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domingo, 5 de enero de 2020

Francia - Création Denière - Faros (2)



Ensayos (72)

Reprochábanle a Aristóteles, según dicen, el haber sido demasiado misericordioso con un hombre malo. He sido misericordioso con el hombre, ciertamente, dijo él, no con la maldad. Los juicios ordinarios se exasperan y se lanzan a la venganza por horror del crimen. Precisamente esto enfría el mío: el horror del primer crimen me hace temer un segundo y el odio por la primera crueldad me hace odiar toda imitación. A mí que no soy más que un valet de tréboles puede alcanzarme lo que decían de Carilo, rey de Esparta: No puede ser bueno puesto que no es malo con los malos. O bien esto; pues preséntalo Plutarco de estas dos maneras, como otras mil cosas, distinta y contrariamente: Forzoso es que sea bueno puesto que lo es incluso con los malos. Así como me desagrada emplearme en acciones legitimas con aquéllos que no gustan de ellas, tampoco, a decir verdad, me remuerde la conciencia emplearme en ilegítimas con aquéllos que las consienten.

Jamás dos hombres pensaron igual de una misma cosa, y es imposible que se den dos opiniones exactamente semejantes, no sólo en hombres distintos sino en un mismo hombre a distintas horas. Suelo tener más dudas sobre aquello que se ha dignado tocar el comentario. Tropiezo más en terreno liso, como ciertos caballos que conozco, que tropiezan más a menudo por caminos llanos.

Igual que aconteció a los perros de Esopo, los cuales, habiendo descubierto cierta apariencia de un cuerpo muerto que flotaba en el mar y no pudiendo acercarse a él, decidieron beberse aquel agua y secar el paso, ahogándose por ello. 

Hay más quehacer en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas, y más libros sobre los libros que sobre otro tema: no hacemos sino glosarnos unos a otros.
Es un hormiguero de comentarios; de autores, hay gran escasez.
El principal y más honroso saber de nuestros siglos, ¿no es acaso saber entender a los sabios? ¿No es el fin común y último de todo estudio?

He visto en Alemania que Lutero ha dejado tantas discusiones y divisiones sobre la duda de sus ideas como las que promovió sobre las Santas Escrituras, y más. Nuestra disputa es verbal. Pregunto qué es naturaleza, voluptuosidad, círculo y sustitución. La cuestión es de palabras y se resuelve de igual modo. Una piedra es un cuerpo. Mas, quien embistiera de este modo: ¿Y qué es un cuerpo? Sustancia. ¿Y sustancia?, y así cada vez, terminaría acorralando al interlocutor al final del calepino. Cámbiase una palabra por otra, a menudo menos conocida. Sé mejor lo que es un hombre que un animal o un mortal o un ser racional. Para satisfacer una duda, ofrécenme tres: es la cabeza de la hidra. Preguntaba Sócrates a Menón lo que era la virtud. Hay, dijo Menón, virtud de hombre y de mujer, de hombre público y privado, de niño y de anciano. ¡Pues estamos buenos!, exclamó Sócrates: buscábamos una virtud y he aquí un enjambre. Hacemos una pregunta y nos dan a cambio un colmenar. Así como ningún hecho ni ninguna forma se asemeja enteramente a otra, así tampoco ninguna se diferencia enteramente de la otra. Ingeniosa mezcla de la naturaleza. Si nuestros rostros no fueran parecidos no podría distinguirse al hombre de la bestia; si no fueran distintos, no podría distinguirse al hombre del hombre. Todas las cosas están unidas por alguna semejanza; todo ejemplo falla y la relación que se saca de la experiencia es siempre defectuosa e imperfecta; únense sin embargo las comparaciones por algún lado. Por ello, sirven las leyes y se acomodan así a cada uno de nuestros asuntos por alguna interpretación desviada, forzada y torcida.

¿Cuántos inocentes castigados no hemos descubierto?, y digo sin culpa de los jueces; ¿y cuántos ha habido que no hemos descubierto? Esto aconteció en mi época: fueron unos condenados a muerte por homicidio; la sentencia, si no pronunciada, sí al menos concluida y decretada. En este punto, los oficiales de un tribunal subalterno vecino avisan a los jueces de que tienen a algunos presos, los cuales confiesan abiertamente este homicidio y aportan a todo aquel hecho una luz indudable. Delibérase si por ello ha de interrumpirse y diferirse la ejecución de la sentencia dictada contra los primeros. Considérase la novedad del caso y sus consecuencias para suspender los juicios; que la condena se ha realizado jurídicamente y que los jueces están privados de arrepentimiento. En suma, se sacrifica a aquellos pobres diablos en aras de las fórmulas de la justicia. Filipo, o algún otro, subsanó inconveniente similar de este modo: había condenado a un hombre a pagar grandes multas a otro, mediante juicio resuelto. Al descubrirse la verdad algún tiempo después, resultó que había juzgado inicuamente. Por un lado estaba la razón de la causa, por otro la razón de las formas judiciales. Cumplió de algún modo con las dos, dejando la sentencia como estaba e indemnizando de su bolsillo el interés del condenado. Mas habíaselas con un hecho reparable; los míos fueron colgados irreparablemente. ¿Cuántas condenas no he visto yo, más criminales que el crimen?

Montaigne, Michel de