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viernes, 28 de febrero de 2020

China 4








Como sacar provecho de los enemigos (3)

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Así pues, Platón, cuantas veces se encontraba con hombres que obraban torpemente, volviéndose hacia sí mismo, solía decir: «¿Seré yo acaso igual que ellos?».  El que censura la vida de otro, si enseguida observa su propia vida y la cambia hacia lo contrario, enderezándola y corrigiéndola, sacará algún provecho de la censura, que, de lo contrario, parece ser, y lo es, inútil y vacía. Por eso, la mayoría se ríe, si uno que es calvo o jorobado, censura y se mofa de otros por las mismas cosas, y, en general. es risible censurar y mofarse de cualquier cosa que puede devolverle la censura, Como León el Bizantino, quien, habiendo sido injuriado por un jorobado por la enfermedad de sus ojos, dijo: «Tú me echas en cara una desgracia humana, cuando llevas a tus espaldas la venganza divina». Y, bien, no injuries a otro por adúltero, si tú mismo eres un loco por los jóvenes; ni por desordenado, si tú mismo eres ruin:

Tú eres de la misma estirpe de la mujer que mató a su marido

le dijo Alcmeón a Adrasto. ¿Qué hacía, en verdad, aquél? No le echaba en cara la injuria de otro, sino la suya propia:

y tú eres el asesino de la madre que te engendró.

Y Domicio dijo a Craso: «¿No lloraste tú por la murena que alimentabas en tu vivero?» Y Craso respondió: «¿No enterraste tú a tres mujeres sin derramar una sola lágrima?» No es necesario que el que vaya a injuriar sea gracioso, de voz potente y audaz, sino irreprochable e intachable, Pues a ninguno parece la divinidad ordenar tanto su «conócete a ti mismo» como a aquel que va a censurar a otro, para que, por decir lo que quiere, no haya de escuchar lo que no quiere. Ciertamente, una persona de este tipo, «quiere», según Sófocles:

Soltando su lengua vanamente, oír involuntariamente aquellas palabras que dice voluntariamente.

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Por tanto, éste es el provecho y la utilidad que se saca con ultrajar al enemigo; pero no menos provecho se saca con lo contrario: con ser ultrajado y con que hablen mal de uno los enemigos. Por eso, Antístenes dijo muy bien que los que quieren salvarse necesitan amigos auténticos o enemigos ardientes. Pues los unos amonestan a los que se equivocan, y los otros, al censurarlos, los alejan del error. Y, puesto que ahora la amistad es de voz débil, cuando habla con franqueza, y su lisonja es locuaz y su amonestación muda, se debe oír la verdad de boca de los enemigos. Pues, así como Télefo, al no encontrar un médico conveniente, ofreció su herida a la lanza enemiga, del mismo modo es necesario que los que carecen de una persona amiga que les amoneste soporten la palabra del enemigo que los odia, si muestra y reprende su vicio, considerando el hecho, pero no la intención del que habla mal de ellos. Pues, igual que el que pensaba matar a Prometeo, el Tésalo, golpeó con su espada el tumor y lo abrió de tal forma que el hombre se salvó y se liberó del tumor reventado, del mismo modo con frecuencia la injuria que se hizo por ira o enemistad curó un mal del alma, desconocido o descuidado.
Pero la mayoría de los que son injuriados no miran si lo que se dice les es aplicable, sino qué otra cosa es aplicable al que injuria, y, como luchadores que no se limpian el polvo, así ellos no se limpian los ultrajes, sino que se salpican unos a otros y, en consecuencia, se manchan y ensucian unos a otros, al caer. Y conviene que el que oye hablar mal de sí al enemigo se libere de su falta con más cuidado que de la mancha que tiene en su ropa y que le ha sido mostrada. Y, si alguno habla de faltas que no existen, debemos, no obstante, buscar la causa por la que pudo surgir la blasfemia y cuidarnos y temer no sea que, sin darnos cuenta, hayamos cometido una falta cercana o parecida a la que se dice. Así el peinado de su cabello y su paso demasiado delicado hicieron caer a Lacedes, el rey de los argivos, en sospechas de afeminamiento; y a Pompeyo, que estaba lejos de ser afeminado y libertino, su forma de rascarse la cabeza con un sólo dedo. Y Craso fue acusado de acercarse a una de las vírgenes vestales, porque, queriendo comprarle una hermosa finca, con frecuencia se hallaba, por esto, con ella en privado y le hacía la corte. Y a Postumia, su risa pronta y su charla demasiado atrevida con los hombres la hizo tan sospechosa que fue acusada de disoluta. Se la halló, en efecto, libre de esta culpa, sin embargo al soltarla el Pontífice Máximo, Espurio Minucio, le recordó que no usara palabras más desvergonzadas que su propia vida. Y Pausanias a Temístocles, que era inocente, le hizo caer en la sospecha de traición a causa de tratarle como amigo, escribirle y enviarle mensajes constantemente.

Plutarco

miércoles, 26 de febrero de 2020

Politeía Πολιτεία







 Como sacar provecho de los enemigos (2)
                                                                                                                                                                                     3                                                                                                                                                                                En primer lugar, por tanto, me parece que lo más perjudicial de la enemistad podría convertirse en lo más provechoso para los que le prestan atención. ¿Qué significa esto? El enemigo está siempre acechando y velando tus cosas y buscando la ocasión por todas partes, recorriendo sistemáticamente tu vida, no mirando sólo a través de la encina, como Linceo, ni a través de ladrillos y piedras, sino también a través de tu amigo: de tu siervo y de todos tus familiares, indagando, en lo que es posible, lo que haces, y escudriñando y explorando tus decisiones. Pues muchas veces, por nuestro abandono y negligencia, no nos enteramos de que nuestros amigos están enfermos y se mueren, pero de los enemigos nos ocupamos incluso de sus sueños. Las enfermedades, los préstamos y las diferencias con las mujeres pasan más desapercibidos a aquellos a quienes les tocan que al enemigo. Sobre todo está pendiente de los yerros y sigue sus huellas. Y así como los buitres son arrastrados por los olores de los cuerpos muertos, pero no captan el olor de los limpios y sanos, así las cosas enfermas, malas y dolorosas de la vida mueven al enemigo, y contra éstas se lanzan los que nos odian, las atacan y las despedazan. Por tanto, ¿es esto provechoso? Sin duda lo es, procurando vivir con precaución y preocupándose de uno mismo, y tratando de no hacer ni decir nada con indeferencia e irreflexivamente, sino siempre mantener cuidadosamente, como en un régimen severo, la vida irreprensible. Pues el cuidado, que así reduce las pasiones y conserva el razonamiento, produce una costumbre y una resolución de vivir bien e irreprochablemente. Y, así como las ciudades castigadas por las luchas con los vecinos y las expediciones militares continuas se contentaron con unas buenas leyes y un gobierno sano, del mismo modo los que son obligados por algunas enemistades a ser sobrios en su vida y a guardarse de ser negligentes y confiados, y hacer cada cosa con utilidad, sin darse cuenta son llevados por la costumbre a no cometer ninguna falta y a ordenar su conducta, por poco que la razón les ayude. Pues el dicho:

Ciertamente se alegrarían Príamo y los hijos de Príamo,

éstos siempre lo tienen a mano, los vuelve, los desvía y los aleja de aquellas cosas de las que sus enemigos se alegran y se ríen. Y vemos que los artistas dionisíacos muchas veces contienden en los teatros entre ellos mismos con negligencia, sin ánimo y sin esmero, pero cuando existe contienda y porfía con otros, no sólo se cuidan de estar más atentos ellos mismos, sino que también se cuidan más de su instrumento, tensando las cuerdas y ajustando y tocando sus flautas con gran armonía. Por eso, el que ve que su enemigo es un rival de su vida y su fama, pone más atención en sí mismo, examina con cuidado sus acciones y ordena su vida. Puesto que también esto es propio del vicio, avergonzarse ante los enemigos más que ante los amigos, por los errores que cometemos. De aquí que Nasica, creyendo y diciendo algunos que los asuntos de los romanos estaban seguros, después de haber sido aniquilados los cartagineses y sometidos los aqueos, dijo: «precisamente ahora estamos en peligro! pues no nos hemos dejado a quién temer ni ante quién avergonzarnos.»
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Además, toma aún el dicho de Diógenes, muy propio de un filósofo y un político: «¿Cómo me podré vengar de mi enemigo?» «Siendo tú mismo bueno y honrado.» Los hombres se afligen cuando ven que los caballos de los enemigos son celebrados y sus perros alabados. Si ven cultivado el campo o el jardín florido, se lamentan. ¿Qué crees, pues, que harán si te muestras como un hombre justo, sensato y bueno, celebrado en discursos, limpio en tus obras, ordenado en tu género de vida: 

cultivando a través de tu pensamiento rica sementera, de la que brotan prudentes consejos?

«Los hombres vencidos están atados con un silencio de muerte», dice Píndaro, pero no sencillamente todos, sino cuantos se ven a ellos mismos vencidos por sus enemigos en solicitud, honradez, magnanimidad, humanidad y favores. Estas cosas «retuercen la lengua, dice Demóstenes, cierran la boca, ahogan y hacen callar»:

Tú, por tanto, distínguete de los malos, ya que te es posible.

Si quieres afligir al que te odia, no lo taches de hombre degenerado ni cobarde, ni libertino, ni bufón, ni innoble, sino tú mismo sé un hombre, muéstrate moderado, sincero, y trata con amabilidad y justicia a los que tienen trato contigo. Pero, si eres empujado a censurar, ponte a ti mismo muy lejos de las cosas que tú censuras. Penetra en tu alma, examina tus puntos débiles, no sea que algún vicio desde alguna parte, te diga suavemente lo de aquel escritor de tragedias:

estando tú mismo lleno de llagas, eres médico de otros.

Si le llamas ineducado, aumenta en intensidad tu amor al estudio y al trabajo; si cobarde, muestra más tu valentía y tu audacia; y si libertino y desesperado, borra de tu alma cualquier huella de amor por el placer que haya pasado desapercibida. Pues nada hay más vergonzoso ni doloroso que la blasfemia que se vuelve contra el que ha blasfemado, sino que, así como parece que la reverberación de la luz molesta más a los ojos enfermos, también dañan más los reproches que se vuelven, a causa de la verdad, contra los mismos que los hacen. Pues, así como el viento del Nordeste arrastra las nubes, también la vida mala arrastra sobre sí misma los reproches.

Plutarco

lunes, 24 de febrero de 2020

Πολιτεία - En la cocina




Cómo sacar provecho de los enemigos (1)

1

Veo, querido Cornelio Pulcher, que has elegido la forma más suave de la administración del Estado, en la que, siendo muy provechoso a los asuntos públicos, te muestras a ti mismo, privadamente, muy amable con los que tienen trato contigo. Porque es posible encontrar un país, como se cuenta de Creta, sin animales salvajes, pero un Estado que no produzca envidia, celo o rivalidad, pasiones que son las más capaces de engendrar la enemistad, hasta ahora no ha existido (pero, si no otra cosa, nuestras amistades nos enlazan con enemistades; entendiendo esto también el sabio Quilón, quien a uno que decía que no tenía ningún enemigo le preguntó si no tenía tampoco ningún amigo). Y me parece que le conviene al hombre de Estado observar las otras cosas en tomo a los enemigos, y oír a Jenofonte cuando dice, no de pasada, que es propio de un hombre inteligente sacar provecho, incluso, de los enemigos. Por ello, esto, que muy recientemente se me presentó la oportunidad de decir sobre este asunto, reuniéndolo casi con las mismas palabras, te lo envío, guardándome, en lo que pude, de no tocar las cosas escritas en mis Preceptos políticos, ya que veo que aquel libro siempre lo tienes en las manos.

2

A los antiguos les bastaba con no ser atacados por animales extraños y fieros, y éste era el fin para aquellos en sus luchas contra los animales salvajes. Pero sus sucesores, habiendo aprendido ya a usarlos, les sacan también provecho, alimentándose con sus carnes y vistiéndose con su pelo, curándose con su hiel y con su leche cuajada y armándose con sus pieles, de tal forma que es justo temer que, si le hubieran faltado los animales al hombre, su vida se hubiera vuelto salvaje y ruda. Por tanto, puesto que es suficiente para los demás el no sufrir mal alguno por parte de los enemigos y Jenofonte dice que el hombre inteligente saca provecho incluso de los que difieren de él, no se debe desconfiar, antes bien buscar el método y el arte a través del cual este bien pueda ser alcanzado por aquellos a los que les es imposible vivir sin enemigos. El agricultor no puede cultivar cualquier árbol, ni el cazador domesticar cualquier animal salvaje. Por tanto, procuraron sacar provecho de ellos, según la necesidad, de unos y de otros; el agricultor, de los árboles que no dan fruto, y el cazador, de los animales salvajes. El agua del mar no es potable y es mala, pero alimenta peces y es un medio que conduce a todas partes, y para los viajeros un vehículo capaz de transportarlos. Cuando el sátiro quiso besar y abrazar el fuego, al verlo por primera vez, le dijo Prometeo:

tú, macho cabrío, después llorarás por tu barba;

pues el fuego quema al que lo toca, pero proporciona luz y calor y es instrumento de todo arte para los que han aprendido a usarlo. Mira también al enemigo, por si, aunque sea perjudicial en las otras cosas y difícil de manejar, presenta, de alguna forma, algún asidero y utilidad particular y es provechoso. También la mayoría de las cosas son hostiles, odiosas y enemigas para los que las tratan; pero ves que algunos usaron de las enfermedades de su cuerpo para su ocio, y los trabajos que les sobrevinieron a muchos les dieron fuerzas y los ejercitaron. Algunos hicieron, como Diógenes y Crates, del destierro de la patria y de la pérdida de riquezas viático para el ocio y para la filosofía. Zenón, al romperse un navío fletado por él, cuando se enteró, dijo: «¡Oh destino!, haces bien, al reducirnos al manto raído». Pues, igual que los animales fuertes de estómago y sanos, si comen culebras y escorpiones, los digieren, y hay algunos que se alimentan con piedras y conchas, que transforman a través de la fuerza y el calor de su aliento, pero los delicados y enfermos, si se llevan a la boca pan y vino se marean, del mismo modo los necios destruyen las amistades, y, en cambio, los prudentes pueden usar convenientemente incluso las enemistades.

Plutarco