Historia Natural (10)
De la piel de los bueyes se obtiene por cocción cola, siendo extraordinaria la de los toros.
De la piel de los bueyes se obtiene por cocción cola, siendo extraordinaria la de los toros.
El queso no se obtiene de los animales con dientes en ambas mandíbulas, pues su leche no cuaja. La más ligera es la de las camellas, luego la de las yeguas, la más espesa la de las burras, hasta el punto de que se utiliza como cuajo. Se cree que la leche de burra contribuye a la blancura de la piel femenina. Por lo menos Popea, la esposa de Domicio Nerón solía llevar consigo por todas partes quinientas burras recién paridas y remojaba todo su cuerpo en una tina de baño con aquella leche, en la creencia de que además eliminaba las arrugas de la piel. Cualquier tipo de leche se espesa con el calor, y con la humedad se vuelve suero. La leche de vaca cunde más para hacer queso que la de cabra, pues de la misma cantidad se obtiene casi el doble. La leche de animales que tienen más de cuatro mamas no sirve para queso, es mejor la de los que tienen dos.
Cuentan que Zoroastro vivió en el desierto durante veinte años a base de queso preparado de forma que no se estropeara con el tiempo.
Las varices en las piernas afectan sólo al hombre, raras veces a la mujer. Oppio cuenta que C. Mario, que fue cónsul siete veces, fue la única persona que soportó que se las extrajeran de pie.
Hay además en relación con la voz otros hechos notables que merecen contarse. En las orquestas de los teatros es absorbida por el serrín o la arena que se esparce; también por la superficie sin pulir de las paredes, e incluso por los toneles vacíos. En cambio se propaga por los espacios rectos o cóncavos de las paredes, llevando hasta el otro extremo las palabras aunque se hayan pronunciado en voz baja, si ninguna irregularidad lo impide. La voz constituye en el hombre una parte importante de su apariencia. Por ella reconocemos a las personas antes de verlas igual que con los ojos. Las voces son tantas como mortales hay en la naturaleza, y cada uno tiene la suya, como el rostro. De ahí esa diversidad de pueblos y de lenguas por todo el orbe, de ahí tantos tonos, modulaciones e inflexiones. Pero ante todo la voz es la posibilidad de explicar nuestro pensamiento, algo que nos distingue de las fieras, y que incluso entre los propios hombres establece diferencias, exactamente igual que respecto a las bestias.
Los miembros de más que puedan tener los animales carecen de utilidad, como sucede siempre con el sexto dedo del hombre. En Egipto tuvieron el gusto de criar un ser monstruoso, un hombre que tenía dos ojos también en la parte opuesta de la cabeza, pero con los que no veía.
Plinio