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viernes, 8 de noviembre de 2019

Stéfano Fristachi (2)













Ensayos (44)

El invento de Cecina para enviar noticias a los de su casa era más rápido; llevóse con él unas golondrinas y soltábalas hacia sus nidos cuando quería enviar noticias suyas, tiñéndolas con una marca de un color que significase lo que quería según lo hubiese acordado con los suyos. En Roma, en el teatro, los cabezas de familia guardaban en su seno unas palomas a las que ataban cartas cuando querían mandar algo a las gentes de su morada; y estaban amaestradas para volver a traer respuesta. Usólas D. Bruto, estando sitiado en Mutino; y otros, en otras ocasiones.
En el Perú viajaban sobre hombres que los cargaban a la espalda con unas angarillas, con tal agilidad que los primeros porteadores, sin dejar de correr, lanzaban su carga sobre los segundos sin detenerse un momento.

No busquemos nuestro mal fuera de nosotros, está en nosotros, está hincado en nuestras entrañas. 

Alguien que ahora no recuerdo, tras haber ganado una batalla naval, mandó cortarles los pulgares a sus enemigos vencidos, para privarles de todo medio de combatir y de remar. Cortáronselos los atenienses a los eginetas para quitarles la preeminencia en el arte de la marina. En Lacedemonia, el maestro castigaba a los niños mordiéndoles el pulgar.

Cobardía, madre de la crueldad.

Era hacerle la higa a un ciego, insultar a un sordo y ofender a un hombre sin sentimiento.

El que espera a ver fenecer a aquél cuyos escritos quiere combatir, ¿qué dice sino que es débil e inofensivo?
Decíanle a Aristóteles que alguien había dicho mal de él: Haga aún más, dijo, azóteme con tal de que no esté yo allí.

Jorge Sechel, jefe de aquellos campesinos de Polonia que so pretexto de cruzada tanto mal hicieron, vencido en una batalla por el viovoda de Transilvania y hecho prisionero, estuvo tres días atado desnudo a un potro, expuesto a toda clase de tormentos que cada cual quisiera inventar contra él, y durante este tiempo no se dio de comer ni de beber a los otros prisioneros. Al fin, estando él vivo y consciente, abrevaron con su sangre a Lucat, su querido hermano, por cuya salvación rogaba asumiendo él todo el odio causado por sus malas acciones; y obligaron a veinte de sus capitanes favoritos a alimentarse desgarrando a dentelladas su carne y tragándose los trozos. El resto del cuerpo y las partes de dentro tras haber él expirado, fueron puestas a cocer e hiciéronselas comer a otros de su séquito.

Un hombre de pueblo que aún vive y al que atormentaban desde hacía largo tiempo los celos de su mujer, al volver un día del trabajo y recibirle ella con sus chillidos acostumbrados, montó en tal cólera que allí mismo, tras cortarse de un tajo las partes que la obsesionaban con el hacino que aún tenía en la mano, lanzóselas a la cara.

Montaigne, Michel de