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domingo, 31 de marzo de 2019

The Royal Castle in Warsaw - Museum



De la naturaleza de los dioses (2)

El dios o quiere eliminar los males y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni puede, o quiere y puede. Si quiere y no puede es débil, lo que no le corresponde a un dios; si puede y no quiere, es envidioso, lo que es igualmente ajeno a un dios; si ni quiere ni puede, es envidioso y débil, y, en consecuencia, tampoco es un dios; si quiere y puede -que es lo único acorde con un dios-, ¿de dónde proceden entonces los males, y por qué no los elimina?

Disputaciones tusculanas (1)

La realidad es que esos hombres, que no poseían aún el conocimiento de la ciencia de la naturaleza que se empezó a estudiar muchos años más tarde, solamente se hallaban convencidos de cuanto habían aprendido de las sugerencias de la naturaleza, pero carecían aún de las explicaciones racionales de las cosas y a menudo se dejaban impresionar por ciertas visiones, especialmente las nocturnas, que les inducían a creer que quienes habían abandonado la vida seguían viviendo.
Lo mismo sucede con los dioses: el argumento más sólido que puede aducirse para creer en su existencia es, en mi opinión, que no existe ningún pueblo tan salvaje, ni nadie que sea tan bárbaro, que no haya albergado en su mente una idea de la divinidad -es cierto que muchos tienen opiniones erróneas sobre los dioses, y ello suele ser el resultado de unas costumbres degradadas; no obstante, todos los hombres creen en la existencia de una fuerza y una naturaleza divinas, convicción que no viene originada por conversación o consenso humano, ni ha recibido el apoyo de las instituciones y las leyes; ahora bien, en toda cuestión, el consenso de todos los pueblos debe ser considerado una ley de la naturaleza- ¿Quién hay que no llore la muerte de sus seres queridos sobre todo porque los considera privados de las ventajas de la vida? Elimina esta creencia y eliminarás el luto. Es evidente que nadie se aflige porque haya recibido un daño personal, es posible que sufra y se angustie, pero aquellos lamentos tristes y las lágrimas de aflicción nacen del pensamiento de que la persona que amamos ha sido privada de las ventajas de la vida y de que sentimos su pérdida, y estos sentimientos nos los inspira la guía de la naturaleza, no razonamiento o doctrina alguna.

Cicerón

viernes, 29 de marzo de 2019

Sant Jordi - 2017 - Mollet del Vallés


Sobre la naturaleza de los dioses (1)

Y es que ha habido y sigue habiendo filósofos que estiman que los dioses no se preocupan en modo alguno de los asuntos humanos. Si su opinión es verdadera, ¿qué sentido pueden tener la piedad, la devoción o la práctica religiosa? 

Pero si los dioses, por su parte, no pueden ayudarnos, ni quieren hacerlo, ni cuidan de nosotros en modo alguno, ni advierten lo que hacemos, ni procede de ellos nada que pueda influir en la vida de los hombres, ¿qué motivo hay para que ofrezcamos a los dioses inmortales cualquier tipo de culto, de honor o de súplica? 

¿Quién no teme a un dios que todo lo ve de antemano, que todo lo medita y controla, y que, lleno de curiosidad y de ocupaciones, piensa que todo le incumbe?.

Si me preguntaras qué es o cómo es la divinidad, me serviría de la autoridad de Simónides, quien, al preguntarle eso mismo el tirano Hierón, solicitó un día para meditarlo. Cuando, al día siguiente, le preguntó lo mismo, pidió dos días. Como duplicaba el número de días una y otra vez y el extrañado Hierón no dejaba de preguntarle por qué actuaba así, respondió Simónides: «Porque, cuanto más tiempo lo considero, tanto más sombría parece ser mi esperanza». Lo que yo pienso, sin embargo, es que Simónides (quien, según se cuenta, fue no sólo un fino poeta, sino, además, docto y sabio), al acudir a su mente muchos pensamientos agudos y sutiles y dudar sobre cuál de ellos sería el más verdadero, perdió la esperanza de poder encontrar la verdad absoluta.

También ha contribuido a ello, muy probablemente, esa creencia en virtud de la cual nada le parece al ser humano más hermoso que el ser humano. ¿Pero es que tú no ves, como científico que eres, cuán lisonjera mediadora y casi proxeneta de sí misma es la naturaleza? ¿Piensas que hay bestia alguna, en tierra o mar, que no se deleite, sobre todo, con una bestia de su propia especie? Si esto no fuese así, ¿por qué no iba a refocilarse el toro al acoplarse con la yegua, o el caballo al hacerlo con la vaca? ¿Acaso consideras tú que un águila, un león o un delfín antepone figura alguna a la suya propia? Por tanto, ¿qué pasaría si la naturaleza se lo hubiera prescrito al ser humano del mismo modo, de manera que pensase que no existe nada más hermoso que él?, ¿sería extraño que fuera ésta la causa por la que consideramos a los dioses similares a los hombres?
Y bien, si las bestias albergasen razón, ¿crees que no asignaría cada una de ellas la primacía a su propia especie?

Cicerón

Caballo imaginando a Dios

A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el Caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete. 

Augusto Monterroso

miércoles, 27 de marzo de 2019

Polonia






Consejos de un aristócrata bizantino (3)

No pretendas que los adivinos te predigan el futuro: todo llegará, aun cuando no te lo hayan predicho. Y si es malo ¿es que te será útil consumirte y abatirte antes en el dolor?
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No calumnies a un hombre inocente, ni ante los tribunales ni por dinero. Pero ¿por qué digo inocente? ¡Ni siquiera a un culpable!
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No avales a nadie, pues muchos que dieron avales se buscaron con ellos su ruina. Pero ni aunque sea un íntimo amigo tuyo debes avalarle, sino que si lo tienes, dale cuanto necesite y así madurará vuestro afecto. Pero si le das el aval, perderás no sólo lo avalado, sino que echarás a perder además vuestra amistad y algunos te tendrán por insensato.
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Si en verdad no quieres caer en manos de médicos, come hasta saciarte a mediodía, pero abstente de cenar y no perjudicará a tu estómago lo que hayas ingerido. Pero si te sobreviene una enfermedad, ayuna y te curarás sin médico. Piensa de dónde pudo venirte la enfermedad. Si de un enfriamiento, caliéntate; si de un atracón, abstente de comer; si de agotamiento o insolación, reposa, que, con la ayuda de Dios, tú mismo te curarás. Nunca te pongas un emplasto sobre el vientre. Si, con todo, te lo pones, quizás te será útil para dos o tres días, o incluso una semana, pero a partir de ese momento ya no te irá bien.
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Ten ánimo, no hay nada bueno que se consiga sin esfuerzo: de las espinas, las rosas y de los sudores, los bienes.
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Si alguien te hizo bien, socórrela cuando padezca tribulación, pero no pretendas que alguien, porque le hiciste algún bien, comparta tus desgracias cuando tú padezcas tribulación.  La desgracia es un mal lleno de sombras y desolación. La considero una parte de la pena de ultratumba. ... El que es de natural sombrío, está por encima de las desgracias.
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Es imposible que no cause dolor aquello que nos hizo felices. Te voy a contar las viejas palabras de un habitante de Larisa, que se llamaba Juan y era su obispo. Dijo éste a alguien: «Si te hace feliz un amigo o un sirviente, acuérdate de que es un hombre y de que morirá como un hombre; y cuando haya muerto, no te alteres, pues de nada servirá. Si disfrutas en cambio con una vasija, que es quizás de oro, de plata o de vidrio, piensa cuando la tengas que se estropeará o bien se romperá. Si esto sucede no te alteres. Piensa así en cada caso y nunca te encontrarás abatido». 
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No toleres que tu hermano carnal sea humillado, pues la ofensa alcanzará a tu padre y a tu madre.
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El que reconoce sus propias faltas es sabio.
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Yo afirmo que todos los hombres son criaturas de un solo hombre, Adán, tanto los emperadores y los poderosos como los ganapanes. Yo he visto a personas que se daban grandes humos, acabar como ladrones, adivinos y magos -a estos llamo yo plebeyos-. Pues el hombre, por ser racional, si quiere puede llegar a ser Dios por la Gracia de Dios. 
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El águila que remonta su vuelo, si le falta una pluma, sin duda ya no vuela tan bien.
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De entre los rayos, algunos tienen una forma lineal, otros se mueven en espiral, otros son resplandores intensos. Dicen que el rayo se produce en el mismo momento que el trueno, pues al romperse la nube se origina el rayo junto con el trueno. Desde luego el rayo se produce al instante, puesto que se ve, pero el trueno se retrasa hasta que su eco llega a tierra desde lo alto, y por eso el trueno se puede oír sólo después del rayo.
Te voy a contar a modo de ejemplo una cosa que tiene algo que ver con esto. Fíjate cuando a lo lejos desde una altura alguien de pie te hace señas. Primero ves cómo su mano golpea el madero y después de un rato percibes con tu oído el eco del golpe.
Te voy a contar también otro caso, tal vez algo particular, pero sin duda verdadero. Coge una vejiga de cerdo, que llaman uretra, llénala de aire, luego átala y con el aire encerrado dentro déjala en tierra. Salta de golpe con los pies encima de ella, que al instante se romperá con ruido al estallar. Esto sucede por el aire que está dentro y por el golpe de los pies, al romperse la vejiga y salir disparado el aire de dentro. Piensa que lo mismo ocurre en la nube, pues está llena de aire que está dentro de la humedad, como si ésta apelmazara la oquedad de la nube y encerrara en ella el aire, de forma que cuando la humedad externa hace presión, o bien cuando la violencia del aire la rompe, produce el eco. Produce también un gran eco cuando está junto a otra nube y ambas chocan por un casual.

Cecaumeno

lunes, 25 de marzo de 2019

Aurelio Suárez




Consejos de un aristócrata bizantino (2)

Cuando la fortuna te sonría, debes acordarte, hijo mío, del hombre que sufrió por ti. El que se olvida de él, de Dios se olvida. 
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Cada vez que alguien inicie una conversación, déjale que la termine, que si su saber es bueno, te aprovechará y si es innoble te aprovechará igualmente, pues lo podrás censurar. 
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No duermas ni permanezcas en casa en la que sabes que hay una serpiente, sea ésta grande o pequeña.
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Si alguien te pide que le des limosna, dásela sin vacilar y no lo aplaces. Si es amigo tuyo, da gracias a Dios porque le auxiliaste con tus propias manos; pero si es enemigo, porque te buscó y recibió de ti; y si es un desconocido, figúrate que es Cristo y dale las gracias.
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En el caso de que alguien te pida un préstamo, si lo quiere de verdad para rescatar prisioneros o por cualquier otra causa apremiante y justificada, dale lo que puedas. Si él no te lo devuelve, Dios te proporcionará el doble, con tal de que no fuese el préstamo por el interés o por ganancia ilícita y amor a Satán. Si lo necesita para arrendar la recaudación de impuestos, para comprar siervos, propiedades o algo similar, o para negocios, no se lo des, que echarás a perder tus asuntos y de un amigo harás un enemigo.
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Además de con éstos, ten cuidado con los que pretenden engañarte con el préstamo que les das, pues muchos perdieron así su pan. Escucha cómo. Al principio, el que quiere que le prestes así el dinero, no pide un préstamo, sino que te enviará alguna vianda, tal vez liebres, perdices o peces y otras cosas, como perfumes. Luego hará esto dos y tres veces, y enseguida te invitará una y dos veces a su casa, como si te apreciase. Entonces te mostrará una buena cantidad de oro que ha pedido prestada de otro y te dirá: «Entregué esto para un negocio tal, pero no aceptan esta acuñación, sino tal otra», justamente la que él cree que tú tienes. «Y sé», dice, «que tienes de ésa. Si me aprecias, dámela, no sea que eche a perder el negocio, puesto que espero obtener una amplia ganancia. Mañana o al acabar la semana recibirás lo que te pertenece junto con magníficos presentes». Pero si no te dijese esto, entonces dirá otra cosa del estilo de: «Tengo a mano estos nomismas que ves, pero se perdió la llave del arcón», o bien: «Ayer vino un amigo mío y le di tantas libras. Ahora las necesito, dámelas. No hay peligro de que pierdas el dinero por mi culpa». Diciéndote esto pues, te seduce, o mejor, te ablanda, y tú le darás el préstamo de todo corazón, pues te acuerdas de todos los manjares que él te envió y de las mesas tan bien servidas y esperas que eso continúe así. Pero él, aceptándolo, considerará que se ha ganado tu dinero y dirá: «Alabadas las liebres y todo lo demás que le envié; benditas las mesas que tanto oro me aportaron». Poco a poco empezará a alejarse de ti. Le advertirás que te devuelva el dinero y te responderá con palabras agradables. Luego intentará ocultarse de ti. Tú madrugarás ante su puerta y él ni respuesta te dará, así que te retirarás abatido. Pero aunque entrases de improviso y quisieses hablarle, pondrá alguna otra excusa, como que está irritado contra otra persona o que está de luto. Aunque, superando la violencia que sientes, le dijeras algo, él te dirá: «¿No te avergüenzas de presionarme por culpa de aquellos nomismas adulterados y sin pesar? Créeme, si hubiera sabido que eras así, no te los habría cogido. Pues yo», dice, «no he concluido mi negocio». Y añadiendo a éstas otras convincentes razones, te despachará de vacío. Después de eso te dirá: «Créeme, los manjares que te envié y las mesas que con tanto gasto te puse y los perfumes que quemaste y con los que te ungiste, eran de mucho valor. ¿Por qué iba yo a avergonzarme ante ti?». Y restará incluso esto del capital. Aunque quieras recuperar la mitad, no te la dará, sino que te censurará y te calumniará con todos los medios a su alcance. Pero ¿para qué seguir hablando? Será tu enemigo más odiado, escupirá fuego contra ti. Unas veces los que cogen dinero en préstamo lo intentan mediante estratagemas semejantes, pero otros se sirven de hermanamientos y padrinazgos, ofrecen en matrimonio a sus hijas e hijos y prometiendo lo que está más allá de su capacidad, intentan mediante todo tipo de estratagemas, privarte de tu dinero. Ten pues cuidado con éstos.

Cecaumeno



sábado, 23 de marzo de 2019

Chubb Insurance


Consejos de un aristócrata bizantino (1)

El suceso tuvo lugar en el año 1014: Basilio II derrotó a las tropas del zar de los búlgaros Samuel (980-1014) en la región macedonia del alto Strimón y capturó a 14.000 enemigos. El emperador los cegó a todos menos a uno de cada cien que dejó tuerto para que guiara a sus compañeros de regreso a Bulgaria. Al ver llegar este terrible cortejo a Prilep, Samuel cayó al suelo sin sentido y murió dos días más tarde.
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Guárdate de la censura: si haces algo bien y te censuran los insensatos, no vaciles por ello, que mejor es que te censuren muchas personas carentes de juicio, que una sola sabia y experimentada.
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Que aprendan los que están bajo tu mando a actuar con prudencia imitando tu comportamiento. La justicia es un arma de guerra.
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Desde el momento en que revelas tus secretos a alguien, pasas a ser desde entonces su esclavo y cometerá contigo las mayores injurias y ofensas sin que te atrevas a replicarle. ¿Por qué ibas a sacrificar tu libertad voluntariamente? Sin duda dirás: «Es un hombre virtuoso y no divulgará mis secretos». No te das cuenta de que tú mismo despreciaste tus secretos cuando hiciste que otros oídos los escucharan. Lo que entra por los oídos, por los labios se divulga. De ahí que no debas comunicar tus secretos a nadie. No en vano dice el profeta: «Guárdate de decir nada al que duerme contigo».
***
Planta todo tipo de árboles, y cañaverales que te produzcan beneficios y no requieran cuidados todos los años, pues te facilitarán el descanso.
***
El que contempla las injusticias y no habla, es perverso.

Cecaumeno


jueves, 21 de marzo de 2019

Eu leo en galego



Poemas

Mi amante dice que ella no quiere hacer el amor con nadie, 
salvo conmigo, ni aunque se lo pidiera el mismo Júpiter. 
Eso dice, pero lo que dice una mujer a un amante apasionado 
hay que escribirlo en el viento y en el agua corriente.

***

No pretendas obtener el agradecimiento de nadie por algún favor,
 ni creas que alguien pueda considerarse fiel. 
Todo es ingratitud; de nada (aprovecha) haber obrado bien; 
al contrario, incluso provoca disgustos y, lo que es más, rencor,
 como a mí, a quien nadie persigue con mayor dureza
 ni con más ensañamiento que quien hasta hace poco 
me tuvo a mí como solo y único amigo.

***

Lesbia me critica siempre 
y no deja de hablar nunca de mí.
 Que me muera si Lesbia no me ama. 
¿Que qué pruebas tengo? 
Porque otro tanto me ocurre a mí. 
La maldigo continuamente, 
pero que me muera si no la quiero.

Catulo

martes, 19 de marzo de 2019

dÉpoca - Patricia Brent, solterona






Poemas

Gorrión, objeto de las delicias de mi niña, con quien suele jugar y retenerlo en su regazo, a quien, en su agresividad, acostumbra a ofrecer la yema del dedo e incitar sus duros picotazos, cuando a mi radiante amor le gusta entregarse a no sé qué apacible juego, pequeño consuelo a su dolor, para calmar, supongo, su ardiente pasión. Pudiera yo, como ella, jugar contigo y aliviar los tristes cuidados de mi alma.

***

Llorad, ¡oh Venus y Cupidos!, y vosotros, cuantos hombres hay sensibles al amor. El pájaro de mi niña ha muerto; el pájaro, objeto de las delicias de mi niña, a quien ella amaba más que a sus propios ojos, pues era como de miel y la conocía tan bien como una hija a su madre y no se apartaba de su regazo, sino que, dando saltos de un lado para otro, sólo a su dueña piaba siempre. Ahora avanza por aquel camino cubierto de tinieblas, de donde dicen que no vuelve nadie. Pero os maldigo, malditas tinieblas del Orco, que todo lo bello devoráis. Tan bonito pájaro me habéis robado. ¡Oh maldito crimen! ¡Oh gorrioncillo, digno de lástima! Ahora, por tu causa, los ojitos de mi niña enrojecen hinchados de llanto.

Catulo



Lucía

Vuela esta canción para ti Lucía
La más bella historia de amor que tuve y tendré
Es una carta de amor que se lleva el viento
Pintada en mi voz
A ninguna parte, a ningún buzón.

No hay nada más bello
Que lo que nunca he tenido
Nada mas amado que lo que perdí
Perdóname si hoy busco en la arena
Una luna llena que arañaba el mar

Si alguna vez fui un ave de paso
Lo olvidé para anidar allí en tus brazos
Si alguna vez fui bello y fui bueno
Fue enredado en tu cuello y tus senos
Si alguna vez fui sabio en amores
Lo aprendí de tus labios cantores

Si alguna vez amé, si algún día
Después de amar, amé
Fue por tu amor, Lucía, Lucía

Tus recuerdos son cada día mas dulces
El olvido sólo se llevó la mitad
Y tu sombra aún se acuesta en mi cama
Con la oscuridad entre mi almohada y mi soledad.

domingo, 17 de marzo de 2019

Cristina Franco Roda



Protágoras fue el sofista que poseyó, con mucho, los más vastos conocimientos, el más elocuente entre los primeros descubridores de la Retórica, contemporáneo y compatriota de Demócrito, el físico, de quien tomó su doctrina. Dicen que este Protágoras convino con su discípulo Evado unos honorarios excesivamente elevados, pero con la condición temeraria de que Evado sólo le entregaría el dinero, si en su primera actuación ante los jueces hubiera ganado el proceso. Cuando Evado hubo aprendido, sin gran esfuerzo, todos los resortes capaces de suscitar la piedad de los jueces, las trampas que se tienden a los adversarios y los restantes artificios oratorios, hombre retorcido, por lo demás, y astuto por naturaleza, contento por haber aprendido lo que deseaba saber, comenzó a negarse a pagar lo que había convenido y a burlarse de su maestro, inventando excusas dilatorias y rehusando durante algún tiempo actuar ante los jueces y pagar. Por fin Protágoras lo citó ante los tribunales y, una vez explicada la condición bajo la que lo había aceptado como discípulo, presentó el caso en forma de dilema, diciendo: «Si gano yo el proceso, deberás pagarme mis honorarios, por haberlo perdido tú; si lo ganas tú, me los tendrás que pagar también, porque así lo has estipulado, puesto que será ésta la primera causa en la que has triunfado ante los jueces. Así, pues, si vences, incurres en la condición pactada; si eres vencido, quedas obligado por la sentencia condenatoria». ¿Qué más queréis saber? La conclusión les parecía a los Jueces decisiva e irrefutable. Pero Evado, como consumado discípulo de tan astuto maestro, retorció el dilema propuesto diciendo: «Si, en efecto, es como dices, en ninguno de los dos casos te debo lo que me pides. Porque, o venzo en el juicio y, por consiguiente, quedo absuelto, o soy vencido y, por tanto, quedo libre de lo convenido, en virtud de lo cual no debo pagarte esos emolumentos, si pierdo ante los jueces mi primer proceso. Así, pues, de todos modos quedo liberado; si soy vencido, por la condición impuesta por el pacto; si venzo, en virtud de la decisión judicial».

Apuleyo