Como seguramente ya sabéis todos, han salido los nuevos de Salamandra. A partir de hoy mismo, para recibirlos en vuestra casa, podéis enviar un sobre timbrado (0,95 €) con vuestra dirección a:
-Y confieso a
vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una
grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de
ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona
tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así
el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según
deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el
tiempo que yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le ha de
dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, de que
se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced
le envía y ha de enviar? Porque podría ser que, al tiempo que ellos llegasen,
estuviese ella rastrillando lino,
o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla y ella se riese
y enfadase del presente.
-Ya te tengo dicho antes de agora muchas veces,
Sancho -dijo don Quijote-, que
eres muy grande hablador y que, aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas
de agudo; mas, para que veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero
que me oyas un breve cuento. Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y
rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, rollizo
y de buen tomo; alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por
vía de fraternal reprehensión: "Maravillado estoy, señora, y no sin mucha
causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra
merced, se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como
fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y tantos
teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir:
Éste quiero, aquéste no quiero". Mas ella le respondió, con mucho donáire
y desenvoltura:
»"Vuestra
merced, señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que
yo he escogido mal en fulano, por idiota que le parece; pues para lo que yo le
quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles". Así que, Sancho,
por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso tanto vale como la más alta princesa
de la tierra.
El
océano, según investigaciones antiguas chinas, tiene siete pisos de agua, cada
uno diferente del otro en salinidad, ligereza, claridad y habitantes. El dragón
está en el piso más profundo, aquél que toca el lecho de roca del océano. El
dragón del océano hace mucho tiempo que se durmió, pero un día despertará, y
hará mucho daño, pero es seguro que no llegará a dominar el mundo. En cambio,
en el cuarto piso del océano, está el pez por antonomasia. Antaño, los peces,
con su gran rey, dominaron la tierra y sometieron al hombre a esclavitud. Un
día los hombres se sublevaron, y armados de espejos -que los peces confundieron
con el agua-, lograron derrotar y encerrar a los peces en ellos, menos a su
gran jefe, que estaba disfrutando de la primavera en los jardines del cuarto
piso del mar. Viviremos tranquilos mientras los peces estén en el fondo de los
espejos, pero Jorge Luis Borges ha recogido unas noticias chinas en su Zoología
fantástica, según las cuales, si en silencio se mira con atención durante
horas el fondo de los espejos, se ve a un pez que allá, en la bruma lejana, se
mueve lentamente. Es el pez derrotado que busca cómo salir de su prisión y
volver a combatir a los humanos. Parece ser que esta vez seremos derrotados y
presa de los peces, quienes nos gobernarán «en inmisericordia, tiranía e
injusticia», por los siglos de los siglos. Alguien ha sugerido la posibilidad
de una alianza de los humanos con el gran dragón del fondo del océano. Pero,
¿quién puede descender hasta él para poder despertarlo?