Sátiras (4)
Ya el niño, entristecido por haber abandonado las nueces, es llamado de nuevo por el maestro chillón y el tahúr, traicionado violentamente por el cubilete seductor, sacado inmediatamente del garito clandestino, borracho pide clemencia al edil. Las Saturnales han terminado totalmente.
Ya el niño, entristecido por haber abandonado las nueces, es llamado de nuevo por el maestro chillón y el tahúr, traicionado violentamente por el cubilete seductor, sacado inmediatamente del garito clandestino, borracho pide clemencia al edil. Las Saturnales han terminado totalmente.
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En los baños en los que oigas un aplauso, Flaco, sabe que allí está la minga de Marón.
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Paula desea casarse conmigo, yo no quiero casarme con Paula: es vieja. Querría, si fuese más vieja.
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¿Quieres que te diga por qué te va mal, Cota? Porque te va bien.
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Las cosas que hacen más feliz la vida, gratísimo Marcial, son éstas: una hacienda no conseguida con esfuerzo, sino heredada; un campo no desagradecido, un fuego permanentemente encendido; un pleito nunca, la toga en pocas ocasiones, el espíritu tranquilo; unas fuerzas de hombre libre, un cuerpo sano; una sencillez prudente, amigos de igual condición; convites fáciles, una mesa sin aparato; una noche no ebria, sino libre de cuidados; un lecho no triste y sin embargo casto; un sueño que haga breves las tinieblas; querer ser lo que eres y no preferir otra cosa; no temer el último día, ni desearlo.
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Marula siempre que ha sopesado con sus dedos un pene erecto y lo ha medido durante largo tiempo, dice su peso en libras, onzas y gramos; cuando el mismo, después de realizar su tarea y sus ejercicios, cae semejante a una correa floja, Marula dice cuánto más liviano es. Esa no es por tanto una mano, sino una balanza.
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No quiero, Flaco, tener una amiga delgada, cuyos brazos puedan rodear mis anillos, que me raspe con su rabadilla desnuda y me pinche con su rodilla y a la que le sobresalga en la espalda una sierra y en el culo la punta de una flecha. Pero tampoco quiero una amiga de mil libras de peso. Soy aficionado a la carne, no a la grasa.
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Si quieres evitar algunas circunstancias dolorosas y prevenir los tristes mordiscos del alma, no te hagas demasiado amigo de nadie: te alegrarás menos y sentirás menos dolor.
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¿Te extrañas, Aulo, de que nuestro Fabulino sea engañado con tanta frecuencia? Siempre un hombre bueno es un aprendiz.
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Cabello rojo, rostro negro, una pierna corta, un ojo perdido, haces una gran cosa, Zoilo, si eres un hombre honrado.
Marcial