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viernes, 19 de julio de 2019

Galería de Personajes Cervantinos












Ensayos (3)

Desgraciado es el espíritu inquieto por el futuro. (Séneca, Epístolas. 98.)
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Igual que la locura, aún cuando ha obtenido lo que desea, no está satisfecha; así la sabiduría, siempre contenta de lo presente, no se halla nunca a disgusto consigo misma. (Cicerón, Tusculanas, V. 18.)
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En modo alguno hemos de enfadarnos con las cosas; nada les importan nuestras iras. (Heródoto. IV. 94) 
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Astucia o violencia en el enemigo, ¿qué importa? (Virgilio, Eneida II, 390)
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En el reino de Ternate, entre esas naciones que no dudamos en llamar bárbaras, la costumbre obliga a no emprender una guerra sin haberla anunciado previamente, añadiendo a la declaración amplio informe de los medios de que se dispone, cuáles y cuántos hombres, qué municiones, qué armas ofensivas y defensivas. Mas hecho esto, si los enemigos no ceden ni se avienen a acuerdo, arróganse el derecho a las peores acciones y no piensan que se les pueda reprochar ni la traición, ni la astucia, ni cualquier otro medio que sirva para vencer.
Los antiguos florentinos tan alejados estaban de querer obtener ventaja sobre sus enemigos mediante la sorpresa que les avisaban un mes antes de poner a sus ejércitos en pie de guerra con el toque continuo de la campana que llamaban Martinela. (De San Martín, cuyo nombre parece derivar de Marte, dios de la guerra.)
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«El hombre virtuoso y sabio sabrá que la única auténtica victoria es aquélla que se consigue con buena fe.» (Floro, I. 12).
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Cleómenes decía que fuere cual fuere el mal que se hiciere a sus enemigos en la guerra, quedaba por encima de la justicia y no sujeto a ella, tanto respecto a los dioses como respecto a los hombres; y habiendo pactado una tregua de siete días con los habitantes de Argia, a la tercera noche cargó contra ellos cuando estaban dormidos y derrotólos, alegando que en la tregua no se había hablado para nada de las noches
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«Prefiero quejarme de mi fortuna que avergonzarme de mi victoria.» (Quinto-Curcio, IV. 13).
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Piérdese el alma que no tiene meta establecida; pues como dicen, estar en todo es no estar en nada.

Montaigne, Michel de