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jueves, 2 de abril de 2020

Portugal - Livraría Lello


Vidas paralelas:

Camilo

X. El gran general más ha de mandar fiado en la virtud propia  que en la vileza ajenas.

Fabio Máximo

XXVII. Los tebanos hicieron a costa del erario el entierro de Epaminondas, a causa de la pobreza en que murió, porque a su fallecimiento se dice no haberse encontrado en su casa otra cosa que un asadorcito de hierro.

Cayo Marcio Coriolano

VI. Porque les refirió que en cierta ocasión los miembros todos del cuerpo humano se rebelaron contra el vientre, y le acusaron de que, estándose él solo ocioso y sin contribuir en nada con los demás, todos trabajaban y desempeñaban sus respectivos ministerios, precisamente por contenerle y satisfacer sus apetitos; y que el vientre se había reído de su simpleza, porque no echaban de ver que si tomaba para sí todo el alimento, era para distribuirlo después y dar nutrición a los demás. «Pues de esta misma manera, continuó, se conduce con vosotros, oh ciudadanos, el Senado; porque las materias de deliberación que allí obtienen regulación adecuada; a vosotros las refiere, y con vosotros reparte cuanto hay de útil y provechoso.»

Demóstenes

III. Es inútil la fuerza del delfín en tierra.

VII. Quejósele amargamente Demóstenes de que con ser el que más trabajaba de los oradores, y con haber casi arruinado en este ejercicio su constitución, veía que no lograba el favor del pueblo; y en cambio, hombres desarreglados, unos marineros ignorantes, eran escuchados y ocupaban la tribuna, mientras de él no se hacía caso; a lo que le contestó Sátiro: «Tienes razón, ¡oh Demóstenes!; pero yo remediaré fácilmente la causa, si quieres recitar de memoria algún pasaje de Eurípides o Sófocles.» Hízolo así Demóstenes, y repitiendo Sátiro el mismo pasaje, de tal manera lo adornó, pronunciándolo con la acción y postura conveniente del cuerpo, que a Demóstenes le pareció ya enteramente otro. Viendo entonces cuánta es la gracia y la belleza que la acción concilia a lo que se dice, se convenció de que el esmero en la composición es nada para quien se descuida de la elocución y relieve convenientes. En consecuencia de esto hizo construir un estudio subterráneo, que aún se conserva en nuestro tiempo, y bajando a él se ejercitaba en formar y variar tanto la acción como el tono de la voz; y muchas veces pasó allí dos y tres meses continuos, afeitándose un solo lado de la cabeza para no poder salir, aunque quisiera, detenido de la vergüenza.

VIII. No sólo esto, sino que de las entrevistas, de las conversaciones y de los negocios que le ocurrían fuera tomaba ocasión y argumento para aquella clase de ejercicio. Así, luego que habían pasado, bajaba a su estudio y exponía por orden los hechos, y en seguida las defensas que podían tener. Además de esto, si había oído un discurso, procuraba repetírselo, reduciéndolo a sentencias y períodos, y se entretenía en corregir y variar de mil maneras, así lo que otros le habían dicho como lo que él mismo había dicho a otros. 

XI. Para remediar los defectos físicos, empleó los siguientes medios, según refiere Demetrio de Falero. que dice haber alcanzado a oír a Demóstenes, cuando ya era anciano, que la torpeza y balbucencia de la lengua la venció y articuló llevando guijas en la boca y pronunciando períodos al mismo tiempo; que en el campo ejercitaba la voz corriendo y subiendo a sitios elevados, hablando y pronunciando al mismo tiempo algún trozo de prosa o algunos versos con aliento contenido; y finalmente, que tenía en casa un grande espejo y que, puesto enfrente, efectuaba, viéndose en él, sus ejercicios de declamación. Cuéntase que se le presentó un día un ciudadano pidiéndole sus servicios de abogado, y refiriéndole que le habían dado de golpes, a lo que le replicó Demóstenes: «Me parece que no hay tal cosa, que no has sufrido nada de lo que dices»; y que levantando aquél la voz, y diciendo a gritos: «¿Conque yo nada he sufrido, Demóstenes?», le contestó entonces: «Sí, a fe mía, ahora oigo la voz de un hombre que ha sido agraviado y maltratado.» ¡De tanto influjo le parecía, para conciliarse crédito, el tono y el gesto del que hablaba! Su declamación era así muy agradable a la muchedumbre; pero los refinados, y entre ellos Demetrio de Falero, la tenían por baja, ordinaria y falta de vigor; y Hermipo dice que, preguntado Esión por los oradores antiguos y los de  tiempo, respondió que oyéndolos cualquiera admiraría en aquellos la decencia y entereza con que arengaban al pueblo, pero que las oraciones de Demóstenes leídas en alta voz se aventajaban mucho en primor y en energía. Ciertamente que de las oraciones suyas que nos han quedado escritas no habrá quien niegue que tienen mucho de duro y de picante; y en las ocurrencias repentinas solía también emplear el chiste; porque diciéndole una vez Demades: «¿A mí Demóstenes? Esto es la puerca que da lecciones a Atena.» «Pues esa Atena -le respondió- hace poco que en Colito fue cogida en flagrante adulterio.» A un ladrón apodado «el Broncíneo», que quiso morderle por sus trabajos y veladas nocturnas, «Ya sé -le dijo- que te incomodo con tener luz de noche; pero vosotros, ¡oh atenienses!, no os admiréis de que haya hurtos cuando los ladrones son de bronce y las paredes de barro.» Mas acerca de estas cosas de chiste, aunque tenemos más que decir, dejémoslo en tal punto, porque es justo que examinemos ya, sobre sus hechos y sobre su conducta en el gobierno, cuál fue su carácter y cuál su naturaleza moral.

Plutarco