Blogs que sigo

lunes, 26 de septiembre de 2016

Pessoa


Ruido de pasos

Tenía ochenta y un años de edad. Se llamaba doña Cándida Raposo.
Esa señora tenía el deseo irresistible de vivir. El deseo se acentuaba cuando iba a pasar los días en una ha­cienda: la altitud, lo verde de los árboles, la lluvia, todo eso la acicateaba. Cuando oía a Liszt se estremecía toda. Ha­bía sido bella en su juventud. Y le llegaba el deseo cuando olía profundamente una rosa.
Pues ocurrió con doña Cándida Raposo que el deseo de placer no había pasado.
Tuvo, en fin, el gran valor de ir al ginecólogo. Y le preguntó avergonzada, con la cabeza baja:
-¿Cuándo se pasa esto?
-¿Pasa qué, señora?
-Esta cosa.
-¿Qué cosa?
-La cosa, repitió. El deseo de placer -dijo finalmente.
-Señora, lamento decirle que no pasa nunca.
Lo miró sorprendida.
-¡Pero yo tengo ochenta y un años de edad!
-No importa, señora. Eso es hasta morir.
-Pero ¡esto es el infierno!
-Es la vida, señora Raposo.
Entonces, ¿la vida era eso?, ¿esa falta de vergüenza?
-¿Y qué hago ahora? Ya nadie me quiere...
El médico la miró con piedad.
-No hay remedio, señora.
-¿Y si yo pagara?
-No serviría de nada. Usted tiene que acordarse de que tiene ochenta y un años de edad.
-¿Y... si yo me las arreglo solita? ¿Entiende lo que le quiero decir?
-Sí -dijo el médico-. Puede ser el remedio.
Salió del consultorio. La hija la esperaba abajo, en el coche. Cándida Raposo había perdido un hijo en la guerra. Era un soldado de la fuerza expedicionaria brasileña en la Segunda Guerra Mundial. Tenía ese intolerable dolor en el corazón: el de sobrevivir a un ser adorado.
Esa misma noche se dio una ayuda y solitaria se satisfizo. Mudos fuegos de artificio. Después lloró. Tenía ver­güenza. De ahí en adelante utilizaría el mismo proceso. Siempre triste. Así es la vida, señora Raposo, así es la vida. Hasta la bendición de la muerte.
La muerte.
Le pareció oír ruido de pasos. Los pasos de su mari­do Antenor Raposo.

Clarice Lispector