El ejemplo de la lámpara
Había un anciano de vacilante
memoria. Muy deseoso de instruirse, fue a ver a un hombre cuyos conocimientos lo habían hecho famoso y
lo interrogó acerca del olvido. El hombre le habló. El anciano, satisfecho,
regresó a su celda. Pero, en cuanto hubo cerrado la puerta, se dio cuenta de
que ya había olvidado lo que acababan de decirle.
Regresó junto al santo y lo
interrogó por segunda vez. El santo le contestó lo mismo. El anciano regresó a
su celda. En cuanto hubo cerrado la puerta, lo había vuelto a olvidar.
Un poco más tarde, tras otros
intentos parecidos, se encontró con el santo y le contó su problema:
-Olvido todo lo que me dices, y
ya no me atrevo a interrogarte.
-Ve a encender una lámpara -le
dijo el santo.
El anciano obedeció. Regresó con
una lámpara encendida.
-Trae otras lámparas -le dijo el
santo-. Enciéndelas todas con la primera.
El anciano así lo hizo. Pronto
hubo varias lámparas encendidas.
-¿Acaso la primera lámpara -le
dijo el santo- ha sufrido algún daño por el hecho de haber encendido varias
lámparas con su llama?
-No -dijo el anciano.
-Entonces, no lo dudes -le dijo
el santo-. Cada vez que quieras venir a interrogarme, te responderé.
Jean-Claude
Carrière