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sábado, 11 de enero de 2020

Vilniaus Didžiosios Sinagogos





Ensayos (75)

Es vergonzoso el dejar de hacer algo por impotencia o el no osar aquello que se ve hacer a los compañeros. ¡Guarden tales gentes su cocina! 

Y no puedo, sin ponerme a prueba, ni dormir de día, ni hacer colación entre las comidas, ni cenar e ir a acostarme sin gran intervalo, como de tres horas largas después del alimento, ni hacer hijos en otro momento que no sea antes de dormir, ni hacerlas de pie, ni soportar el sudor, ni beber agua pura o vino puro, ni tener largo tiempo la cabeza descubierta, ni afeitarme después de desayunar. Y prescindiría con la misma dificultad de los guantes que de la camisa, y de lavarme al dejar la mesa que al levantarme, y de dosel y cortinas en la cama como de cosas harto necesarias. Comería sin mantel; mas a la alemana, muy incómodamente sin servilleta: ensúciolas más que ellos y que los italianos y ayúdome poco dé cuchara y tenedor. Lamento que no se haya continuado una costumbre que vi iniciarse a imitación de los reyes: que nos cambiasen de servilleta según los servicios, como de platos. Sabemos de Mario, aquel esforzado soldado, que, al envejecer, volvióse exquisito en el beber y sólo lo hacía en una copa suya particular. Yo inclínome también por cierto tipo de vasos y no gusto de beber en vaso común como tampoco de mano común. Todo metal me desagrada comparado con un material claro y transparente. Saboréenlo también mis ojos, según su capacidad.

A menudo nos endurecemos si nos empeñamos y si corregimos nuestra naturaleza, como hizo César con la epilepsia, a fuerza de despreciarla y corromperla. Hemos de obedecer las reglas mejores, mas sin esclavizarnos a ellas, salvo a aquéllas, si es que existe alguna, en las que sea útil la obligación y la servidumbre.
Y cagan los reyes y los filósofos, y también las damas. 

Cualquier cosa que tome con desagrado me perjudica, y no me perjudica nada de lo que tomo con hambre y alegría; jamás me hizo daño acto que me resultara placentero. Y por ello, he puesto muy por delante el placer que cualquier conclusión médica. 

"Defienda me Dios de my".

Si vuestro médico no considera bueno que durmáis, que toméis vino o tal otra carne, no os importe: yo os encontraré otro que no sea de esa opinión.

Montaigne, Michel de