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domingo, 13 de octubre de 2019

Penya Filatélica - Vilanova i la Geltrú




Ensayos (31)

Catón el Viejo decía en su época que a tantos criados, tantos enemigos. 

El difunto señor mariscal de Monluc, al perder a su hijo, que murió en la isla de Madeira, bravo gentilhombre en verdad y que prometía mucho, insistíame sobre todo, entre otros lamentos, en la tristeza y desesperación que sentía por no haberse comunicado jamás con él; y por haber perdido a causa de esa grave y severa actitud paterna, el placer de gozar y conocer a fondo a su hijo y de declararle también el gran amor que le tenía y la digna opinión que de su virtud se hacía. Y este pobre hijo, decía, no ha visto de mí más que una actitud ceñuda y llena de desprecio, y se ha ido con la idea de que no he sabido ni amado ni estimado como merecía. ¿Para quién dejaba yo el descubrir este singular afecto que por él sentía en mi corazón? ¿No era él acaso quien debía gozar de todo el placer y sentirse obligado? Heme forzado y violentado para mantener esa máscara vana; y con ello he perdido el placer de su conversación y al mismo tiempo su cariño que ha tenido que ser muy tibio al no haber recibido de mí más que rudeza y maneras tiránicas. Estimo que estos lamentos eran razonables y fundados: pues, como sé por experiencia muy concreta, no hay consuelo más dulce en la pérdida de nuestros amigos, que el que nos proporciona la certeza de no haber olvidado decirles nada y haber tenido con ellos una perfecta y total comunicación.

Yo, que hago las leyes, sostengo que ni vosotros os pertenecéis, ni os pertenece aquello de lo que gozáis. Y vuestros bienes, como vosotros, son de vuestra familia, tanto pasada como futura. Mas pertenecen aún más a lo público vuestra familia y vuestros bienes. Por lo cual si algún adulador en vuestra vejez o enfermedad, o alguna pasión, os empuja erróneamente a hacer testamento injusto, yo os guardaré de ello. Mas respetando el interés universal de la ciudad y el de vuestra familia, estableceré leyes y haré sentir, por ser razonable, que el bien particular ha de ceder ante el común. Partid tranquilos y felices y con buena voluntad allí donde la necesidad humana os llama. Me corresponde a mí, a quien no afecta más una cosa que otra, a mí que me cuido de lo general cuanto me es posible, el cuidar de lo que dejáis.

Y digo esto de las cabras, porque es corriente ver en los alrededores de mi casa a las mujeres que no pueden criar a sus hijos con sus pechos, recurrir a las cabras; y hoy en día tengo a dos lacayos que sólo mamaron leche de mujer durante ocho días. Esas cabras acostúmbranse de inmediato a venir a amamantar a esos pequeños, reconocen su voz cuando chillan y acuden corriendo: si les presentan a otro mamón, lo rechazan; y lo mismo hace el niño con otra cabra. Vi a uno, hace poco, al que quitaron la suya porque su padre habíala pedido prestada a un vecino suyo: nunca pudo tomar apego a la otra que le presentaron y murió, sin duda alguna, de hambre. Los animales alteran y bastardean con igual facilidad que nosotros el amor natural.

Creo que a menudo hay error en lo que cuenta Herodoto de cierta región de Libia en la que se alterna con las mujeres indistintamente y, cuando el niño es capaz de andar, adopta como padre a aquel hacia el que por inclinación natural da sus primeros pasos en medio de mucha gente.

Montaigne, Michel de