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miércoles, 29 de enero de 2020

Mª Pilar Martínez Herrero

Historia Natural (7)

Las urracas, cuando se dan cuenta de que un hombre mira con demasiada insistencia su nido, trasladan sus huevos a otro lugar. En el caso de aves que no disponen de dedos apropiados para agarrar y transportar los huevos, se cuenta que proceden de un modo admirable: colocan una rama por encima de los dos huevos soldándola con una sustancia adhesiva procedente de su vientre, ponen el cuello bajo la rama, aproximadamente hacia la mitad, y, equilibrando el peso de uno y otro lado, los llevan a otro lugar.

Hay que rendir también a los cuervos el debido honor, testimoniado mediante la indignación del pueblo romano y no sólo mediante su reconocimiento. Durante el principado de Tiberio un polluelo de una camada nacida sobre el templo de Cástor y Pólux cayó hasta una zapatería cercana y, precisamente por su procedencia sagrada, lo tomó a su cargo el dueño de la tienda. Una vez familiarizado por completo con el lenguaje humano, todas las mañanas volaba hasta la tribuna y vuelto hacia el foro saludaba por su nombre a Tiberio, a los Césares Germánico y Druso, y luego a los ciudadanos que pasaban por allí; regresaba después a la tienda, y fue admirado por el asiduo cumplimiento de este deber durante muchos años.
Lo mató el propietario de una zapatería próxima, ya por la rivalidad natural entre vecinos, ya por un arrebato de ira, como quiso aparentar, porque el pájaro le manchó los zapatos con sus excrementos. Tanta consternación se produjo entre las gentes que, primero, fue expulsado del barrio, luego, eliminado; se celebró el funeral del pájaro con un innumerable cortejo, el lecho fúnebre transportado a hombros de dos etíopes, precedido de un flautista y coronas de todas clases, hasta la pira que fue levantada a la derecha de la vía Apia, a dos millas de Roma, en un terreno llamado «Rediculo».

Las yeguas, en cambio, se considera aconsejable que reciban al caballo tres días después o incluso un día después del parto y las obligan contra su instinto. Se cree que las burras conciben con mucha facilidad a los siete días. Recomiendan cortar las crines de las yeguas para que se avengan con humildad al apareamiento con los burros, pues las crines las hacen orgullosas. Después del apareamiento son los únicos animales que corren hacia el Norte o hacia el Sur, según hayan concebido un macho o una hembra. Cambian rápidamente de color, volviéndose su pelo más rojizo o más oscuro, cualquiera que sea su tono: a esta señal dejan de recibir al macho, aunque lo deseen. A algunas la gestación no les impide trabajar y su gravidez pasa desapercibida. Hay noticias de que una yegua preñada propiedad del tesalio Ececrátides ganó en Olimpia.

La camada de los ratones sobrepasa a la de todos los otros animales, hay que decirlo no sin cierta vacilación, aunque lo garanticen el testimonio de Aristóteles y de los soldados de Alejandro Magno. Su reproducción se realiza, según dicen, lamiéndose y no por coito. De una rata cuentan que nacieron ciento veinte, y que, entre los persas, se encontraron algunas ya preñadas en el vientre de su madre. Se cree también que quedan preñadas por chupar sal.

Plinio