La mina del jardín de los pavos reales (12)
Me pasé todo el día yendo y viniendo de la puerta al interior y del interior a la puerta de la casa. No hacía más que pensar que el Daroga Ahmad Ali Khan estaría a punto de llegar, pero después de estarlo esperando en la puerta durante un rato, volvía a entrar en casa. Finalmente, cuando ya casi era de noche, lo vi acercarse. Con él venía otro hombre con aspecto de aldeano. Llevaba un lungui, una kurta muy gruesa, un chal atado a la cintura, y en la cabeza, un turbante cuyo extremo le cubría la cara de tal forma que sólo se le veían los ojos y la mitad de la nariz. El brillo de sus ojos me atemorizó un poco. Entre tanto llegaron a la puerta y nos saludamos. Ahmad Ali Khan me saludó brevemente, y después me señaló al hombre del turbante y me dijo:
Me pasé todo el día yendo y viniendo de la puerta al interior y del interior a la puerta de la casa. No hacía más que pensar que el Daroga Ahmad Ali Khan estaría a punto de llegar, pero después de estarlo esperando en la puerta durante un rato, volvía a entrar en casa. Finalmente, cuando ya casi era de noche, lo vi acercarse. Con él venía otro hombre con aspecto de aldeano. Llevaba un lungui, una kurta muy gruesa, un chal atado a la cintura, y en la cabeza, un turbante cuyo extremo le cubría la cara de tal forma que sólo se le veían los ojos y la mitad de la nariz. El brillo de sus ojos me atemorizó un poco. Entre tanto llegaron a la puerta y nos saludamos. Ahmad Ali Khan me saludó brevemente, y después me señaló al hombre del turbante y me dijo:
-¿Lo reconoces, Kale Khan?
-Si le viera la cara, a lo mejor lo reconocería.
-No, tal como está ahora ¿lo reconoces? -me preguntó, y después me preguntó- Si lo volvieras a ver ¿lo reconocerías?
-Si reconociera su turbante lo reconocería.
-Sabia respuesta -dijo el Daroga asintiendo con la cabeza-. Bien, mira, este hombre quiere comprar el pájaro real y la jaula que te entregaron como premio. Dime: ¿Qué dices?
Yo estuve a punto de negarme rotundamente, pero me contuve y dije:
-¿Qué puedo decir yo, Daroga Sahab? Usted es mi intermediario.
-Entonces, ¿me nombras intermediario tuyo?
-Sí.
-En ese caso le vendo tu mina a él, y también la jaula. Ahora fijaremos el precio -dijo el Daroga, y después se dirigió al otro hombre y le dijo-: Déle un adelanto, y tómele juramento.
El hombre me dio una rupia y me dijo:
-Kale Khan, hijo de Yusuf Khan, júrame por Alá que no le dirás a nadie por cuánto has vendido la mina. Puedes, no obstante, decir el dinero por el que has vendido la jaula. Si alguien te pregunta por cuánto dinero vendiste el pájaro, di que juraste no decirlo.
Yo lo juré y a continuación Chote Mian me dijo:
-Intenta distraer a tu hija, y trae la mina y la jaula.
Entré en casa, vi a Falak Ara al lado de la jaula y le dije:
-Falak Ara, hija mía, es la hora de que se siente en su percha. Si no duerme bien, se volverá a poner mala. La voy a sacar a que le dé el aire ya que el médico me dijo que lo hiciera.
Falak Ara se levantó inmediatamente y se fue a la veranda interior. Yo cogí la jaula real de la habitación exterior y también la jaula con la mina y salí fuera. El Daroga Chote Mian, me dijo contento:
-¿Cambiaste la jaula? Bien hecho, Kale Khan.
Entregó ambas cosas a aquel hombre y le preguntó:
-¿Tiene la jaula?
-Sí -dijo.
-¿Tiene la mina?
-Sí -dijo.
-En ese caso, ya puede marcharse.
El hombre cogió las dos jaulas, se dio la vuelta y se puso en camino. Yo estaba a punto de salir corriendo tras él, pero Chote Mian me cogió del brazo.
Yo le dije:
-Chote Mian, sin la mina mi hija...
-Ten paciencia, Kale Khan, ten paciencia -me dijo, y me señaló hacia delante.
El hombre del turbante estaba regresando. Había envuelto la jaula real en el chal y se la había puesto en la cabeza, y parecía un lavandero. Se acercó y le dio a Chote Mian la otra jaula con la mina, y se volvió a marchar a paso veloz.
El sol se acababa de poner, y yo no le veía muy bien la cara a Chote Mian. Él me entregó la jaula. Yo estaba un poco inquieto y él me dijo:
-Todo esto redundará en tu beneficio, Kale Khan con la condición de que hables con templanza. Prométeme que ni tú te enfadarás ni harás enfadar a otros. Y hoy no te acuestes muy pronto.
-¿Muy pronto? -le dije-. ¿Cómo voy a poder dormir en un día como hoy, Daroga Sahab?
-Amigo mío, ya te he dicho que es por tu bien. Lo importante es que mantengas la serenidad.
Después de decir eso, se marchó. Yo entré en casa con la jaula, y cuando estaba colgándola de la cuerda de tender del patio, vi de reojo que Falak Ara estaba asomada detrás de una columna de la veranda interior. Yo la acosté en el takht, y ella estuvo hablándome de la mina y al cabo de muy poco tiempo se durmió. Me levanté para cubrirla con algo, y justo en ese momento el Daroga Nabi Bakhsh llamó a la puerta.
-Ya está todo preparado -me dijo-. No digas nada, sólo ven conmigo. Coge a tu hija y a la mina. ¿Vive alguien más en tu casa?
-Nadie más -dije, pero después me acordé y dije-: Bueno, sólo la madre de Jumarati.
-Y, ¿quién es esa señora? Bueno, es igual, llévala también a ella. Hay un palanquín esperando fuera. Y date un poco de prisa, Kale Khan.
-Daroga Sahab, ¿me llevo algo de la casa?
-Tú vas a volver dentro de un rato. Coge únicamente las cosas de tu hija y de esa señora, la madre de cómo se llame, y, si quieres, un par de cosas tuyas.
(Sigue)