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miércoles, 3 de julio de 2019

Girona


De la naturaleza de las cosas (1)

El tiempo no subsiste por sí mismo: La existencia continua de los cuerpos nos hace que distingan los sentidos lo pasado, presente, y lo futuro.
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Mas sin materia ni lugar ni espacio, todo acontecimiento es imposible.
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La muerte nada es, ni nos importa, puesto que es de mortal naturaleza: y a la manera que en el tiempo antiguo no sentimos nosotros el conflicto cuando el cartaginés con grandes fuerzas llegó por todas partes a embestirnos; cuando tembló todo el romano imperio con trépido tumulto, sacudido de horrible guerra en los profundos aires; cuando el género humano en mar y tierra suspenso estuvo sobre cuál de entrambos vendría a subyugarle; pues lo mismo, luego que no existamos, y la muerte hubiere separado cuerpo y alma, los que forman unidos nuestra esencia, nada podrá sin duda acaecernos y darnos sentimiento, no existiendo: aunque el mar se revuelva con la tierra, y aunque se junte el mar con las estrellas.
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Si la pasada vida te fue grata, si como en vaso agujereado y roto no fueron derramados tus placeres, e ingrata pareció tu dicha entera, ¿por qué no te retiras de la vida cual de la mesa el convidado ahíto, ¡oh, necio! y tomas el seguro puerto con ánimo tranquilo? Si, al contrario, has dejado escapar todos los bienes que se te han ofrecido, y si la vida te sirve de disgusto, ¿Por qué anhelas multiplicar los infelices días que en igual desplacer serán pasados?
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El bien que no tenemos nos parece el mayor bien de todos; conseguido, suspiramos por otro.
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Sitios he visto yo que repetían seis o siete palabras, diciendo una. Las palabras así de cerro en cerro reflejadas muy bien se distinguían. Los pueblos comarcanos se figuran que las ninfas habitan estos sitios, y caprípedos sátiros, diciendo los faunos ser, que en estas soledades interrumpen la calma silenciosa con su nocturno estrépito y retozo y que hieren las cuerdas con destreza, que acompaña la flauta bien tocada: y aseguran sentir los campesinos cuando Pan, agitando en su cabeza anfibia la corona de los pinos, recorre con sus labios retorcidos los caramillos, porque nunca deja de sonar canción rústica la flauta otros muchos prodigios de esta clase refieren, y los venden por milagros, bien porque no se mire aquella tierra que habitan ellos como abandonada de los dioses, o bien sean movidos de otra cualquier razón, como que toda la raza humana fábulas ansía.
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De ordinario, dormidos los muchachos al lado de un servicio o meadero para orinar creen alzar la ropa, inundando las telas exquisitas que hizo para su cama Babilonia. Mas los que sienten por la vez primera la juventud lozana cuando el tiempo el semen por los miembros desenvuelve, se les ofrecen muchos simulacros de cualquier cuerpo en sueños mensajeros de un rostro hermoso, fresco y agraciado, que provocan el órgano atestado de semilla abundante; y así como hubieran penetrado muchas veces el santuario del placer, arrojan chorros de semen que los contaminan.

Lucrecio