Una historia del siglo xx, que ha
sido contada por todas partes, presenta a un hombre de Occidente, por ejemplo
un norteamericano, que oye hablar de un célebre maestro que vive, totalmente
retirado, en lo alto de las montañas del Tíbet.
El norteamericano, de espíritu
sistemático, decide ir en busca de aquel santo para aprender de su boca los
verdaderos secretos de la vida. Vende todas sus posesiones, lleva a cabo las gestiones necesarias, llega al Tíbet,
averigua cuál es la cueva donde el sabio vive retirado y parte en su busca.
Es un viaje muy duro, a más de
cinco mil metros de altitud, con hielo y frío. Al final el norteamericano llega
ante el anciano, que vive medio desnudo en la soledad.
De sopetón le pregunta qué es la
vida.
El ermitaño medita durante un
largo instante y después le contesta:
-La vida, hijo mío, es un largo
río que brota el día del nacimiento y
que...
El norteamericano lo interrumpe
con vehemencia. Parece muy irritado.
-¡Qué! ¿Me he gastado todo ese dinero, he hecho ese
largo viaje, para venir hasta aquí y oír esta tontería? ¡Que la vida es un
largo río! ¡Pero si hubiese hecho mejor quedándome en casa! Todo este tiempo
perdido para esa trivialidad, esa estupidez?
Entonces el ermitaño, que parece
muy inquieto, le pregunta:
-¿Cómo? ¿La vida no es un largo río?
Jean-Claude
Carriere