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viernes, 6 de diciembre de 2013

Biblioteques de Parets del Vallès

      
      
 La polilla y la estrella

Una polilla macho, joven e impresionable, hizo de una estrella el blanco de todos sus afanes. Se lo contó a su madre y ésta le aconsejó que más le valía dirigir todos sus afanes a la farola de un puente. «Las estrellas no sirven para que una vuele a su alrededor -arguyó la madre-, las lámparas sí que sirven para eso.» «Sólo así llegarás le­jos -dijo el padre de la polilla-. Persiguiendo estrellas no se va a ninguna parte.» Pero la polilla no hizo caso a los consejos de sus padres. 
Todas las tardes, al caer el sol, cuando la estrella aparecía, la polilla salía volando hacia ella y por las mañanas, al alba, regresaba arrastrándose a casa, agotadas las fuerzas por su vana empresa. Cierto día, su padre le dijo: «Llevas meses sin quemarte ni siquie­ra un ala, muchachito, y a mí me parece que así nunca vas a conseguirlo. Todos tus hermanos se han chamuscado de lo lindo volando alrededor de las farolas y todas tus hermanas se han achicharrado como es debido volando alrededor de las lámparas de las casas. ¡Sal de aquí aho­ra mismo y ve a que te abrasen! ¡Hay que ver, una polilla joven y fornida como tú sin una sola marca en el cuerpo!»
La polilla abandonó la casa de su padre, pero se negó a volar alrededor de las farolas y de las lámparas de las casas. Siguió tratando de alcanzar la estrella, que se en­contraba a cuatro años luz y medio, es decir, a veinticin­co billones de kilómetros de distancia. La polilla creía que la estrella estaba prendida en las ramas más altas de un olmo. Nunca alcanzó la estrella, pero siguió intentán­dolo noche tras noche, y cuando llegó a ser una polilla muy, pero que muy vieja, empezó a creer que había alcanzado la estrella y fue por ahí diciéndoselo a todo el mundo. Esto le produjo un placer muy hondo y duradero y vivió muchísimos años. Sus padres y todos sus hermanos se quemaron cuando aún eran jóvenes.
Moraleja: Quien vuela lejos del dominio de la pena durará mucho y tendrá una vida plena.
James Thurber