Anacreónticas (1)
IV
Para una copa de plata
Cuando labres, Hefesto, la plata, hazme ¡armas, no por cierto!, pues ¿qué hay de común entre la guerra y yo? Antes bien una copa, profunda cuanto puedas. Y grábame en ella no astros, ni el Carro ni el temible Orión. ¿Qué se me da de las Pléyades? ¿Pues qué del hermoso Boyero?
Ponme unos viñedos con racimos que pendan y Ménades vendimiando, y hazme a unos que pisen un lagar, los Sátiros risueños, de oro los Amores, y Citera riente junto al bello Dioniso, y Eros y Afrodita.
VIII
Del vivir sin ambiciones
No me importa todo lo de Giges, rey de Sardes, ni soy presa de la envidia hasta el presente, ni menos de la ambición de ser un príncipe.
Es lo mío regarme de perfumes bien la barba, es lo mío de rosas coronarme la cabeza. El hoy sólo me importa, que el mañana ¿quién lo sabe?
En tanto todavía haya bonanza, bebe y tira el dado, y ofréndale tu copa al dios Dioniso. No sea que te sorprendan los achaques y receten: «Prohibido ya beber».