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jueves, 31 de octubre de 2019

Museo de la Acrópolis


Ensayos (40)

Lo mismo digo de la filosofía; tiene tantos aspectos y tanta variedad, y ha dicho tanto, que todos nuestros ensueños y fantasías se hallan en ella. Nada puede concebir la imaginación humana, ni para bien ni para mal, que en ella no se encuentre. «Nihil tam absurde dici potest quod non dicatur ab aliquo philosophorum». («No se puede decir nada tan absurdo que no haya sido dicho por algún filósofo,» (Cicerón, De la adivinación, 11, 58).). Y por ello déjome hablar en público tanto más caprichosamente cuanto que, aunque mis ideas hayan nacido en mí y sin modelo, sé que hallarán relación con alguna postura antigua y que no faltará alguno que diga: ¡He aquí de donde lo tomó!

No se ha de querer morir para vengarse, como hizo Gobrias: pues hallándose en estrecha lucha con un señor de Persia y surgiendo Darío empuñando la espada, el cual temía golpear con ella por miedo a matar a Gobrias, gritóle éste que diera sin temor, y de resultas atravesó a los dos.

He visto condenarse a muchos, al ofrecérseles armas y condiciones de combate tan desesperadas que quedaba fuera de toda posibilidad el que uno u otro pudiera salvarse. Los portugueses apresaron a catorce turcos en el mar de las Indias, los cuales sin resignarse a su cautiverio resolviéronse con éxito a reducir a cenizas a sus dueños, al navío y a ellos mismos, frotando unos contra otros unos clavos de la embarcación, hasta que una chispa cayó en los barriles de pólvora de cañón que allí había.

El cielo y las estrellas se movieron durante tres mil años; todo el mundo lo había creído así hasta que Cleanto de Samos, o, según Teofrasto, Nicetas de Siracusa se atrevió a mantener que era la tierra la que se movía por el círculo oblicuo del Zodiaco, girando sobre su eje; y en nuestra época, Copérnico ha establecido tan bien esta teoría que la utiliza muy justamente para todas las consecuencias astronómicas. ¿Qué concluiremos de esto sino que no nos ha de importar cuál de los dos? ¿Y quién sabe si una tercera opinión de aquí a mil años no echará abajo las dos anteriores?

Dionisio el Tirano ofreció a Platón un vestido a la moda de Persia, largo, damasquinado y perfumado; rechazólo Platón diciendo que habiendo nacido hombre, no se vestiría por propia voluntad con vestido de mujer; mas Aristipo aceptólo con esta respuesta: Que ningún atuendo podía corromper un corazón puro. Criticábanle sus amigos la cobardía de tomar tan poco a pecho el que Dionisio le hubiera escupido al rostro: Los pescadores, dijo él, soportan bien el que las olas los bañen de pies a cabeza para atrapar un gobio. Estaba Diógenes lavando coles y viéndole pasar le dijo: Si supieras vivir de coles no harías la corte a un tirano. A lo que Arístipo contestó: Si supieras vivir entre los hombres, no lavarías coles. He aquí cómo la razón proporciona fundamento para distintas acciones. Es un cántaro de doble asa, que se puede agarrar por la derecha y por la izquierda.

A Metrocles escapósele algo inoportunamente un pedo mientras discutía en presencia de su escuela, y permaneció en su casa ocultándose de vergüenza hasta que Crates fue a visitarlo; y añadiendo a sus consuelos y razones el ejemplo de su libertad, púsose a tirarse pedos emulándolo y liberándolo de sus escrúpulos y además lo atrajo a la secta estoica, más franca que la secta peripatética, en la cual, más cívica, había profesado hasta entonces.

Preguntaron lo que hacía a un filósofo al que sorprendieron en dicha tesitura. Respondió tranquilamente: Estoy plantando un hombre, sin ruborizarse más por haber sido encontrado así, que si lo hubieran hallado plantando ajos.

Nuestra saliva limpia y seca las heridas y sin embargo mata a la serpiente:
Tantáque in his rebus distancia differitásque est, ut quod aliis cibus est, aliis fuat acre venenum. Saepe etenim serpens, hominis contacta saliva, disperit, ac sese mandendo conficit ipsa.  («En estas cuestiones hay tantas distancias y diferencias que el alimento de uno es veneno para otro. A menudo, en efecto, tocada por la saliva humana, la serpiente enferma y se devora a sí misma.» (Ibidem, íd., IV. 663).). 

¿Qué propiedad daremos a la saliva? ¿Según nuestro punto de vista o según el de la serpiente? ¿Por cuál de los dos sentidos comprobaremos la verdadera esencia suya que buscamos? Dice Plinio que hay en las Indias ciertas liebres marinas que para nosotros son veneno y nosotros para ellas, de forma que con sólo tocarlas las matamos: ¿quién es el verdadero veneno, el hombre o el pez? ¿A quién creeremos al pez acerca del hombre o al hombre acerca del pez? Cierta propiedad del aire infecta al hombre mas no perjudica al buey en modo alguno; otra, al buey sin perjudicar al hombre: ¿cuál de las dos será verdaderamente y por naturaleza propiedad pestilente?

Montaigne, Michel de