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martes, 8 de enero de 2019

Rafael Dalmau



De Bucopnictes a Artopictes

No puedo ver cómo Zeuxipe, una vulgar prostituta, explota sin piedad a un joven. Él, en efecto, pone en sus manos no sólo monedas de oro y de plata, sino también sus casas y sus tierras. Ella, por su parte, habiéndoselas ingeniado para atizar más y más la pasión de él, finge estar enamorada de un adolescente de Eubea, con la intención de entregarse a otro amor en el momento en que haya agotado los bienes de aquél. A mí me duele el corazón al ver deshacerse un patrimonio semejante, que le fue dejado en herencia por Lisias y Fanóstrata, de feliz memoria. Ellos lo consiguieron reunir céntimo a céntimo, y esta mujerzuela, que va de mano en mano y que es una completa desvergonzada, lo va a gastar de golpe. Yo, en verdad, siento una cierta compasión por el muchacho, pues cuando se hizo cargo de su heredad se mostró muy generoso con nosotros. En consecuencia, veo que nuestras cosas también oscilan, pues si todas las posesiones de este excelente amigo van a parar a ella... ¡bien, oh dioses, bien vamos a saciarnos en el futuro! Pues Filebo es, como tú sabes, un hombre sencillo, propicio a nosotros, los parásitos, y mesurado de temperamento: se divierte más con canciones y con risas que maltratándonos.

Alcifrón