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domingo, 12 de marzo de 2017

Museo de Art Decó


Confusión de persona

Un humilde comerciante judío, llamado Simón, tenía como único objetivo hacerse rico. Ahorraba cuanto podía en su vivienda, sus ropas, sus alimentos, con extraordinaria perseverancia. Todo le parecía demasiado bonito, demasiado caro. Incluso lo indispensable le parecía superfluo. Llevaba una vida miserable.
Tras vivir unos treinta años en estas condiciones -esto pasaba a finales del siglo pasado-, Simón, como había previsto, se hizo rico. En un instante cambió de vida. Dejó de trabajar, fue al peluquero y a la manicura, se compró ropas muy lujosas en los mejores modistos parisinos y se fue a la Costa Azul.
El primer día, en Niza, al salir de un gran hotel con unos zapatos impecables, un pantalón ajustado, una chaqueta nueva de la mejor lana escocesa, con corbata, un bastón, un sombrero, y dirigirse hacia la Promenade des Anglais, fue golpeado con gran violencia por un carruaje.
El golpe era mortal. Simón yacía en la calzada, casi sin respirar, destrozado. Curiosos compasivos rodearon al hombre agonizante.
Y traspasado por el dolor, con los ojos llenos de lágrimas especialmente amargas, Simón levantó su última mirada hacia el cielo y gritó:
-¿Por qué?... ¿Por qué me has herido hoy de muerte? Entonces, con gran sorpresa de los curiosos, las nubes se entreabrieron y se oyó la voz de Dios, que contestó:
-Para serte sincero, Simón, no te había reconocido. 

Jean-Claude Carrière