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lunes, 2 de diciembre de 2013

Biblioteca Teide






Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox, al tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna, y como suelen ir los cestos maltratados y también porque la uva en aquel tiempo esta muy madura, desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel tornábase mosto y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer un banquete, ansí por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes. Sentámonos en un valladar y dijo:
"Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas, y que hayas del tanta parte como yo. Partillo hemos desta manera: tú picaras una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño."
Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos, y tres a tres, y como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y meneando la cabeza dijo:
"Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres." "No comí -dije yo- más ¿por qué sospecháis eso?"
Respondió el sagacísimo ciego:
"¿Sabes en que veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas", a lo cual yo no respondí.
Reíme entre mí y, aunque muchacho, noté mucho la discreta consideración del ciego.
(Lazarillo de Tormes)