Historia Natural (17)
Cuando se talan bosques, muchas veces surgen fuentes, que hasta entonces eran absorbidas por los árboles; así sucedió en el monte Hemo, mientras Casandro asediaba a los galos, al cortar los bosques para construir una empalizada. En muchos casos, una vez arrancados de las colinas los bosques que solían contener las lluvias torrenciales y dispersadas, las aguas confluyen formando torrentes peligrosos. También es importante para las aguas que la tierra sea cultivada, removida, y que se deshaga la costra dura de la superficie; cuentan que en Creta, al ser destruida una ciudad llamada Arcadia, dejaron de manar las fuentes, y los ríos, que eran muchos en este lugar, y que brotaron de nuevo cuando, después de seis años, se refundó la ciudad, a medida que empezaba a cultivarse cada trozo de tierra. También los terremotos hacen brotar corrientes de agua, y se las tragan, como consta que ha ocurrido cinco veces cerca del Féneo, en Arcadia. También en el monte Córico brotó una fuente de la misma forma, y enseguida se empezó a cultivar la tierra. Existen mutaciones sorprendentes, de las que no hay causa aparente, como en Magnesia, donde las aguas calientes se vuelven frías, sin cambiar su sabor salado; y en Caria, en un lugar en que hay un templo de Neptuno, donde un río que antes era dulce se ha transformado en salado. Y otras cosas maravillosas: en Siracusa, la fuente Aretusa huele a estiércol durante las fiestas olímpicas, cosa verosímil, porque el río Alfeo se filtra por debajo del mar hasta esa isla. Una fuente del Quersoneso Rodio vomita desperdicios cada ocho años. También cambia el color de las aguas, como el lago de Babilonia que las tiene de color rojo durante once días en verano; y se dice que el Borístenes se pone azul en determinadas épocas, aunque sus aguas son las más transparentes de todas, y por eso flotan sobre las del Hípanis, al que también le ocurre una cosa sorprendente: al soplar el viento del Sur, es el Hípanis el que se pone por encima.
También tiene que ver con los cargos públicos y el servicio del ejército, puesto que en unos y otro hay algo llamado «salario»; era de gran importancia también entre los antiguos, como puede verse en el nombre de la vía Salaria, porque estaba establecido que por ella se transportaba la sal al territorio de los sabinos. El rey Anco Marcio distribuyó entre el pueblo, a razón de un congiario cada uno, seis mil modios de sal, y fue el primero en crear salinas. Varrón afirma también que los antiguos la utilizaban a modo de salsa en la comida, y existe un proverbio según el cual comían sal con el pan.
Dicen que los dientes no se desgastan ni se pudren si todas las mañanas en ayunas se pone uno debajo de la lengua un poco de sal, hasta que se deshace. Cura la dermatosis escamosa, los forúnculos los líquenes y la sarna con uvas pasas sin pepitas, sebo de buey, orégano y levadura o pan; para esto y para el prurito se escoge sobre todo sal de Tebas. Cualquier clase de sal, con miel, es buena para las amígdalas y la úvula; para las anginas, con aceite y vinagre, untando externamente la garganta con pez líquida al mismo tiempo. Mezclada con vino es emoliente para el vientre, y bebida con vino expulsa las distintas clases de tenias sin perjudicar. Para que los convalecientes puedan aguantar el calor del baño, es bueno ponerles sal debajo de la lengua. Alivia las neuralgias, sobre todo de los hombros y los riñones, aplicándola en compresas calentadas a menudo con agua hirviendo; los males de vientre y el cólico, y los dolores de cadera, bebida y aplicada muy caliente con esas mismas compresas; para la gota, machacada con harina en miel y aceite.
Sin embargo, un pequeñísimo pececillo llamado rémora sujeta él solo a todos estos elementos, que hacen fuerza en la misma dirección. Por mucho que soplen los vientos y se enfurezcan las tempestades, manda sobre su furor, contrarresta tan grandes fuerzas y obliga a los barcos a permanecer quietos, cosa que no se consigue con amarras ni arrojando anclas tan pesadas que no es posible recuperarlas; refrena el ímpetu y domina la furia del universo Sin esfuerzo alguno por su parte, sin luchar, simplemente permaneciendo adherido. Con tan poca cosa es capaz de impedir avanzar a las naves, enfrentándose a fuerzas tan grandes. Las flotas de guerra, por su parte, están dotadas de torres de defensa, para luchar en el mar como desde las murallas. ¡Hay que ver lo inútil de los esfuerzos humanos!: un pececillo de medio pie puede obstaculizar y mantener paradas a esas proas reforzadas para el choque contra el bronce y el hierro. Dicen que durante la batalla de Accio una rémora obstaculizó la nave capitana de Antonio, que intentaba hacer un recorrido animando a los suyos, hasta que Antonio se pasó a otra nave entonces la flota de César atacó con mayor empuje. Yo mismo recuerdo que una rémora detuvo también la nave del emperador Calígula cuando navegaba hacia Ancio procedente de Astura; (ello hace pensar que es también un pececillo útil para los auspicios, puesto que nada más volver a la ciudad el emperador fue atravesado por las espadas de sus propios soldados y no duró mucho el asombro por su retraso, enseguida comprendieron la causa: como era la única quinquerreme de toda la flota que no avanzaba, se lanzaron al agua para registrar los alrededores de la nave; encontraron una rémora pegada al timón, y se la mostraron a Calígula, que se indignó al ver que era esto lo que se le oponía e impedía que le obedeciesen los cuatrocientos remeros. Está claro que lo que causó mayor asombro fue que el pez que les impedía avanzar mientras estaba adherido al casco no tenía la misma fuerza una vez dentro de la nave. Los que lo han visto entonces y después, dicen que es muy semejante a una babosa grande. Hemos expuesto en el libro sobre la naturaleza de los seres acuáticos, al hablar de este pez, las opiniones de muchos autores; y no dudo de que todas estas especies tengan la misma fuerza, puesto que tenemos el célebre caso, avalado incluso por la diosa, de las conchas de Venus Cnidia, que -es necesario creerlo- tienen el mismo poder. De los nuestros, algunos llamaron a la rémora en latín mora, y es curioso, porque de los griegos, unos han transmitido, como dijimos, que, llevándola colgada del cuello, sujeta hasta el momento oportuno los embarazos con tendencia a desprenderse, y otros que, si se conserva en sal y se usa como amuleto, precipita el parto, y por eso se las llama con un nombre diferente, odynolites. De cualquier modo que actúen las rémoras, ¿quién dudará, teniendo en cuenta la historia de que retienen a los navíos, de la potencia de la naturaleza, de la fuerza y el efecto de los remedios que nos proporcionan las cosas que nacen espontáneamente?.
La cabeza del propio salmonete fresco, reducida a ceniza, sirve contra todos los venenos, especialmente contra el de las setas. Dicen que los maleficios no pueden introducirse, o al menos hacer daño, si se tiene una estrella de mar untada con sangre de zorro clavada en el dintel o en la puerta misma con un clavo de bronce.
Demócrito dice que si alguien arranca la lengua a una rana viva, sin ninguna otra parte del cuerpo adherida, y, después de devolver al agua la rana, coloca la lengua sobre el lugar donde palpita el corazón de una mujer dormida, ésta responderá la verdad a cualquier cosa que se le pregunte. Los magos añaden además otra cosa que, si fuera cierta haría que se considerara a las ranas más útiles para la vida que las leyes: después de atravesarlas con una caña desde el culo hasta la boca, si el marido introduce la varita en el menstruo de la mujer, le provoca un rechazo hacia sus amantes.
Plinio