, porque los romanos, al juntarse, le dicen comire.

Plutarco

miércoles, 25 de marzo de 2020

La Gotera de Lazotea


Vidas paralelas - Catón

IV. Nada superfluo es barato y aún en un as es caro aquello que no se necesita.

IX. Los necios son de más provecho a los prudentes, que éstos a aquellos.
...
Cuando la vejez trae consigo tantas cosas desagradables, no le añadas la afrenta del vicio.

Con todo, para la virtud me parece más perfecto que el que frecuentemente se alaba a sí mismo el que sabe pasarse sin la alabanza propia y sin la ajena.

Cimón

XIII Fue el primero en hermosear la ciudad con aquellos lugares de recreo, llamados liberales y elegantes, por los que hubo tanta pasión después, porque plantó de plátanos la plaza, y a la Academia, que antes carecía de agua y era un lugar enteramente seco, le dio riego, convirtiéndola en un vergel, y la adornó con cosos desembarazados, y con paseos en que se gozaba de sombra.

Lúculo

II. Nada hay más indomable que un hombre engreído con su dicha, ni, a la inversa, nada más dócil que el abatido por la fortuna.

Pericles

I. Viendo César en Roma a ciertos forasteros ricos que se complacían en llevar en brazos, y en acariciarlos, perritos y monitos pequeños, les preguntó, según parece, si las mujeres en su tierra no parían niños; reprendiendo por este término, de una manera verdaderamente imperatoria, a los que la inclinación natural que hay en nosotros al amor y afecto familiar, debiéndose a solos los hombres, la trasladan a las bestias.

II. Estuvo en una ocasión un hombre infame y disoluto insultándole todo el día, y lo aguantó, aun en la plaza, mientras tuvo que despachar los negocios que ocurrieron; a la tarde se retiraba tranquilo a casa, y aquel hombre se puso a seguirle, vomitando contra él toda suerte de dicterios; iba a entrar cuando ya había oscurecido, y mandó a un criado que tomase un hacha y fuese acompañando a aquel hombre hasta su posada.

VIII. Un general no sólo ha de tener limpias las manos, sino también las miradas.

XVI. Aun respecto del mismo Anaxágoras se cuenta que, viéndose olvidado de todos, incluso de Pericles a causa de los muchos negocios de éste, y siendo ya viejo, con la cabeza cubierta iba dejándose morir de hambre; que llegando Pericles a entenderlo, corrió al punto allá con el mayor sobresalto y le hizo los más eficaces ruegos, diciendo que más que de Anaxágoras sería suyo aquel infortunio si perdía al que tanto le ayudaba con su consejo en el gobierno, y que éste, descubriéndose finalmente, le replicó: «¡Oh Pericles, los que han menester una lámpara le echan aceite!»

XVIII.  «Si no crees a Pericles, el modo de que no yerres es que esperes al consejero más sabio, que es el tiempo.» 

Plutarco



lunes, 23 de marzo de 2020

Giuseppe Arcimboldo



Vidas paralelas - Teseo

XXV. Deseando amplificar más la ciudad, admitía a todos a la participación de los mismos derechos, y aquel pregón solemne: «Venid acá todos, oh pueblos», se dice que es de Teseo, que se proponía establecer una junta general de todos. Sin embargo, no dejó de considerar que de la reunión y mezcla de la muchedumbre sin discernimiento resultaría una democracia llena de confusión y desorden; así, fue el primero que formó la distinción de patricios, labradores y artesanos, concediendo a los patricios conocer acerca de lo referente al culto, que de ellos se tomasen los arcontes y ser los maestros de las leyes y los intérpretes de las cosas santas y sagradas; en lo demás le pareció que se guardaba la igualdad propuesta, con que si los patricios sobresalían en razón de la opinión, los labradores sobresalían en razón de la utilidad y los artesanos en el número. De que fue el primero que propendió al gobierno de la muchedumbre, según Aristóteles, y desistió de reinar, parece que también Homero nos da testimonio, dando en el catálogo de las naves sólo a los atenienses el nombre de «pueblo».
Acuñó asimismo moneda, grabando en ella un buey, o por el toro Maratonio, o por el general de Minas, o por inclinar a los ciudadanos a la agricultura; y de aquí se dice que vinieron los dichos de «vale cien bueyes, vale diez bueyes». Habiendo agregado al Ática con toda seguridad el territorio de Mégara, levantó en el Istmo aquella celebrada columna, poniendo en dos trímetros las inscripciones que notaban la división de los términos, de las cuales la de la parte de Oriente decía:
No es ya Peloponeso, sino Jonia;
y la de Occidente:
Esto es Peloponeso, no ya Jonia.

Temístocles

II. «Yo no sabré templar una lira o tañer un salterio; pero sí, tomando por mi cuenta una ciudad pequeña y oscura, hacerla ilustre y grande.» 
...
De los potros más inquietos se hacen los mejores caballos. 

XVIII. Elegido por la ciudad general de la armada, no quiso despachar de por sí ningún negocio ni privado ni público de los que fueron ocurriendo, sino que los dejó todos para el día en que había de darse a la vela, para que, dando expedición de una vez a tantos asuntos y teniendo que tratar con tantos, formaran idea de que era un grande hombre y de mucha autoridad.
Examinando un día a orillas del mar los muertos arrojados por las olas, cuando vio los brazaletes y collares de oro que algunos tenían, nada tomó, pero dijo al que le acompañaba: «Toma tú para ti, porque tú no eres Temístocles.»
...
Diciéndole uno de Sérifo que no por sí, sino por ser de la ciudad que era, había adquirido tanta gloria, «Tienes razón -le respondió-; pero ni yo siendo serifio me hubiera hecho ilustre, ni tú aunque fueras ateniense.»
...
Tenía un hijo muy consentido de su madre, y por ésta lo era del mismo; así dijo por chanza que aquél era el de más poder entre los griegos, «porque los atenienses dominaban a los demás griegos; a los atenienses, el mismo Temístocles; a él, su mujer, y a ésta, el hijo».

Plutarco

sábado, 21 de marzo de 2020

Pierre de Coubertin



Plutarco

Se cuenta también que Alejandro, tras haber devuelto los cocineros de Ada, dijo que tenía con él los mejores cocineros: para el almuerzo la marcha nocturna y para la cena la comida frugal.

«Pero a los sabios -dijo Cleobulo- la ley les proporciona ya la medida, en cambio a los insensatos les contaré una historia que mi hija contaba a su hermano. Decía que la luna pedía a su madre que le tejiese una túnica a su medida. Pero ella le dijo: '¿Cómo te la voy a tejer a tu medida? Ahora te estoy viendo llena, pero en otro momento en cuarto creciente y más tarde en cuarto menguante.' Del mismo modo, querido Quersias, para el hombre imprudente y malo no existe medida alguna de la propiedad, pues para sus necesidades unas veces es una, otras veces es otra, según los deseos y las ocasiones.

Es de Tales esta máxima:. 'Es necesario desconfiar de los enemigos incluso en las cosas creíbles, y creer a los amigos incluso en las increíbles', ya que él llamaba, yo al menos lo creo así, enemigos a los malvados e insensatos, y amigos a los buenos y prudentes. 

El que no navega no teme el mar, ni el que no presta servicio militar a la guerra, ni a los bandidos el que se está en casa, ni al falso acusador el pobre, ni a la envidia el ciudadano corriente, ni al terremoto el que está entre los gálatas, ni al rayo el que está entre los etíopes; pero el que teme a los dioses teme a todas las cosas, a la tierra, al mar, al aire, al cielo, a la obscuridad, a la luz, al rumor, al silencio, al sueño. Los esclavos mientras duermen, se olvidan de sus amos. 

jueves, 19 de marzo de 2020

Artistvoiceproject@mecenas20


















Plutarco

“Eso que llamamos mal, la muerte, es el único de los males supuestos que, cuando está presente, no causa pena alguna a nadie, pero la produce cuando está ausente y es esperado”.   (Arcesilao)

No existe hombre alguno que no sufra;
se entierra a los hijos y se engendra otros nuevos,
él mismo muere. ¿Se afligen con estas cosas los hombres, 
llevando la tierra a la tierra? Es necesario
recolectar la vida como una espiga madura,
y uno debe vivir y el otro debe morir ¿Por qué
tenemos que llorar por estas cosas que es preciso que, según la naturaleza, se cumplan?
Pues nada de lo que es necesario es terrible para los hombres.    (Eurípides)

En verdad las palabras «largo» y «corto» parece que no se diferencian en nada, si las comparamos con la eternidad. Pues mil o diez mil años, según Simónides, son un instante indeterminado, más aún, una fracción, la más breve, de un instante. Pues también en el caso de aquellos animales que cuentan que viven junto a las costas del Mar Negro y que tienen una existencia de un día, ya que nacen por la mañana, alcanzan su madurez a mediodía y por la tarde envejecen y llegan al fin de su vida, si tuvieran un alma humana y racional, ¿no les sucedería también, en cierto modo, a cada uno de aquellos lo mismo, de tal forma que los que muriesen antes del mediodía provocarían lamentos y lágrimas, mientras que los que viviesen todo un día se considerarían felices? La medida de la vida, pues, es su perfección no la extensión de su tiempo.

En general, alguien podría decir al que llora: «¿dejarás alguna vez de estar afligido o piensas estar triste toda tu vida? Ya que si vas a permanecer en este estado de profunda aflicción siempre, traerá sobre ti mismo un grave infortunio y una desgracia cruel, a causa de la ruindad y la falta de nobleza del alma, pero si piensas cambiar alguna vez, ¿por qué no cambias ya y te liberas a ti mismo del infortunio? Atendiendo ahora a estos razonamientos con los que andando el tiempo tú te verás libre, aléjate de tu mala situación, pues también en los padecimientos corporales el camino más rápido para su liberación es el mejor. Por tanto lo que vas a conceder después al tiempo, concédeselo ahora a tu razón y a tu educación y libérate a ti mismo de tus males.»

«Por tanto, oh el más poderoso y el más dichoso de todos, además de creer que aquellos que han muerto son dichosos y felices, pensamos que decir alguna mentira en contra de ellos y hablar mal de ellos es impío en la idea de que lo hacemos contra personas que ya se han convertido en seres mejores y superiores a nosotros. Y ésta es una creencia tan antigua y vieja entre nosotros que nadie sabe en absoluto ni su origen ni el que la estableció por primera vez, sino que está establecida así por siempre hasta el fin. (Sófocles)

Aquel a quien los dioses aman muere joven.   (Menandro)