Eran las doce
de la noche... Totalmente excitado y despeinado, entró volando Mitia Kuldarov
en el piso habitado por sus padres, corriendo rápidamente de uno a otro
aposento. Los padres se disponían a dormir; la hermana, ya en la cama,
terminaba la última página de una novela, y los hermanos colegiales dormían.
-¿De dónde
vienes? -se asombraron los padres-. ¿Qué te pasa?
-¡Ah...! ¡No
me pregunten...! ¡Esto no lo esperaba de ningún modo...! ¡No...! ¡De ningún
modo lo esperaba...! ¡Si es hasta inverosímil...!
Y Mitia,
echándose a reír y sin fuerzas de tenerse en pie de pura felicidad, se sentó en
una butaca.
-¡Es
inverosímil...! ¡No pueden ustedes ni imaginárselo...! ¡Miren!
La hermana
saltó de la cama y, echándose encima la manta, se acercó al hermano. Los
colegiales se despertaron.
-Pero ¿qué te
pasa...? ¿Por qué pones esa cara?
-¡Es la
alegría, mamaíta...! ¡Ahora toda Rusia me conoce...! ¡Toda...! Antes sólo
ustedes sabían que existía en el mundo el escribiente colegiado Dimitri
Kuldarov; pero ahora ¡lo sabe ya toda Rusia...! ¡Mamaíta...! ¡Oh Dios mío...!
Levantándose
de un salto, Mitia se puso a recorrer las habitaciones; luego se volvió a
sentar.
-Pero ¿qué ha
ocurrido...? ¡Habla sensatamente!
-Ustedes aquí
viven como las fieras... ¡No leen los periódicos! ¡No prestan la menor atención a la cuestión pública...! Y, sin
embargo, ¡hay tanto notable en los periódicos...! ¡Todo cuanto ocurre se sabe
en seguida...! ¡Nada queda oculto! ¡Oh, qué feliz soy...! ¡Oh Dios mío...!
¡Pensar que sólo de las celebridades se escribe en los periódicos y que, sin
embargo, éstos han hablado de mí...!
Papaíto se
puso pálido, mamaíta alzó los ojos hasta la imagen y se santiguó, los
colegiales se levantaron de un salto, y tal como estaban, vestidos solamente
con un camisón cortito, se acercaron a su hermano mayor.
-¡Sí,
señores...! ¡Los periódicos han hablado de mí...! ¡Rusia entera me conoce
ahora...! ¡Usted, mamaíta, guarde este número como recuerdo...! ¡Lo leeremos de
cuando en cuando...!¡Miren!
Y Mitia,
sacando de su bolsillo un número de periódico y señalando con el dedo un pasaje
acotado con lápiz azul, se lo tendió a su padre.
El padre se
caló los lentes.
Mamaíta alzó
los ojos a la imagen y se santiguó. Papaíto se aclaró la voz y empezó a leer.
-"El
veintinueve de diciembre, a las once de la noche, Dimitri Kuldarov, escribiente
colegiado..."
-¡Lo ven! ¡Lo
ven...! ¡Siga!
-"...escribiente
colegiado..., saliendo de la cervecería sita en la calle Malaia Brosnaia, en la
casa Kosijin, y encontrándose en estado de embriaguez..."
-Éramos Simion
Petrovich y yo...! ¡Todo se describe...! ¡Hasta los más ligeros detalles...!
¡Continúe! ¡Siga! ¡Escuchen...!
-Éramos Simion
Petrovich y yo...! ¡Todo se describe...!
-"...encontrándose
en estado de embriaguez, resbaló, yendo a caer bajo el caballo del isvoschik Iván Durotov, vecino de la aldea Durikina, allí detenido. El
caballo, encabritado, después de pasar sobre Kuldarov, arrastrándole por encima
el trineo en que se encontraba el comerciante de Moscú, de segundo grado,
Stepan Lukov, voló calle abajo, teniendo que ser sujetado por los porteros.
Kuldarov, hallándose en el primer momento sin sentido, fue llevado a la Comisaría del distrito,
siendo allí reconocido por el médico... El golpe recibido en la nuca..."
-¡Me dio la
lanza del trineo, papaíto...! ¡Siga! ¡Siga leyendo!
-"recibido
en la nuca se considera de pronóstico leve. Ha sido levantada acta del suceso.
La víctima recibió asistencia facultativa... "
-¡Me mandaron
poner agua fría en la nuca...! ¿Estás leyendo...? ¿Eh...? ¡Así es como fue...!
¡Y ahora por toda Rusia ha corrido la noticia...! ¡Dadme el periódico!
Mitia cogió
el periódico, lo dobló y se lo metió en el bolsillo.
-¡Corro a
enseñárselo a los Makarov...! ¡Me falta todavía enseñárselo a los Ivanitzki, a
Natalia Ivanovna, a Ansim Vasilich...! ¡Me voy a escape! ¡Adiós!
Y Mitia,
calándose el gorro de la escarapela, triunfante y alegre, sale corriendo a la
calle.
A. Chejov