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miércoles, 8 de abril de 2020

Circuito Insular de Artes Plásticas




Vidas Paralelas:

Alejandro

VI. Trajo un día un tesalio llamado Filonico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un descampado para probarlo, pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo, y dio orden de que se le llevaran por ser fiero e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente: «¡Qué caballo pierden -dijo-, sólo por no tener conocimiento ni resolución para manejarle!» Filipo al principio calló; mas habiéndose repetido, lastimándose de ello muchas veces: «Increpas -le replicó- a los que tienen más años que tú, como si supieras o pudieras manejar mejor el caballo»; a lo que contestó: «Éste ya se ve que lo manejaré mejor que nadie.» «Si no salieres con tu intento -continuó el padre-, ¿cuál ha de ser la pena de tu temeridad?» «Por Zeus –dijo pagaré el precio del caballo.» Echáronse a reír, y convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas, y volviéndole, le puso frente al sol, habiendo observado, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía delante de sí, era por lo que se inquietaba. Pasóle después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco la clámide, arrojándola al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, con las riendas en alto, y sin castigarle ni aun tocarle le hizo estarse recogido. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó, usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando después de doblar la meta, volvió directamente con facilidad y soltura, mostrándose ufano y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación; mas del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó: «Busca, hijo mío -le dijo-, un reino igual a ti, porque en Macedonia no cabes.»

XIV. ...tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecía alguna cosa, «Muy poco -le respondió-: que te quites del sol». Dícese que Alejandro, con aquella especie de menosprecio, quedó tan admirado de semejante elevación y grandeza de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: «Pues yo, a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes.»

César

XXXVIII. ...Por el río Aoo había de bajar la embarcación al mar, y la brisa de la mañana, retirando las olas, suele mantener la bonanza en la desembocadura; pero en aquella noche el viento de mar, que sopló con fuerza, no dio lugar a que aquélla reinase. Enfurecido por tanto el río con el flujo del mar y resistencia de las olas, le hicieron tan peligroso y terrible el ruidoso estruendo y los precipitados remolinos, que dudando el piloto poder contrastar a la violencia de las aguas dio orden a los marineros de mudar de rumbo, con ánimo de volver al puerto. Adviértelo César, se descubre, y tomando la mano al piloto, que se queda pasmado al verle: «Sigue, buen hombre -le dice-; ten buen ánimo, no temas, que llevas contigo a César y su fortuna.» Olvídanse al punto los marineros de la tempestad, e impeliendo con gran fuerza los remos porfían con ahínco por vencer la corriente; mas siendo imposible, y haciendo mucha agua el barco, con lo que corrió gran peligro en la misma embocadura, tuvo que condescender muy contra su voluntad con el piloto, que al cabo dispuso la vuelta. Al desembarcar sálenle al encuentro en tropel los soldados, quejándose y doliéndose de que no crea que con ellos solos puede vencer, y de que se afane y ponga en peligro por los ausentes, desconfiando de los que tiene consigo.

Plutarco

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
(G. Khalil Gibran)