¡Oh, dichosa quietud, cuando, testigo de un primer amor,
asistí yo, cómplice, a vuestras lágrimas!
¡Oh, qué dichoso placer es para mí recordar la noche,
oh, cuántas veces han de invocarla mis votos,
cuando vi, Galo, que desfallecías entre los brazos
de tu amada y arrastrabas palabras en prolongada pausa!.
Aunque el sueño oprimiera y cerrase mis ojos,
y la Luna luciera en el cielo a mitad de su carrera,
no pude, sin embargo, separarme de vuestro juego,
¡había ardor tan grande en vuestras mutuas palabras!.
Pero puesto que no has temido confiarte a mí,
recibe la recompensa de compartir conmigo tu alegría.
No sólo he sabido mantener en secreto vuestras penas;
en mí, amigo mío, hay algo más grande que la lealtad.
Puedo yo unir de nuevo a amantes separados,
y puedo abrir las lentas puertas de mi dueña;
y puedo sanar las heridas recientes de la otra,
y existe en mis palabras eficaz medicina.
Cintia me enseñó qué es lo que debe pedirse siempre,
y qué debe evitarse. No poco ha hecho Amor.
Evita tú el prurito de reñir con ella, si está malhumorada,
o decir palabras altaneras, o mantener un prolongado silencio.
Evita, si algo ha pedido, decirle que no con áspera cara,
o que resulten inútiles sus palabras afables para ti.
Anda irritada cuando se la desprecia,
y, herida, no piensa en deponer sus justas amenazas.
Pero cuanto más humilde seas y sumiso al amor,
tanto más podrás a menudo gozar de buenos resultados.
Será capaz de permanecer feliz con una sola amante
el que nunca esté libre, con su corazón desocupado.
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Tú sola para mí eres mi casa, tú sola mis padres,
Cintia, tú, todos mis momentos de alegría.
Ya ande triste, ya al contrario alegre, a mis amigos
Les diré, esté como esté, “la causa ha sido Cintia”.
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Pues, ¿quién se goza con las riquezas, teniendo a Amor en contra?
¡Nada agradable puede haber para mí, si Venus me es desfavorable!
Propercio
LOS DIOSES DE LOS ENCABEZAMIENTOS DEL CUADERNO DE EJERCICIOS
Mientras paso en mis encarnaciones de cada edad y raza,
las debidas reverencias hago a los Dioses de los Mercados.
Asomado tras mis dedos aduladores observo cómo florecen y caen,
y los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno, según veo,
a todos ellos sobreviven.
Entre árboles vivíamos cuando nos conocieron.
A cada uno por orden nos fueron enseñando
que el Agua moja siempre, igual que el Fuego quema siempre:
pero nos parecieron faltos de Inspiración, Visión y Amplitud de Mente,
así que dejamos que enseñasen a los Gorilas mientras seguíamos
la Marcha de la Humanidad.
Nos movíamos al dictado del Espíritu.
Ellos no alteraron nunca su paso,
sin ser nube o viento como los Dioses de los Mercados;
pero se ponían siempre al día en nuestros progresos,
y pronto llegaría noticia de que había sido borrada
una tribu de su banco de hielo,
o un apagón de las luces de Roma.
Con las Esperanzas sobre las que nuestro Mundo se construye
habían perdido contacto por completo,
negaban que la Luna fuese Stilton,
negaban incluso que fuese de Holanda.
Negaban que los Deseos fuesen Caballos;
negaban que un Cerdo tuviese Alas.
Así que veneramos a los Dioses de los Mercados
que estas cosas hermosas prometían.
Cuando se formaban los yacimientos del Cámbrico,
prometieron la paz perpetua.
Juraron, si les entregábamos nuestras armas, que cesarían las guerras entre las tribus.
Mas, desarmados, nos vendieron y atados nos enviaron al enemigo,
y los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno dijeron:
«Sed fieles al Diablo que conocéis.»
Con las primeras areniscas del Devónico nos prometieron, la Vida Más Plena
(que empezaba en el amor a nuestro prójimo y terminaba en el amor a su esposa)
hasta que dejaron nuestras mujeres de tener hijos y perdieron los hombres la razón y la fe,
y los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno dijeron:
«El Pago por el Pecado es la Muerte.»
En la Época Carbonífera prometieron para todos abundancia,
robando al selectivo Pedro para pagar al colectivo Juan;
mas, aunque tuvimos mucho dinero, nada había que el dinero pudiese comprar,
y los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno dijeron:
«Si no trabajáis, moriréis.»
Entonces se derrumbaron los Dioses de los Mercados, retrocedieron sus hechizos y zalamerías,
fueron humillados los más mezquinos corazones y empezaron a creer como verdad
que No Todo lo que Reluce es Oro, y que Dos más Dos son Cuatro.
Y los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno cojeando lo explicaron una vez más.
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Así como será en el futuro, fue el nacimiento del Hombre sólo cuatro cosas ciertas hay desde el comienzo del Progreso Social:
que regresa el Perro a su Vómito y la Cerda a su Lodazal,
que regresa el Perro a su Vómito y la Cerda a su Lodazal,
y que el dedo vendado del Estúpido que se ha quemado, tembloroso va de nuevo al Fuego;
y que, esto alcanzado y el bravo nuevo mundo comience
cuando sean pagados todos los hombres por existir
y deba ninguno pagar por sus pecados,
tan cierto como el Agua que moja siempre,
tan cierto como el Fuego que quema siempre,
los Dioses de los Encabezamientos del Cuaderno
regresarán en medio del terror y la masacre.
(Rudyard Kipling - 1919)