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jueves, 5 de marzo de 2020

Abacus - Sant Jordi 2019


Como sacar provecho de los enemigos (6)

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Pero si parece que los enemigos, halagando o siendo malvados o corrompiendo o trabajando a sueldo, consiguen de manera vergonzosa y grosera poderes en los palacios o en los Estados, esto no nos molestará, sino, más bien, nos alegrará si le oponemos nuestra propia libertad y nuestra limpia e irreprochable forma de vida, pues «todo el oro que hay sobre la tierra y bajo la tierra no se puede comparar con la virtud», según Platón, y conviene tener siempre presente el dicho de Solón:

Pero nosotros no cambiaremos con ellos la virtud por la riqueza

ni por los gritos de los espectadores de teatro, comprados a base de banquetes, ni por honores y presidencias junto a los eunucos, a las concubinas y sátrapas de los reyes; pues nada que tenga su origen en el vicio es digno de emulación ni bello. Pero, puesto que el amante se ciega ante el amado, como dice Platón, y los enemigos, al obrar torpemente, atraen más nuestra atención, no conviene que nuestra alegría por los errores que cometen ni nuestra tristeza por sus éxitos sea algo inútil, sino que nos preocupemos de que, por medio de ambos, errores y éxitos, guardándonos de unos, seamos mejores que ellos e, imitando los otros, no seamos peores.
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Lo que es fácil escapa a los negligentes y lo difícil se alcanza con el cuidado. 
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Si habitas con un cojo aprenderás a cojear.
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Por esto también Aristipo, no sin gracia, sino muy inteligentemente se burló de palabra de un padre vacío de inteligencia y sentido. Pues, habiéndole preguntado un hombre cuánto salario pedía por la educación de su hijo, le dijo; «Mil dracmas.» Al responderle el padre: «¡Por Heracles!, ¡qué petición tan excesiva! Por mil dracmas, en verdad, puedo comprar un esclavo.» «Y así, le dijo Aristipo, tendrás dos esclavos, tu hijo y el que compres.» Y, en general, ¿cómo no va a ser absurdo que acostumbremos a los niños a tomar los alimentos con la mano derecha y riñamos al que extiende la izquierda, pero, en cambio, no tomemos ninguna precaución para que escuchen enseñanzas correctas y apropiadas?
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Aquel precepto de Diógenes que, severo con las palabras, pero muy realista en los hechos, aconseja y dice: «Entra, muchacho, en un lupanar, para que aprendas que en nada difieren las cosas valiosas de las baratas».
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Mas la instrucción es lo único que en nosotros es inmortal y divino. 
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Pues sólo la razón envejeciendo se rejuvenece, y el tiempo que arrebata todas las demás cosas añade sabiduría a la vejez. 

Plutarco