Vidas Paralelas:
X. Viose entonces lo que muchas veces se ha dicho por hipérbole acerca de la gran fuerza de la voz humana; porque unos cuervos que por casualidad volaban por allí cayeron al estadio. La causa fue sin duda haberse cortado el aire, porque cuando suben muchos gritos altos y reunidos, dividido el aire por ellos, no sostiene a las aves que vuelan, sino que hay cierto hueco en el que resbalan, como si diesen un paso en vago; a no que sea que reciban golpe como si les alcanzara un tiro, y con él caigan y mueran. También puede acontecer que se formen torbellinos en el aire, a manera de los remolinos del mar, que toman ímpetu vertiginoso de la magnitud del mismo piélago.
XIII. ...siendo costumbre de los esclavos, cuando se les da libertad, cortarse el cabello y ponerse gorros.... (Los gorros frigios, adoptados por los hombres de la Revolución francesa como símbolo que era de la libertad.)
Marcelo
XIV. ...de todo lo cual hacían muy poca cuenta Arquímedes y sus inventos. No se había dedicado a ellos Arquímedes ex profeso y en serio, sino que los más eran para él como accesorios de una geometría que se divierte. En el principio fue el rey Hierón quien puso en ello su empeño y persuadió a Arquímedes que convirtiese alguna parte de aquella ciencia de las nociones abstractas a las cosas materiales, y que aplicando sus conocimientos a los usos de la vida, hiciese que le entrasen por los ojos a la muchedumbre. Fueron, es cierto, Eudoxo y Arquitas los que empezaron a poner en movimiento el arte tan apreciado y tan aplaudido de la mecánica, exornando con cierta elegancia la geometría, y confirmando, por medio de ejemplos sensibles e instrumentales, ciertos problemas que no admitían la demostración por el razonamiento y el dibujo lineal; como por ejemplo: el problema de las dos medias proporcionales, principio y elemento necesario para gran número de figuras geométricas, que llevaron uno y otro a una material inspección adaptando a su propósito ciertas intermedias sacadas de líneas y secciones curvas. Mas después que Platón se indispuso e indignó contra ellos, porque degradaban y echaban a perder lo más excelente de la geometría con trasladada de lo incorpóreo e ideal a lo sensible y empleada en los cuerpos que son objeto de oficios toscos y manuales, decayó la mecánica separada de la geometría y desdeñada de los filósofos, viniendo a ser por lo tanto una de las artes militares. Arquímedes, pues, pariente y amigo del rey Hierón, le escribió que con una potencia dada se puede mover un peso igualmente dado; y jugando, a lo que se dice, con la fuerza de la demostración, le aseguró que si le dieran otra tierra, movería ésta después de pasar a aquélla. Maravillado Hierón, y pidiéndole que verificara con obras este problema e hiciese ostensible cómo se movía alguna gran mole con una potencia pequeña, se hizo para ello con un gran transporte de tres velas del arsenal del rey, que fue sacado a tierra con mucho trabajo y a fuerza de un gran número de brazos; cargóle de gente y del peso que solía echársele, y sentado lejos de él, sin esfuerzo alguno y con sólo mover con la mano el cabo de un sistema de cuerdas y poleas, lo llevó a sí derecho y sin tropiezo, como si corriese por el mar. Pasmóse el rey, y convencido del poder del arte, encargó a Arquímedes que le construyese toda especie de máquinas de sitio, bien fuese para defenderse o bien para atacar; de las cuales él no hizo uso, habiendo pasado la mayor parte de su vida exento de guerra y en perpetua fiesta; pero entonces tuvieron los siracusanos prontos para aquel menester las máquinas, y con éstas al artífice.
XV. Al acometer, pues, los romanos por dos partes, fue grande el sobresalto de los siracusanos y su inmovilidad a causa del miedo, creyendo que nada había que oponer a tal ímpetu y a tantas fuerzas; pero poniendo en juego Arquímedes sus máquinas, ocurrió a un mismo tiempo al ejército y la armada de aquellos. Al ejército, con armas arrojadizas de todo género y con piedras de una mole inmensa, despedidas con increíble zumbido y celeridad, las cuales, no habiendo nada con que resguardarse de su peso, derribaban a cuantos pillaban debajo, y rompían la formación. En cuanto a las naves, por medio de grandes maderos con punta, que repentinamente aparecieron en el aire saliendo desde la muralla, a unas, impulsándolas con un peso que se apoyaba en ellos en lo alto, las hacían sumirse en el mar, y a otras, levantándolas rectas por la proa con garras de hierro o con picos semejantes a los de las grullas, las hacían caer en el agua por la popa, o haciéndolas girar sobre sí mismas por medio de cables cruzados que calaban adentro, las estrellaban en las rocas y escollos que abundaban bajo la muralla, con gran ruina de la tripulación. A veces hubo nave que levantada en alto de la superficie del mar, y dando vuelta así suspendida, fue un espectáculo terrible, hasta que, expelidos y desparramados como por una honda los que en ella iban, vino a caer vacía sobre los muros, o se deslizó por soltarse el garfio que la asía. Llamábase sambuca la máquina que Marcelo traía sobre el puente, por la semejanza de su forma con aquel instrumento músico; mas cuando todavía estaba bien lejos de la muralla se lanzó contra ella una piedra de peso de diez talentos, y luego segunda y tercera, de las cuales algunas, cayendo sobre la misma máquina con gran estruendo y conmoción, destruyeron el piso, rompieron su enlace y desquiciaron el puente; con lo que, confundido y dudoso Marcelo, se retiró a toda prisa con las naves y dio orden para que también se retirasen las tropas.
Tuvieron consejo, y les pareció probar si podrían aproximarse a los muros por la noche, porque siendo de gran fuerza los cables de que usaba Arquímedes, no podían menos de hacer largos sus tiros, y puestos ellos allí serían del todo vanos, por no tener la proyección bastante espacio. Mas a lo que parece, aquél se había prevenido de antemano con instrumentos que tenían movimientos proporcionados a toda distancia, con dardos cortos, teniendo además prontos escorpiones que por troneras no muy grandes, pero sí muchas y espesas, pudiesen herir de cerca sin ser vistos de los enemigos.
Plutarco
Hoy puede ser un gran día
Y mañana también.