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domingo, 29 de septiembre de 2019

Vilanova i la Geltrú - Ermitas - G/R


Ensayos (24)

De la austeridad de los clásicos

Atilio Régulo, general del ejército romano en África, en medio de su gloria y de sus victorias contra los cartagineses, escribió a la república diciendo que un labrador criado suyo, al que había dejado solo al cuidado de su patrimonio, el cual comprendía en total siete arpendes de tierra, habíase fugado llevándose robados los útiles de labranza, y pedía permiso para volver allí a reponer la falta por temer que su mujer y sus hijos se resintiesen de ello; el senado ocupóse de encargar a otro el gobierno de sus bienes e hizo se le devolviera lo que le había sido robado, ordenando que su mujer y sus hijos fuesen alimentados a expensas públicas.

Catón el Viejo, al volver de España como cónsul, vendió su caballo de servicio para ahorrar el dinero que le hubiera costado llevarlo a Italia por mar; y ocupándose del gobierno de Cerdeña, hacía sus visitas a pie sin más séquito que un oficial de la república, que le llevaba la toga y un vaso para hacer los sacrificios; y la mayor parte del tiempo llevaba él mismo su maleta. Jactábase de no haber tenido jamás vestido alguno que hubiese costado más de diez escudos, y de no haber enviado al mercado más de diez sueldos al día; y de no tener ninguna de sus casas de campo encalada y enjalbegada por fuera. Escipión Emiliano, tras dos triunfos y dos consulados, fue en delegación con sólo siete criados. Se sostiene que Homero jamás tuvo más de uno; Platón, tres; Zenón, el jefe de la secta estoica, ninguno.

A Tiberio Graco al ir en comisión por la república, siendo entonces el primer hombre de los romanos, no le pagaron más que cinco sueldos y medio al día.

Si está fuera de nuestro alcance, el objeto de nuestro deseo se convierte en un bien supremo; si lo conseguimos, deseamos otro con la misma avidez. (Lucrecio, III. 1.095).

Montaigne, Michel de