El viaje de mi vida
Desde el momento en que Ona descubrió La
Odisea de Ulises, supo que ella también querría transformar su vida en un viaje
repleto de tantas aventuras como aquél.
Con frecuencia, la sociedad se empeña en
hacernos creer que “la vida” es algo así como un proyecto cerrado; un propósito
sin mayor diversidad de posibilidades entre las que elegir, evitando así el
riesgo de caer en un estilo de vida demasiado disonante.
Los pensamientos que, desde unos meses atrás
empezaron a invadir la mente de Ona, la abstraen, de nuevo. Habiendo dejado su
libro a un lado, juguetea con la hierba húmeda sobre la que está tendida.
Lo que no me explico -se repite frunciendo
ligeramente el ceño- es que la gente vive convencida de lo contrario (a pesar
de su insatisfacción para con el modelo de vida que lleva). ¿Cómo pueden
creerse libres, aquellos cuya supuesta libertad siquiera alcanza para apreciar
que no somos más que números digitalizados, en un gigantesco sistema, cuyos
engranajes se nos escapan de las manos? Son otros quienes deciden por nosotros
qué ropa está de moda; qué productos compramos; en qué momento nuestros
electrodomésticos exigen ser sustituidos por unos nuevos… Pero aun así -Ona dio
un palmotazo sobre la hierba que un instante antes acariciaba-, ¡creen tener la
certeza de que son sus propias decisiones!
Claro… -susurra, como quien acaba de
descubrir la respuesta a una gran incógnita- no son conscientes de la banalidad
de esas que consideran sus grandes decisiones… Sobre todo, al compararlas con
aquellas de las que verdaderamente depende nuestra felicidad.
Ona empieza a sentir el mordisqueo del Sol
veraniego sobre su piel tostada, por lo que, aun distraída por sus
divagaciones, se levanta y, de manera lenta y casi instintiva, pone rumbo hacia
su casa, donde su familia debe de estar esperándola para comer.
La gente no se cuestiona qué tipo de vida
desea vivir; no se plantea la vida fuera del formato establecido, que suele
seguir el patrón: "conseguir trabajo estable; comprar un auto; luego una
casa; un segundo auto; crear y mantener a una familia…" Todos ellos,
requisitos indispensables para convertirse en alguien en esta sociedad… Y, en
todo caso puede que, muy de vez en cuando, eso sí, tragarse la broma de que
(¡)quince días de vacaciones les “cargarán las pilas” para retomar ese tedioso
estilo de vida(!)
Lo más lamentable es que, sin darnos cuenta
-prosigue Ona mientras camina sin mirar ni dónde pisa- nos dejamos manipular
por las falsas promesas de [insípidas] vacaciones y una jubilación [miserable],
las cuales, o bien no alcanzan ni para empezar a experimentar aquello que en
esencia significa “vivir”; o bien, no es por nada, pero… a parte de ser
irrisoria, ¡llega un poquito tarde!
Maquinalmente, nos vamos sumando a su
particular ejército de autómatas, que marcha en batallón de casa al trabajo y
del trabajo a casa…, a la que se llega demasiado cansada como para disfrutarla;
demasiado cansada como para jugar con los niños de esa maravillosa familia que
“quisimos” crear, para convertirnos en una “familia modelo” más, como las de
los catálogos. A cuyos miembros, sin embargo, no se les notan las ojeras y el
estrés que se convirtieron en sus más fieles compañeras; y los niños… ¡de los
niños que se ocupen las abuelas!
Fueron los mismos quienes se encargaron de
privarles del tiempo libre al imponerles el mencionado modelo de vida, así como
de mantener un bombardeo incesante de programación televisiva, en lo esencial
carente de contenido crítico, con el fin de rellenar cualquier atisbo de tiempo
para la reflexión; de mantenernos lo suficientemente distraídos, como para
evitar un replanteamiento de las condiciones del juego; o pensar al respecto
del camino que -tal vez incluso de manera involuntaria- tomamos cada uno…
Ona se paró en seco.
No puede ser… -Su mirada brillante se había
perdido en un punto suspendido en el vacío, a pocos pasos de donde se hallaba-.
Si tan sólo se nos advirtiese de ello en la escuela…; si únicamente se nos
educase para tomar consciencia de que la vida es -o sería, en un mundo utópico-
mucho más de lo que la televisión nos muestra y la mayoría de la gente dice…;
si, además de enseñarnos a sumar, a conocer los músculos y los huesos del
cuerpo, a respetar las normas de ortografía, así como el incalculable valor de
la lectura…, alguien nos hablase en las edades tempranas sobre la importancia
de pensar por nosotros mismos, sobre la posibilidad de escoger la opción F,
cuando se nos da a elegir entre A o B, sobre el poder de nuestras mentes en
cuanto se lanzan a imaginar mundos posibles, e incluso sobre la posibilidad de
vivir por hacer realidad lo que un día no fue más que un sueño…
Ona se dejó caer sobre sus rodillas, que
sintieron de nuevo el frescor de la hierba bajo ellas; la mirada todavía
suspendida.
Si esa inescrutable puerta se nos abriese a
consciencia en el colegio -murmuró para sí, sin poder creer hasta dónde la
habían conducido sus cavilaciones-, el mundo en el cual vivimos sería
infinitamente más plural, con un abanico de posibilidades y oportunidades tan
amplio como las imaginaciones de todos nosotros juntos pudiesen llegar a
abarcar al no sólo dejar de verse acotadas, sino habiendo sido, de lo
contrario, incentivadas a trabajar, a aportar, a crear…
Ona no daba crédito. De repente, sacudió la
cabeza despertando de su ensoñación y sus ojos se agrandaron cual lunas llenas.
Se puso de pie de un salto y arrancó a correr como si una feroz criatura
escapada de La Odisea la persiguiese. Tras el golpe seco con que se cerró la
puerta tras ella, a su llegada a casa, anunció:
Pues, ¿sabéis qué? Yo no quiero irme de
vacaciones quince días; yo voy a viajar mi vida. Como Ulises.
Sílvia Ripoll i Gadea
Marcapaginasporuntubo dedica esta entrada a Reme y Silvia.