Variación sobre
un tema de Coleridge
Recibí una llamada:
era yo, desde un teléfono que perdí el año pasado. Me pregunté dónde se había
quedado el aparato; me contesté que en tal y tal cafetería, que yo ni siquiera
recordaba. Estás mal, dije, desde quién sabe dónde; ¿qué has hecho con tu vida?
¿Has seguido engordando? ¿Te siguen dando tus crisis? Me contesté que no, pero
en realidad estaba mintiendo y yo me di cuenta. Estás mintiendo, me dije. ¿Qué
quieres?, me pregunté, un poco disgustado conmigo. ¿A qué venía que me
estuviese buscando precisamente ahora? Has de estar pensando que por qué te
busco precisamente ahora, dije. ¡No es cierto!, contesté. El que se enoja
pierde, dije, riéndome, y yo quise colgar pero yo me lo impedí diciendo:
Necesitas que alguien te ponga en tu lugar y te enderece. Entonces llamaron a
la puerta y resultó que era yo, y que había estado afuera todo el tiempo. Claro
que sé dónde vives, idiota, me dije, sin soltar el celular. No se vale,
contesté. Ya, cuelga. Era bastante ridículo seguir hablando por celular. Pero ni
siquiera me pude consolar pensando que, si yo me veía ridículo, yo también me
veía ridículo: de hecho tuve ganas de llorar al darme cuenta de que en realidad
yo me veía más joven y más esbelto, y sólo había pasado un año. Para peor, yo
tenía pelo, yo todavía tenía pelo, mientras que yo, efectivamente, había tenido
una de mis crisis el día anterior y me había rapado y me veía patético. Te ves
patético, me dije. Y yo no pude más y empecé a llorar de veras y me contesté
sí. Y entonces caí al piso. Y entonces, contra todo lo que esperaba, yo me puse
de rodillas, y me abracé, me abracé y me consolé y me dije que todo iba a estar
bien, que si yo no me ayudaba pues quién me iba a ayudar... Así me dije.
Deberíamos colgar,
dije, mientras luchaba por sorber las lágrimas. Nos vemos ridículos así
abrazados y con los teléfonos, agregué, y yo me reí, y luego yo también me reí,
y pensé que además me he vuelto descuidado porque mi teléfono de hace un año
está en mejores condiciones que el que tengo ahora.
Alberto Chimal