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sábado, 14 de diciembre de 2019

Francia - Création Denière - Faros



Ensayos (62)

Lo que yo mismo adoro de los reyes, es la masa de adoradores. Esle debida toda inclinación y sumisión, excepto la del entendimiento. No está acostumbrada mi razón a doblarse ni a arrodillarse, lo hacen sólo mis rodillas.
Habiéndosele preguntado a Melanto qué le había parecido la tragedia de Dionisio, respondió: No la he visto de tan oscuro como es su lenguaje. Así, la mayoría de los que juzgan los discursos de los grandes, habrían de decir: Nada he entendido de lo que ha dicho, tan ofuscado estaba de seriedad, grandeza y majestad.
Convencía un día Antístenes a los atenienses de que ordenasen se empleara a los asnos para labrar las tierras, al igual que a los caballos; a lo cual respondiéronle que tal animal no había nacido para aquel servicio: Es lo mismo, replicó él, sólo depende de vuestras órdenes, pues los hombres más ignorantes e incapaces que empleáis para la dirección de vuestras guerras vuélvense de inmediato muy dignos, por el solo hecho de emplearlos para ellas.
Con lo cual está en relación la costumbre de tantos pueblos que canonizan al rey que han hecho de uno de ellos y no se contentan con honrarlo sino que lo adoran. Los de México, tras las ceremonias de su coronación, no osan ya mirarle al rostro: y, como si lo hubieran divinizado con su realeza, entre los juramentos que le hacen prestar de mantener su religión, sus leyes, sus libertades, de ser valiente, justo y bueno, jura también hacer que brille el sol con su luz acostumbrada, que goteen las nubes en el tiempo oportuno, que sigan los ríos su curso y que dé la tierra todo lo necesario para su pueblo.

«No sólo hay que considerar lo que dice cada uno, sino también lo que piensa cada uno, y por qué motivo lo piensa.» (Cicerón, De las obligaciones, I. 41).

No es mejor quien siempre gana.

«Los favores son motivo de alegría mientras pensamos poderlos devolver; si se exceden, en lugar de gratitud, los pagamos con odio.» (Tácito, Anales, IV. 18).
«El que encuentra vergonzoso no devolver (un favor), querría no tener a nadie a quien devolverle.» (Séneca, Epístolas, 81).
«Quien no piensa devolver (un favor) no puede de ninguna manera ser un amigo.» (Quinto Cicerón, De la candidatura al consulado, 9).

Montaigne, Michel de