Un Inventor
fue a un Rey que le concedió audiencia, y en el transcurso de la cual tuvo
lugar la siguiente conversación:
Inventor.- Con la venia de Vuestra Majestad, he inventado un rifle que dispara
rayos.
Rey.- ¡Ah!, quieres venderme el secreto.
Inventor.- Sí, permitirá a vuestro ejército invadir cualquier nación accesible.
Rey.- Para obtener algún beneficio de mi inversión en tu invento, tendré que
iniciar una guerra, y hacerlo en cuanto pueda armar a mis tropas... antes de
que descubran tu secreto las naciones extranjeras. ¿Cuánto pides?
Inventor.-
Un millón de dólares.
Rey.- ¿Y cuánto me costará cambiar de armamento?
Inventor.-
Cincuenta millones.
Rey.- ¿Y la guerra me costará...?
Inventor.-
Pero ¡considerad la gloria y
el botín!
Rey.- Exactamente. Pero ¿y si no quiero esos
beneficios? ¿Qué ocurrirá si renuncio a comprarlo?
Inventor.-
No será una buena medida.
Aunque patriota, soy pobre; si mi propio país no me patrocina, tendré que
buscar mercado en otra parte.
Rey (al Primer Ministro).- Llévate a este chantajista y que le corten la
cabeza.
Ambrose Bierce