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lunes, 23 de septiembre de 2019

Rafael Dalmau - Les herbes remeieres



Ensayos (21)

Acordáos de aquél que cuando le preguntaron para qué se esforzaba tanto en un arte cuyo conocimiento podía llegar a tan poca gente, respondió: Me basta con muy pocos, me basta con uno, me basta con ninguno. Decía verdad: vos y otro compañero sois público suficiente el uno para el otro, o vos para vos mismo. Que para vos, el pueblo sea uno y uno todo el pueblo. Es vil ambición querer alcanzar la gloria con la ociosidad y el escondite. Hemos de hacer como los animales que borran su rastro a la entrada de su madriguera. No debéis pensar ya en que el mundo hable de vos sino en cómo hablaros a vos mismo. Retiráos a vuestro interior, mas preparáos primero para recibiros; locura sería fiaros de vos mismo si no os sabéis dirigir. Es posible fallar en soledad como en compañía. Hasta que no hayáis llegado a ser tal que no oséis tropezar ante vos y hasta que no sintáis temor y respeto de vos mismo «observentur species honestae animo», tened siempre presentes a Catón, a Foción y a Arístides, ante cuya presencia incluso los locos ocultarían sus faltas, y erigidlos en controladores de todas vuestras intenciones; así si éstas se desmandan, la reverencia hacia ellos las volverá al buen camino. Ellos os retendrán en esta vía de contentaros con vos mismo, de no pedir nada que no venga de vos, de detener y afirmar vuestra alma en ciertos y limitados pensamientos en los que pueda deleitarse; y de contentarse, una vez entendidos, con los verdaderos bienes de los cuales se goza a medida que se entienden, sin más deseo de prolongación de vida ni de renombre. He aquí el consejo de la verdadera y sencilla filosofía. 

«Recojamos los placeres; nuestro es el tiempo que vivimos; no serás más ceniza, sombra y fábula.» (Persio, V. 151).

Un rey ha de poder responder como hizo Ifícrates al orador que le atacaba con sus invectivas de esta forma: Y bien, ¿quién eres tú para hacerte tanto el valiente? ¿Eres hombre de armas? ¿Eres arquero? ¿Eres piquero? -Nada de eso soy, mas soy aquél que sabe mandar a todos esos.

Caculo Lutacio, en la guerra contra los cimbros, habiendo hecho todos los esfuerzos posibles para detener a sus soldados que huían ante los enemigos, púsose él mismo a la cabeza de los fugitivos, haciéndose el cobarde, para que pareciesen seguir a su capitán antes que huir del enemigo: era entregar su reputación para encubrir la vergüenza de otros.

En Tracia distinguíase el rey de su pueblo, de una manera. curiosa y muy altanera. Tenía una religión aparte, un dios para él, al que no correspondía a sus vasallos adorar: era Mercurio; y él desdeñaba a los de ellos: Mane, Baco, Diana.

Los aduladores del gran Alejandro hacíanle creer que era hijo de Júpiter. Un día, estando herido, mientras miraba la sangre de su herida, dijo: Y bien, ¿qué decís? ¿No es sangre bermeja y puramente humana? No es del tipo de la que Homero hace brotar de la herida de los dioses. Hermodoro, el poeta, había hecho unos versos en honor de Antígono, en los que le llamaba hijo del sol; y dijo él por el contrario: El que me vacía el retrete sabe que no es así. Es un hombre, como todo hijo de vecino.

«Las cosas son lo que de ellas hace su posesión: buenas, para quien sabe usarlas, malas, para quien las usa mal.» (Terencio, Heautontimorumenos, I. III. 21).

Montaigne, Michel de