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miércoles, 23 de octubre de 2019

Galicia no tempo


Ensayos (36)

Mantened calientes los pies y la cabeza; por lo demás, vivid como los animales.

En cuanto a la amistad, es la suya incomparablemente más viva y constante que la de los hombres. Hircano, el perro del rey Lisímaco, al morir su amo, permaneció obstinadamente en su lecho sin querer beber ni comer; y el día en que quemaron su cuerpo, siguióle corriendo y lanzóse al fuego en el que se abrasó. Como hizo también el perro del llamado Pirro, pues no se movió de encima de la cama de su amo desde que aquél murió; y cuando se lo llevaron, dejóse llevar con él y finalmente arrojóse a la hoguera en la que quemaban el cuerpo de su amo. Hay ciertas inclinaciones afectivas que a veces nacen en nosotros sin el consejo de la razón, que vienen de una fortuita ligereza que otros llaman simpatía; son los animales tan capaces de ellas como nosotros. Vemos cómo los caballos llegan a tomarse tal apego unos a otros que nos cuesta hacerlos vivir o viajar por separado; los vemos dedicar su afecto a ciertas crines de sus compañeros o a cierto aspecto, y, allí donde los encuentran, acudir de inmediato con regocijo y muestras de cariño y tomar odio y despego a toda otra forma. Los animales eligen como nosotros en cuestión de amores y realizan cierta selección de sus hembras. No están exentos de nuestros celos ni de envidias extremas e irreconciliables.

Los animales son mucho más comedidos que nosotros y se mantienen con mayor moderación dentro de los límites que la naturaleza nos ha prescrito; mas no tan estrictamente como para no conservar algo de nuestra corrupción. Y así como se ha dado el caso de furiosas apetencias que empujaron a los hombres a amar a animales, arrebátanse también éstos a veces de amor por nosotros y sienten monstruosos afectos entre una especie y otra; prueba de ello, el amor del elefante Corival de Aristófanes, el gramático, por una joven florista en la ciudad de Alejandría, que en nada desmerecía de los oficios de un pretendiente harto apasionado; pues, al pasearse por el mercado donde vendían frutas, cogía algunas con su trompa y se las llevaba; perdíala de vista lo menos posible y a veces poníale la trompa en los senos por debajo del corpiño para tocarle los pezones. 

En cuanto a sutileza maliciosa, ¿hay otra más expresa que la del mulo del filósofo Tales? Este, al atravesar un río cargado de sal y tropezar por casualidad de manera que los sacos que llevaba se mojaron, percatándose de que la sal diluida por este procedimiento habíase vuelto más ligera no dejaba jamás, en cuanto se topaba con algún riachuelo, de sumergirse dentro con la carga; hasta que su amo, descubriendo su malicia, ordenó lo cargaran de lana, con lo que, viéndose engañado, dejó de emplear aquella argucia. Hay muchos que imitan espontáneamente la forma de nuestra avaricia, pues se da en ellos extremado afán por apoderarse de todo cuanto pueden y por ocultarlo con sumo cuidado, aunque no hagan de ello uso alguno.

Recientemente, al sitiar los portugueses la ciudad de Tamly en el territorio de Xátima, sus habitantes llevaron a la muralla gran cantidad de colmenas, las cuales poseen en abundancia. Y con el fuego, lanzaron a las abejas tan vivamente sobre sus enemigos, que los pusieron en fuga al no poder resistir sus ataques y picaduras. Así conservóse la victoria y la libertad de la ciudad, gracias a esa nueva ayuda, con tal fortuna que al volver del combate no echaron ninguna en falta.

Está formada en el mismo molde el alma del emperador y el alma del zapatero. Considerando la importancia de los actos de los príncipes, y su peso, creemos que están producidos por motivos igualmente importantes y de peso. Estamos en un error: sus movimientos están guiados e impulsados por los mismos resortes que los nuestros. La misma razón que nos hace discutir con el vecino, provoca una guerra entre los príncipes; la misma razón que nos hace azotar a un lacayo, a un rey le hace arruinar una provincia. Desean con la misma ligereza que nosotros, mas pueden más. Las mismas apetencias agitan a una cresa y a un elefante.

Montaigne, Michel de