Sorprende a los que no son de
aquí, que en Cataluña se celebre el día
de San Esteban casi tanto como el de Navidad. Es típico, además, comer
canelones para aprovechar las sobras de la escudella y carn d’olla del día de
Navidad.
San Esteban se declaró festivo en
Cataluña porque antiguamente era festivo cada día siguiente a alguna fiesta que
significara comilona familiar, pues debían recorrerse muchos kilómetros para
reunirse las familias al completo en casa del que organizaba la comida, y los
transportes no eran como los de ahora.
La sopa de piedras
Un viajero hambriento llegó a una casa en el
camino. Llamó a la puerta y, cuando le abrieron, pidió de comer. Pero allí habitaba una familia de corazón
duro y poco piadosa.
-Si quieres comer, ¿por qué no trabajas? –le contestaron.
-Os
equivocáis -contestó el viajero-, sólo deseaba averiguar si erais gente
bondadosa. Yo no necesito comida, pues conozco la receta mágica de la sopa de
piedras, así que a mí jamás me falta el alimento.
-¿Sopa de
piedras? -se preguntaron aquellas gentes egoístas suponiendo inmediatamente que
el conocimiento de aquella receta podría reportarles algún beneficio.
-Lamentamos
profundamente haberte ofendido -dijeron al viajero-. ¿Por qué no entras y
después de descansar no nos muestras esa receta de sopa con piedras?
-De acuerdo
-contestó el viajero-, lo primero es disponer de una buena olla con agua y ponerla
en el fuego, a continuación debéis recoger una docena de hermosas piedras bien
redondeadas, las cuales tenéis que limpiar a fondo.
La familia siguió al pie de la letra las instrucciones.
-Mientras que limpiáis a conciencia las piedras -continuó ordenando el
viajero-, nunca estará de más añadirle algunas verduras al agua; así que ir a
la huerta y recoger tomates,
pimientos, apio, cebollas y zanahorias.
La familia estaba muy contenta, obedeciendo las instrucciones para hacer
la sopa de piedras.
-Debéis continuar limpiando las piedras hasta que brillen, esto es muy
importante, pero para que el agua de cocción coja más gusto, agregaremos a las
verduras un poco de jamón, tocino y una gallina pelada y troceada -ordenó el
viajero.
Al cabo de un rato salía un olor estupendo de la olla.
-Falta sal -dijo el viajero después de probar el guiso. Creo que ahora
debemos añadirle algunas hierbas aromáticas para amalgamar los sabores, y sólo al final pondremos las piedras si es que sois capaces de
limpiarlas satisfactoriamente.
Al olor del caldo y ante la admonición del viajero, los miembros
de la familia se afanaron en limpiar con más brío y entusiasmo las piedras.
-Mientras que termináis de limpiar las piedras, probaré este caldo,
donde se han de añadir las piedras no sea que no esté en su punto -dicho lo
cual, el viajero se sirvió un plato del guiso hasta arriba.
El viajero, una vez acabado el plato, se sirvió otro igual de repleto.
Los miembros de la familia veían a aquel hombre como deglutía el jamón, la
gallina y las verduras a dos carrillos; mientras la boca se les hacia agua y
empezaban a mostrar síntomas de cansancio de tanto frotar las piedras.
-¡Ánimo, más brío, un poco más, y ya estarán listas esas estupendas
piedras para añadirlas a la olla, no desfallezcáis que dentro de nada podréis
disfrutar de la irrepetible sopa
de piedras. De este modo estimulaba el viajero a los fatigados habitantes de la casa a la vez que
terminaba ya el contenido del recipiente. El niño más pequeño de la casa
advirtió el hecho y protestó ya
en el límite de sus fuerzas:
-Señor, nosotros llevamos
varias horas frotando con cepillos estas pesadas piedras, y usted en cambio se
ha comido todo el guiso de la olla, ¿por qué no friega ahora un poco las
piedras y yo como?
-Muchacho
ignorante -clamó el viajero-, ¿no ves que yo soy el único que conoce el secreto
de la sopa de piedras? Lo que yo he comido es un simple guiso de verduras,
jamón y gallina que cualquiera sabe hacer y que se le puede añadir si se quiere
a la sopa de piedras como acompañamiento. Yo, generosamente, me he brindado a
mostraros mi secreto, y vosotros en cambio me habéis ofendido, pretendiendo que
trabajase. ¡Nunca me he sentido más insultado!
Dicho lo cual, se dio la vuelta y desapareció de la casa en un
santiamén.
Aquella familia se quedó de una pieza, y por más intentos que
realizaron, nunca encontraron el secreto de la sopa de piedras, pues cuando intentaban
imitar lo hecho por el viajero, siempre les salía un guiso de verduras, jamón y
gallina. En cuanto al muchacho, recibió una buena paliza y además se quedó
varios días sin comer por idiota.