Intentando aprender
Estoy
intentando aprender que este hombre alegre que me gasta bromas es el mismo
hombre serio, que, al hablarme de dinero con tanta seriedad, incluso deja de
verme, y ese hombre paciente que me aconseja en ocasiones difíciles y ese
hombre malhumorado que cierra de un portazo cuando se va de casa. He deseado
muchas veces que el hombre alegre fuera más serio, y que el hombre serio fuera
menos serio, y que el hombre paciente fuera más alegre. En cuanto al hombre
malhumorado, me resulta un extraño y no considero un error detestarlo. Ahora
estoy descubriendo que si le digo algo desagradable al hombre malhumorado
cuando se va de casa, estoy ofendiendo, en ese mismo momento, a los otros, a
quienes no quisiera ofender, al hombre alegre que gasta bromas, al hombre serio
que habla de dinero, y al hombre paciente que da consejos. Pero miro, por
ejemplo, al hombre paciente, a quien sobre todas las cosas quisiera proteger de
palabras tan desagradables como las mías, y aunque me digo que es el mismo
hombre que los otros, sólo puedo creer que no le he dicho esas palabras a él,
sino a otro, a mi enemigo, que merece toda mi irritación.
Lydia Davis