Me preguntáis por qué escribo tanto de amores
por qué viene a la boca blando mi libro.
Esto no me lo canta Calíope, esto no Apolo:
mi amada misma es la que provee mi talento.
Si a ella la vi caminar brillando en tela de Cos,
el volumen entero será acerca del vestido de Cos;
si los cabellos vi errar hacia la frente esparcidos,
se alegra altiva de ir con alabada cabellera;
si con dedos ebúrneos en la lira pulsa una canción,
me admira con qué arte presionan sus hábiles manos;
si entorna los ojos que reprimen el sueño,
encuentro poeta mil nuevas razones;
si, desnuda, combate conmigo, arrebatado el manto,
entonces, en verdad, compongo largas Ilíadas.
Sea lo que sea lo que ha hecho o ha dicho,
nace de nada la más grande historia.
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Libre era yo y proyectaba vivir en vacío lecho;
Pero con amañada paz me engañó Amor.
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Todo mal en el amor, si lo puedes sufrir, es leve.
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Me quitan a la muchacha a la que quiero hace ya
mucho tiempo, ¿y tú, amigo, me prohíbes derramar lágrimas?
Ninguna enemistad es acerba, sino la del amor;
mátame a mí mismo, seré enemigo más blando.
¿Puedo verla yo apoyada en el brazo de otro?,
¿y no se dirá mía, la que hace poco se dijo mía?
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En lo grande basta incluso con haberlo querido.
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Es justo amar siempre a los amados que han muerto.
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Y si son muchas más las que me da, en ellas llegaré a ser inmortal:
en una sola noche cualquiera puede ser incluso un dios.
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Veis a una tierna joven llena de blancura,
veis a una morena: el color de una y otra os atrae;
veis caminar a una de argiva hermosura,
veis a las nuestras: ambas bellezas os arrebatan.
Sea ella de capa plebeya o de capa de púrpura,
ésta y aquélla son el mismo camino de desgraciada herida.
Puesto que una sola aporta bastante insomnio a tus ojos,
también para cualquiera una sola mujer son muchos males.
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Por las heridas aprende el soldado a tener miedo.
Propercio
Símbolo
Llega una mano de oro luciendo un diamante,
una mano de hierro gobernando unas riendas,
una mano de niebla donde canta una alondra:
yo las dejo pasar.
Llega una mano roja empuñando una espada,
llega una mano pálida llevando una amatista,
llega una mano blanca que ofrece una azucena:
yo las dejo pasar.
Llega una mano sucia que sujeta un arado:
la tomo entre las mías y nos vamos a arar.
(Angela Figuera)