La historia tiene mucha menos realidad que la misma novela. No hay obra histórica que dé la impresión del estado social de España en tiempo de Felipe III como Don Quijote, ni del ambiente de la corte francesa y de la sociedad de Luis XV como las comedias de Moliere, ni del carácter de Inglaterra a mediados del siglo XVIII como Tom Jones, de Fielding, ni de la época romántica de Francia como el Rojo y negro, de Stendhal, o El padre Goriot, de Balzac, ni del comienzo de la época victoriana en Inglaterra como el Pickwick, de Dickens.
Todo nuestro tiempo empieza a estar dirigido por gentes que pretenden que sus afirmaciones categóricas no sean discutidas por nadie y consideradas como artículos de fe.
Un joven que se reconocía a sí mismo sin gracia para escribir fue a una librería a buscar una guía de modelos de cartas de amor.
(Pío Baroja - Desde la última vuelta del camino)
Un joven que se reconocía a sí mismo sin gracia para escribir fue a una librería a buscar una guía de modelos de cartas de amor.
En la guía encontró lo que buscaba, lo copió con una hermosa letra y se lo envió a la dama a quien pretendía.
Ésta, que guardaba el mismo libro de modelos de cartas de amor, le contestó:
-He recibido su carta, y como tengo el mismo libro que usted, vuelva la hoja y allí encontrará usted mi contestación.
-He recibido su carta, y como tengo el mismo libro que usted, vuelva la hoja y allí encontrará usted mi contestación.
(Pío Baroja - Desde la última vuelta del camino)