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domingo, 16 de febrero de 2020

La Casa d´Empara - Vilanova i la Geltrú





Historia Natural (14)

La etapa siguiente de la medicina, aunque resulte extraño, está oculta en la noche más oscura hasta la guerra del Peloponeso. En ese momento la devolvió a la luz Hipócrates, natural de la isla de Cos, una de las más célebres y poderosas, consagrada además a Esculapio. Existía la costumbre de que quienes se hubieran librado de alguna enfermedad escribieran en el templo de este dios qué remedio les había servido de ayuda, a fin de sacar después provecho de este conocimiento en un caso similar. La tradición cuenta que Hipócrates cogió estas recetas y, según cree Varrón entre los autores latinos, después de quemar el templo creó la medicina que llaman «clínica". Y no hubo ya límite a sus ganancias, desde el momento en que Pródico, uno de sus discípulos, nacido en Selimbria, creó la que llaman «iatralíptica», encontrando así una fuente de ingresos también para los masajistas y los ayudantes de los médicos.

Y no cabe duda de que toda esa gente, al acecho de la fama a costa de cualquier novedad, negocian con nuestra vida sin pensárselo dos veces. De ahí aquellas miserables discusiones junto al lecho de los enfermos, en las que ninguno opina lo mismo, para que no parezca una concesión ante el otro. De ahí aquella desgraciada inscripción funeraria: «Murió por exceso de médicos».
Este arte, continuamente retocado, cambia todos los días y nosotros nos dejamos llevar por el soplo de los talentos de Grecia. Es evidente que en cuanto alguno de ellos destaca por su labia, al punto se convierte en amo de nuestra vida y nuestra muerte, como si miles de personas no vivieran sin médicos, aunque no sin medicina, igual que el pueblo romano durante más de seiscientos años, y no es lento en asimilar las artes, al contrario, incluso ávido en el caso de la medicina, hasta que una vez conocida la condenó.

Se denomina teriaca una preparación inventada para el lujo. Se elabora con seiscientos ingredientes, cuando la naturaleza nos ha dado tantos remedios que se bastan por sí solos. El antídoto de Mitrídates se compone de cincuenta y cuatro sustancias, ninguna de ellas en la misma proporción, y de algunas se ordena la sexagésima parte de un denario. Pero por todos los dioses, ¿cuál de ellos ha dado tal receta?. Pues la sutileza humana no habría podido ser tanta. La vanidad de esta profesión, la increíble charlatanería de esta ciencia resultan evidentes. y es que ni siquiera ellos mismos conocen bien los remedios: he descubierto que por lo general en lugar de cinabrio índico suele añadirse a los medicamentos minio, por desconocimiento de los nombres, y este ultimo es un veneno, según diremos al tratar de las pinturas.

No dejaré de lado un hecho prodigioso, aunque no concierne a la medicina: si se mezclan trozos de gallina con oro líquido, lo absorben; hasta tal punto esta carne es un veneno para el oro. Y los gallos no cantan si se les pone alrededor del pescuezo un collar de virutas de oro.

Plinio