Blogs que sigo

miércoles, 30 de enero de 2019

Puzzle


Anacreónticas (2)

XXII

Otra canción. A una joven

Antaño quedó petrificada en los altos de Frigia aquella hija de Tántalo, y antaño la hija de Pandión también, pájaro y golondrina, levantó su vuelo.
Y yo en espejo transformárame  para que de continuo me miraras, o túnica me hiciera, para que día tras día sobre ti fuese. En agua cambiarme quiero para lavar tu piel; esencia, mujer, volverme, y perfumar tu persona; sujetador de tus senos, para tu garganta perla, y hasta de sandalia hiciera: que con tus plantas te ruego sólo que me pises.

XXIX

Dura cosa no amar, pero amar dura también. Lo más duro de todo sin embargo no ser en amor correspondido.
No significa nada ante el amor la noble cuna. El saber, las cualidades pisotean, y sólo la mirada en los caudales ponen.
Maldito quien primero en dineros puso amor. Por su causa no hay hermano, por su causa ya no hay padres. Guerras, sangre por su culpa.
Pero aún más grave es que perecemos por su causa los que amamos.

lunes, 28 de enero de 2019

Grecia - Μεταίχμιο




Anacreónticas (1)

IV

Para una copa de plata

Cuando labres, Hefesto, la plata, hazme ¡armas, no por cierto!, pues ¿qué hay de común entre la guerra y yo? Antes bien una copa, profunda cuanto puedas. Y grábame en ella no astros, ni el Carro ni el temible Orión. ¿Qué se me da de las Pléyades? ¿Pues qué del hermoso Boyero?
Ponme unos viñedos con racimos que pendan y Ménades vendimiando, y hazme a unos que pisen un lagar, los Sátiros risueños, de oro los Amores, y Citera riente junto al bello Dioniso, y Eros y Afrodita.

VIII

Del vivir sin ambiciones

No me importa todo lo de Giges, rey de Sardes, ni soy presa de la envidia hasta el presente, ni menos de la ambición de ser un príncipe.
Es lo mío regarme de perfumes bien la barba, es lo mío de rosas coronarme la cabeza. El hoy sólo me importa, que el mañana ¿quién lo sabe?
En tanto todavía haya bonanza, bebe y tira el dado, y ofréndale tu copa al dios Dioniso. No sea que te sorprendan los achaques y receten: «Prohibido ya beber».

sábado, 26 de enero de 2019

ΕΚΔΟΣΕΙΣ ΠΑΤΑΚΗ\Grecia 4


Eros, por haberse apoderado de mi persona, no permite que la razón guíe mis actos.
***
¿Por qué razón Eros fue a caer sobre mí, un pobre pescador que a duras penas se gana su sustento?
***
Forzosamente, quien no da pábulo a las maledicencias es enemigo de los que las propalan.
***
Rápido es Amor, oh rey, tanto para venir como para marcharse volando.
***
Ojalá no me sea dado ser objeto de otras experiencias, si me faltas tú. Pues, en verdad, ¿qué otro bien podría ya quedarme?
***
Prefiero estar al servicio de tus abrazos, cosa más grata y segura, que frecuentar las mansiones de los sátrapas y de reyes.
***
Cuando me muera me llevaré conmigo las penas y, en cambio, las riquezas yacerán a disposición de los que sean capaces de cometer acciones injustas.

Alcifrón

jueves, 24 de enero de 2019

ΕΚΔΟΣΕΙΣ ΠΑΤΑΚΗ\Grecia 3





De Lamia a Demetrio

Tú me has permitido expresarme libremente, a pesar de que eres un rey poderoso. Además, me has exhortado a mí, una hetera, a que te escriba y no has considerado indigno tener contacto con mis cartas, al igual que conmigo toda. Yo, Demetrio, mi señor, cuando de lejos te contemplo y te escucho acompañado de lanceros, ejércitos, embajadores y diademas, tiemblo y tengo miedo, sí, por Afrodita, y estoy turbada y me aparto, como si del sol se tratase, para que no me ciegues los ojos. Entonces me parece que tú eres realmente Demetrio, el sitiador de ciudades. ¡Cuán fiera y hostil es entonces tu mirada! Yo desconfío de mí misma y me pregunto: «Lamia, ¿tú duermes a su lado? ¿Tú le tmbelesas con la flauta durante toda la noche? ¿Es a ti a quien ha enviado hace poco un mensaje? ¿Te compara a ti con la cortesana Gnatena? Luego, a causa de mis ideas confusas, me callo y pido volver a contemplarte en mi casa. Cuando vienes me arrodillo ante ti. Y, cuando me besas apasionadamente entre tus brazos, de nuevo me hago a mí misma reflexiones de signo contrario: «¿Éste es el asediador de ciudades? ¿Éste es el que está al frente de los ejércitos? ¿A éste le tienen miedo Macedonia, Grecia y Tracia? Sí, por Afrodita, a él precisamente lo asediaré hoy con el son de mi flauta y veré cómo se comporta conmigo.»
[...] mejor pasado mañana, pues cenarás junto a mí -te lo suplico- el día de las Afrodisias. Así lo hacemos todos los años y tengo como objetivo ver si supero con la presente a las celebraciones anteriores. En verdad, te acogeré de la manera más amorosa y seductora que me sea posible, en el caso de que tú me proporciones medios en abundancia. No he llevado a cabo todavía ninguna acción que desmerezca de tus bondades, desde aquella noche memorable, y eso, a pesar de que tú me incitas a servirme de mi cuerpo como yo lo estime oportuno. Sin embargo, yo me he comportado dignamente y no he tenido relaciones con otros hombres. No desempeñaré mi oficio ni te mentiré, mi dueño, como hacen otras. Desde aquella ocasión, pocos son los que me envían recados, por Ártemis, ni intentan nada por respeto a tus asedios. Rápido es Amor, oh rey, tanto para venir como para marcharse volando. Cuando tiene esperanzas revolotea, pero cuando éstas se desvanecen, él suele dejar caer sus alas súbitamente arrepentido. Por tal motivo un ingenioso expediente es urdido por las que ejercen esta profesión: retrasar el momento de satisfacer el deseo para reinar sobre los amantes a través de las ilusiones. Pero, respecto de ti, me resulta imposible fomentar tardanzas, hasta tal punto tengo miedo de perderte. En una palabra, nos es preciso unas veces actuar, otras estar indispuestas o bien cantar, tocar la flauta, bailar, preparar la comida, y arreglar la casa, demorando unos placeres que de otra manera se consumirían demasiado rápidamente, con el fin de que las mentes de los enamorados, estando más ardientes por el deseo prendan mejor con las dilaciones, temerosos de que otro impedimento de su buena suerte momentánea surja de nuevo.
Tal vez yo podría, oh rey, tomar precauciones y poner en práctica este género de artificio con los demás, pero sería incapaz de llevarlo a cabo contigo, ya que te portas tan bien al ensalzarme públicamente y al declarar ante las restantes cortesanas que yo aventajo a todas. Por las veneradas Musas, contigo me resultaría imposible fingir. No soy hasta tal punto de piedra. De forma que, si por darte gusto, renunciase a todo e incluso a mi propia vida, yo consideraría que el sacrificio es pequeño.
Estoy segura de que el acontecimiento será muy celebrado, no sólo en la casa de Teripidion, en donde me dispongo a organizar la cena en tu honor con motivo de las Afrodisias, sino también en toda la ciudad de Atenas, por Ártemis, y en toda Grecia. En particular, no cesarán de denigrar nuestros banquetes en las regiones montañosas del Taigeto y en sus yermas tierras los odiosos espartanos, al medir tu forma humana de entender la vida con el rígido código de Licurgo, hasta el punto de que los zorros de Éfeso parecerán ser auténticos hombres. Pero que ellos se vayan a paseo, señor. Tú acuérdate de guardarme libre de compromiso el día de la cena. La hora, la que tú elijas. La que quieras será la mejor. Adiós.

Alcifrón

martes, 22 de enero de 2019

ΕΚΔΟΣΕΙΣ ΠΑΤΑΚΗ - Grecia 2






De Mégara a Báquide

Tú eres la única en tener un amante al que quieres tanto que no consientes separarte de él ni por un instante. ¡Qué fastidio, por Afrodita, nuestra patrona! Invitada por Glícera, con mucha antelación, a un sacrificio (pues nos lo comunicó cuando la celebración de las Dionisias), no acudiste. Yo creo que, por culpa de él, no te permites ni siquiera ver a tus amigas. Has sentado la cabeza y amas a tú enamorado: ¡felicidades por tu buena suerte! Nosotras, en cambio, somos unas prostitutas y unas desvergonzadas. También Filón tuvo un bastón hecho de una higuera. En verdad, estoy enfadada, lo juro por la gran diosa. Estábamos presentes todas: Tétale, Moscarion, Tais, Antracion, Pétale, Triálide, Mírrina, Crision y Euxipe. Incluso Filúmene, a pesar de que estaba recién casada y vigilada celosamente, se incorporó, aunque algo tarde, después de haber dejado a su marido en la cama tan santamente. Tú eres la única entre nosotras que cultivas a tu Adonis, por miedo, tal vez, de que Perséfone te lo arrebate, una vez abandonado por ti, su Afrodita.
Nuestro banquete resultó estupendo (¿por qué razón no habré de tocarte las fibras sensibles del corazón?) y lleno de todo tipo de deleites: canciones, bromas, bebida hasta el canto del gallo, perfumes, coronas, golosinas. Estábamos recostadas a la sombra de unos laureles. Y sólo nos faltó una cosa: tu persona. Pero nada de lo demás. En muchas ocasiones nos hemos divertido bebiendo, pero pocas tan agradablemente como en ésta. Lo que proporcionó mayor distracción fue una reñida competición que se estableció entre Triálide y Mírrina acerca de las nalgas, sobre cuál de las dos las tenía mejores y más tersas. Mírrina, la primera, se desató el cinturón -su túnica era de seda- y empezó a mover sus caderas, que se traslucían, temblorosas como un pastel de leche y miel. Simultáneamente miraba hacia atrás para observar su vaivén. Luego, dejó escapar unos quejidos placenteros, como si estuviese haciendo el amor, de forma que, por Afrodita, yo me quedé estupefacta. Triálide, sin embargo, no se dio por vencida, sino que la aventajó en frescura, pues dijo: «Yo no competiré a través de velos ni me voy a andar con miramientos, sino como si estuviera en un gimnasio. Pues los subterfugios no le cuadran a este certamen.»A continuación se quitó su vestimenta interior y arqueando un poco la cadera exclamó: «Mira mi piel qué lozana es, Mírrina, qué nítida, qué limpia de imperfecciones. Observa estas sonrosadas caderas y la línea curvada que desciende hacia los muslos. Mis nalgas no pecan ni por exceso ni por defecto y tienen un par de hoyuelos en la parte superior. Sin embargo, por Zeus, no tiemblan -afirmó al tiempo que sonreía- como las de Mírrina.» Al instante, puso en movimiento su trasero con una gran sacudida y le imprimió un giro a todo él, de un lado para otro, de forma ondulante, hasta el punto de que todas prorrumpimos en aplausos y proclamamos a Triálide como vencedora. Existieron también concursos de caderas y certámenes de pechos [...] Nadie en absoluto se atrevió a competir con Filúmene, pues ella todavía no había dado a luz y estaba en un momento de plenitud física.
Pues bien, después de haber pasado toda la noche en vela, de haber hablado mal de nuestros amantes y de suspirar por encontrar otros (en efecto, siempre resulta más grato tener un nuevo amor), nos pusimos en movimiento estando ya algo bebidas. Durante nuestro camino de regreso, seguimos tomando numerosos tragos y fuimos a parar a casa de Dexímaco en el Pasaje Dorado, con el pretexto de que íbamos hacia el sauzgatillo que está cercano a la casa de Menefrón. Pues Tais está enamorada de él perdidamente y, por Zeus, con razón, ya que, hace muy poco, el joven ha recibido la herencia de un padre rico.
Por esta ocasión te perdonamos tu gesto altivo. Durante las Adonias organizaremos un festín en la casa del amante de Tétale, en el demo de Colito. Ella está preparando al amado de Afrodita. Procura venir con tu jardincito, la figurilla y tu Adonis particular, al que ahora cultivas, de manera que nos divirtamos bebiendo en compañía de nuestros amantes. Adiós.

Alcifrón

domingo, 20 de enero de 2019

ΕΚΔΟΣΕΙΣ ΠΑΤΑΚΗ - Grecia 1




De Meneclides a Euticles

Se ha marchado la hermosa Báquide, querido Euticles, se ha marchado definitivamente, dejando tras de sí un reguero de lágrimas y el recuerdo de un amor tan dulce entonces como amargo ahora. Jamás me olvidaré de Báquide. Ese momento no llegará. ¡Cuánta comprensión me mostró! No se equivocaría quien la considerase a ella como un prototipo ejemplar de la condición de cortesana. A mi modo de ver, si las heteras de todo el mundo se reunieran y erigiesen una estatua suya en el santuario de Afrodita o de las Gracias, le tributarían un merecido honor. Ciertamente, el rumor por todos propalado de que son malvadas, infieles, interesadas, pendientes siempre de quien les paga y causantes de males a los que las frecuentan quedaría probado como una injusta calumnia en lo que atañe a Báquide. Hasta tal punto ella quedó al margen de esta mala fama generalizada, gracias a su modo de ser. Tú conoces a ese medo que desembarcó aquí procedente de Siria y que se desplazaba con gran cantidad de servicio y enorme boato, prometiendo eunucos, esclavas y ciertos atavíos exóticos. Pues bien, Báquide no accedió a sus deseos cuando él la cortejó, sino que prefería dormir debajo de una prenda mía vulgar y corriente. Y mientras que se contentaba con los modestos regalos enviados por mí, ella rechazaba espléndidos presentes, propios de un príncipe oriental. ¿Qué más podría contarte? ¡Cómo echó a cajas destempladas a aquel comerciante egipcio que le ofreció tanto dinero! Estoy seguro de que jamás existirá alguien mejor que ella. Alguna deidad la dotó de un temperamento demasiado noble para un medio de vida ingrato.
Ella se ha marchado, tras haberme abandonado para siempre. De aquí en adelante, Báquide dormirá sola. ¡Qué injusticia, veneradas Moiras! Pues sería preciso que yo ahora -como entonces- me recostara a su lado. Sin embargo, sigo viviendo, pruebo bocado y converso con mis amigos. Pero ella ya nunca me mirará con sus ojos luminosos, cuando sonreía, ni contenta y feliz pasará las noches en medio de aquellas amables caricias. Hasta hace poco, ¡qué cosas me decía y cómo me contemplaba! ¡Cuántas sirenas anidaban en sus charlas, cuán dulce y puro fluía el néctar de sus besos! La Persuasión se asentaba -según yo creo- en sus labios. Ella seducía a todo el mundo como si tuviera en su poder el cinturón mágico, por haber acogido a Afrodita en compañía de las Gracias. Enmudecieron las cantinelas que acompañaban a los brindis y también la lira tañida por unos dedos marfileños enmudeció. Ella, objeto de atención de todas las Gracias, yace convertida en una piedra muda y unas cenizas. En cambio, Mégara, una vulgar mujerzuela, disfruta de la vida yeso que desvalijó tan despiadadamente a Teágenes que el desdichado, poseedor de un patrimonio muy considerable en sus orígenes, se vio obligado a marcharse, echando mano de una clámide y de un escudo, para ganarse la vida como mercenario. Sin embargo, Báquide, que amaba a quien la amaba, ha muerto. Querido Euticles, me encuentro mejor desde que te he hecho partícipe de mis penas. Hablar y escribir sobre ella me resulta muy reconfortante, pues nada me ha quedado de su persona, salvo el recuerdo. Adiós.

Alcifrón