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sábado, 18 de agosto de 2018

Arenys de Mar


La mina del jardín de los pavos reales (11)

El Daroga Nabi Bakhsh estaba en lo cierto. Justo al día siguiente por la mañana temprano se presentaron en mi casa un macero y dos oficiales del gobierno. Con ellos también estaba el Daroga. Después de proceder a mi identificación, uno de los oficiales comenzó a leer la orden imperial, que decía más o menos así:

«Se hace saber a Kale Khan, hijo de Yusuf Khan, que su petición llegó a Su Majestad. Habiendo robado éste del Jardín de los Pavos Reales a la llamada Falak Ara y habiéndosela llevado a su casa, tal como él mismo confiesa en su propia declaración, queda despedido de su trabajo en el palacio real, aunque seguirá recibiendo su salario.
Como recompensa por haber adiestrado a la mina Falak Ara, se concede la susodicha mina a la hija de Kale Khan, también llamada Falak Ara. Asimismo se le concede del tesoro real, un ashrafi al mes para los gastos de alpiste yagua que pueda requerir la mina.
Y también se hace saber a Kale Khan, hijo de Yusuf Khan, que uno sólo roba en aquella casa en la que algo le ha sido negado después de haberlo solicitado.»

Esta última frase me hizo llorar desconsoladamente. Me quedé cabizbajo. Entre tanto, otro oficial cogió de manos del macero la jaula cubierta con una tela gruesa roja y me la pasó a mí. Después sacó un talego de su cinturón, me lo entregó, y me hizo contar los doce ashrafis que contenía. Me dijo que era la asignación anual para los gastos de la mina, y después de extender un recibo, me felicitó. El Daroga Nabi Bakhsh también me felicitó y a continuación le dijo al macero:
-Bueno, Mian Bande Ali, ¿hemos terminado?
-Sí, ya hemos terminado -dijo él-. ¿Por qué, Daroga Sahab? ¿No va a regresar con nosotros?
-No amigo mío, creo que voy a ir a Husainabad.
-Claro, claro -dijo Bande Ali con gran fervor-, haga usted el favor de rezar también por mí cuando vaya.
-¡Eso no hace falta ni decirlo!
El Daroga me miró, y con un ligero movimiento de la cabeza me preguntó «Ya sabes, ¿no?» y yo, le respondí que sí haciendo también un leve gesto con la cabeza.
Una vez que se hubieron marchado todos, entré en casa, y me pareció que estaba soñando. Falak Ara estaba durmiendo. Coloqué la jaula en el patio y al quitarle la funda de tela me quedé asombrado.
-¡Es de oro! -exclamé, y ya no me fijé en la extrema belleza de la jaula. Mientras estaba intentando adivinar qué valor tendría, oí un sonido suave de Falak Mina. Me estaba mirando con los ojos soñolientos. Después empezó a mover la cabeza arriba y abajo, a agitar las alas, y a trinar con fuerza. Yo fui corriendo a la habitación de fuera, saqué la jaula antigua, y metí a la mina en ella, y volví a la habitación para esconder la jaula nueva allí. Justo entonces oí la voz de Falak Ara.
-¡Mi mina ya se ha puesto buena! ¡Mi mina ya se ha puesto buena!
Al salir de la habitación, me volvió a dar aquella noticia muy contenta, pero en aquel momento yo tenía otras preocupaciones.
-Bueno, primero lávate la cara y las manos, y después hablas con ella todo lo que quieras -le dije, y me dirigí a la entrada y me quedé allí de pie.
Dentro de la casa se oían los trinos de la mina y el parloteo de Falak Ara. Parecía realmente como si dos hermanas se hubieran re encontrado después de mucho tiempo. De repente se pararon las voces y oí:

-Falak Ara es una princesa, sólo come jalebis y fresas. Es la hija blanquita del Kale Khan.

-y después oí sonidos de risas y palmadas. No fui capaz de distinguir si la que hablaba era Falak Ara o su mina.

(Sigue)