De Conoposfrantes a Iscnolimo
Vanas esperanzas tenía yo depositadas en el joven Policrito. Pues yo creía que, si su padre moría, él gastaría ostentosamente grandes sumas, organizando banquetes y festejos, en compañía de nosotros y de cuantas cortesanas descuellan por su belleza, y que, de este modo, dilapidaría la mayor parte de su patrimonio. Pero, desde que su progenitor se quedó como un lirio, él toma una sola comida al día, y ésta a hora tardía, cuando ya el sol está a punto de ponerse. Y no se alimenta con caros manjares, sino con pan corriente del mercado y, como acompañamiento, si en aquel día se festeja algo especial, unos frutos ya maduros y unas aceitunas de mala calidad.
Al desvanecerse esta fatua esperanza, no sé qué hacer. Pues si el que tiene que mantener necesita de uno que lo mantenga, ¿qué debe esperar el que tiene que ser mantenido? Doble desgracia es que el hambriento conviva con otro hambriento.
Alcifrón