Vidas Paralelas
Agis y Cleómenes
XXV. Que nunca en vano los lacedemonios acerca de los enemigos preguntan cuántos son, sino dónde están.
Tiberio y Cayo Graco
IX. Se mostró terrible e invicto cuando, rodeando el pueblo la tribuna, puesto en pie, dijo hablando de los pobres: «Las fieras que discurren por los bosques de Italia tienen cada una sus guaridas y sus cuevas; y los que pelean y mueren por Italia sólo participan del aire y de la luz, y de ninguna otra cosa más, sino que sin techo y sin casas, andan errantes con sus hijos y sus mujeres; y sus caudillos no dicen verdad cuando en las batallas exhortan a los soldados a combatir contra los enemigos por sus aras y sus sepulcros, porque de un gran número de romanos ninguno tiene ara patria ni sepulcro de sus mayores; sino que por el regalo y la riqueza ajena pelean y mueren, y cuando se dice que son señores de toda la tierra, ni siquiera un terrón tienen propio.»
XXVIII. Su principal cuidado lo puso en los caminos, atendiendo en su fábrica a la utilidad al mismo tiempo que a la comodidad y buena vista, porque eran muy rectos atravesando el terreno sin vueltas ni rodeos. El fundamento era de piedra labrada, que se unía y macizaba con arena. Se llenaban las depresiones, y los barrancos y precipicios excavados por los arroyos se igualaban y juntaban a lo llano por medio de puentes; la altura era la misma por todo él de uno y otro lado, y éstos siempre paralelos, de manera que el todo de la obra hacía una vista uniforme y hermosa. Además de esto, todo el camino estaba medido, y al fin de cada milla -medida romana que viene a ser de ocho estadios poco menos- puso una columna de piedra que sirviera de señal a los viajeros. Fijó además otras piedras a los lados del camino, a corta distancia unas de otras, para que los que iban a caballo pudieran montar desde ellas, sin tener que aguardar a que hubiera quien les ayudase.
Licurgo
XX. «Los que gastan pocas palabras no han menester muchas leyes». Arquidámidas, como algunos censurasen al sofista Hecateo, porque, convidado al banquete común, nada había hablado en él: «El que sabe hablar -les dijo-, sabe también el cuándo.»
...
Un joven, prometiéndole otro que le daría unos gallos que peleaban hasta morir: «Ésos no -le dijo-: dame gallos que peleen hasta matar.»
Plutarco
Esperanza
Cuando la tormenta pase
y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia,
seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos
que lo jamas conseguido.
Seremos más generosos
y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos.
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
Y todo será un milagro,
y todo será un legado,
y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.
(Alexis Valdés)