La falta de claridad agazapada en los procesos mentales de
los autores de libros de auto ayuda que pretenden aclarar la escena humana
alcanza un punto interesante en el capítulo XIV de Desarrolle su
personalidad, de Sadie Myers Shellow. En otros tiempos, la doctora Shellow
fue psicóloga de la Compañía
de Tranvías y Suministro Eléctrico de Milwaukee. Estas cosas ocurren en un
mundo de permutaciones infinitas. Yo mismo estuve una vez relacionado con la Compañía Central
de Óptica de Ohio. Me contrataron porque tenía bicicleta, aunque el motivo por
el que una compañía de óptica necesita una bicicleta puede resultar, en
apariencia, tan inexplicable como el motivo por el que una compañía de tranvías
y suministro eléctrico necesita una psicóloga. Mi experiencia con los
maquinistas me lleva a creer que su dificultad para hablar es tan grande que
nunca dicen nada, y dudo mucho que en todo Wisconsin haya un solo maquinista
dispuesto a contarle a un psicólogo la historia de su primera infancia. La
doctora Shellow, claro está, tal vez haya seguido otro método, pero la mayoría
de los psicólogos empiezan por la infancia del paciente. O por su vida sexual.
No sé por qué, nunca he pensado que los maquinistas tuvieran vida sexual, pero
eso no significa que no la tengan. Me temo que esta especulación no nos conduce
a ninguna parte.
Volvamos al libro de la doctora Shellow. Apareció por
primera vez hace cinco años, pero sus editores acaban de publicar una edición
de un dólar que pone la confusión del capítulo XIV al alcance de todos. En 1932
llegaron a hacerse seis ediciones. La presente se imprimió a partir de las planchas
originales, lo cual significa que los errores que aparecen en ella se han
perpetuado a través de los años. El libro comienza con un proemio de Albert
Edward Wiggam, un prólogo de Morris S. Viteles y una introducción de la propia
doctora Shellow. En el primer párrafo del capítulo 1, la doctora Shellow da la
siguiente definición de personalidad sacada de un diccionario: «Conjunto
de rasgos necesarios para describir lo que será una persona». A menos que me
haya vuelto loco leyendo estos libros, y creo que algo de eso hay, esa oración
define la personalidad como el conjunto de rasgos necesarios para describir a
un nonato. Si el error de la doctora Shellow es aquí tipográfico, destaca muy
especialmente en un libro con un capítulo que habla de técnicas de lectura y
ofrece unos tests para medir la eficacia lectora. La doctora Shellow cuenta el
caso de una joven «capaz de captar una página entera de un solo vistazo y, tras
atenta concentración, referir con detalle lo que había leído a medida que las
palabras pasaban raudas». Si la doctora Shellow empleó este sistema al leer
las galeradas de su libro, según parece, el sistema no es bueno. Es evidente
que suena como si no fuera bueno. Debo reconocer que he comenzado por una
confusión menor, la definición de personalidad, pero pasemos a algo tan confuso
que raya en lo sublime.
El capítulo XIV se titula «Tests de inteligencia», y en el
apartado «Muestra de test de inteligencia» se ofrecen doce problemas. En la
explicación del número II que hay una serie de intrigas decididamente oscuras,
pero el número 12 es el que más me interesa; no logro imaginar qué hicieron los
maquinistas de Milwaukee. En el número 12 se plantea lo siguiente: «Tache la única
palabra que hace que esta oración sea absurda y reemplácela por una que
sea correcta: "Un kilo de plumas pesa menos que un kilo de plomo"».
Pasemos ahora a la explicación que da la doctora Shellow para llegar a la
solución de la dichosa preguntita. Escribe: «En el número 12 analizamos la
capacidad crítica de la mente. Nuestro primer impulso es estar de acuerdo con
que un kilo de plumas pesa menos que un kilo de plomo, porque las plumas son
más ligeras que el plomo, pero si volvemos a leer la pregunta, nos damos cuenta
de que un kilo de plumas no puede pesar menos que un kilo de
plomo, puesto que un kilo es siempre lo mismo. Entonces, ¿cuál es la palabra
que convierte en absurda toda la oración? Podríamos tachar el segundo kilo y
reemplazarlo por libra, en cuyo caso tendríamos: un kilo de plumas pesa
más que una libra de plomo, y eso sería correcto. O podríamos tachar la palabra
pesa y sustituirla por abulta, en cuyo caso habríamos eliminado
el absurdo».
Nos encontramos ante algo que sólo atino a llamar paraíso
de errores. En el planteamiento que hace la doctora Shellow del problema y su
solución encuentro Transferencia, Expresión de Deseos, Sustitución
Inconsciente, Disociación Psicológica, Corte de Nudo Gordiano, Enumeración
Superficial, Distorsión del Enfoque, Abandono de la Gravedad Específica ,
Falsificación de Premisa, Divergencia de la Coherencia , Exceso de
Cursivas, Escapismo Retórico y Abuso del Artículo Indefinido. Su mayor error,
la evocación de las palabras «pesa más» sin venir a cuento de nada, basta para
fastidiar el problema a tal punto que ya no tiene arreglo, pero en el número 12
hay otras muestras interesantes de razonamiento impreciso. La doctora Shellow
arranca con mal pie ya en el mismo planteamiento del problema. Empieza
diciendo: «Tache la única palabra que hace que esta oración sea
absurda». Eso significa que sólo hay una palabra que pueda cambiarse y
limita a la persona que hace el test a esa sola palabra, pero en su
explicación, la doctora Shellow primero cambia una palabra y luego otra. Por
cierto, en la oración hay cinco palabras que puede cambiarse para que tenga
sentido. De esa manera, ya estamos jorobados desde el principio. Si la doctora
Shellow hubiera escrito «Tache una palabra que hace que esta oración sea
absurda», no habría habido ningún problema. Me parece que sé cómo se metió en
el lío. Imagino que al principio puso «Tache una de las palabras», y se
encontró cara a cara con una antigua traba de la redacción en inglés: no supo
si decir «que hace que esta oración sea absurda» o «que hacen que
esta oración sea absurda». (No me gusta utilizar la cursiva, pero para que la
doctora Shellow se aclare hay que recurrir a ella). Tengo la impresión de que
la doctora Shellow decidió que «hacen» era lo correcto, y por supuesto lo es,
pero que no estaba contenta con «Tache una de las palabras que hacen que esta
oración sea absurda» porque aquí, «palabras» domina sobre «una». Y como quería
enfatizar «una», la cambió por el artículo definido «la», a continuación le
colocó delante el adjetivo «única» y, para curarse en salud, recurrió a la
cursiva. Llegada a este punto, ya estaba hecha un lío y el problema empezó a
acosarla.
No haría tanto hincapié en el asunto si los editores de la
doctora Shellow no la hubiesen convertido en paradigma de lucidez, precisión y
pensamiento lógico. (Ahora que lo pienso, creo que haría el mismo hincapié en
el asunto aunque los editores no hubiesen dicho ni pío). Algunos pobres diablos
deben de haber desarrollado un complejo de inferioridad por no haber sido
capaces de entender la autorizada explicación que la doctora Shellow ofrece del
número 12, y me gustaría devolverles la confianza en sus propias mentes. No se
puede ir por la vida dando cualquier respuesta a un test de inteligencia, sobre
todo en esta época en la que una de cada tres personas que lee estos libros
tiene la convicción bastante firme de que su mente está a un paso de venirse
abajo.
Pasemos a otro punto de la explicación de la doctora que
resulta interesante por su falta de claridad. Tomemos su frase inmortal:
«Podríamos tachar el segundo kilo y reemplazarlo por libra», etc. Quienquiera
que siguiera esas instrucciones llegaría a lo siguiente: «Un kilo de plumas
pesa menos que un libra de plomo». Aunque dejáramos a un lado el asunto
del peso (cosa que me resisto a hacer, pues el peso es la cuestión principal),
no se puede sustituir «kilo» por «libra» sin sustituir «un» por «una», con lo
cual estaríamos cambiado dos palabras. Si «un» y «una» son la misma palabra,
entonces las cosas han tomado un cariz realmente malo. Si se permitiera
semejante chapucería, se podría resolver el problema diciendo: «Un kilo de
plumas pesa menos que dos kilo de plomo». Yo salí del atolladero cambiando
«menos» por «igual», por si alguien estuviera interesado.
Concluyamos esta excursión al país de las maravillas de la
psicología con un párrafo de la doctora Shellow que aparece inmediatamente a
continuación de su explicación número 12: «Si el lector hizo rápidamente el
test antes de leer la explicación, es posible que haya descubierto algunas cosas
sobre sí mismo. Un test más detallado sería todavía más revelador. En algún
momento de su vida, todo el mundo debería someterse a un test de inteligencia
completo y analizar sus defectos para conocer los errores a los que su forma de
razonar puede conducirlo y qué hábitos de pensamiento incorrectos debe evitar».
Y ahora quiero que todo el mundo salga en fila y en silencio, sin soltar
ninguna agudeza.
James Thurber