De por qué el
lechero se estremece cuando divisa la aurora
En el Salón de la Antigua Sociedad de Lecheros, alrededor
de la gran chimenea en el fondo, cuando los leños del invierno están ardiendo y
todos los miembros están reunidos, éstos cuentan hoy en día, así como sus
abuelos lo hicieron antes de ellos, por qué el lechero se estremece cuando
divisa la aurora.
Cuando la aurora llega avanzando lentamente sobre
las laderas de las colinas, se entrevé a través de los troncos de los árboles
formando maravillosas sombras, toca las puntas de las altas columnas de humo
que ascienden de las cabañas en los valles y estalla, completamente dorada,
sobre los campos de Kent, cuando, andando de puntillas desde allí, llega a las
murallas de Londres y se desliza muy tímidamente por encima de aquellas
melancólicas calles, el lechero la divisa y se estremece.
Un hombre puede ser un Aprendiz Operativo de Lechero,
puede saber lo que es el bórax y cómo mezclarlo, pero no por esto se le cuenta
la historia. Hay sólo cinco hombres que cuentan la historia, cinco hombres
nombrados por el Señor de la Sociedad, quien cubre cada plaza cuando queda
vacante; y si no se escucha de uno de ellos, no se escucha de nadie y nunca se
puede saber por qué el lechero se estremece cuando divisa la aurora.
Es costumbre de uno de estos cinco hombres, todos
canudos y lecheros desde la infancia, frotar sus manos junto al fuego cuando
arden los grandes leños y acomodarse en su silla, quizá para sorber alguna
bebida muy distinta a la leche, luego mirar alrededor para ver que no haya
nadie allí a quien no sería apropiado contarle la historia y, tras mirar cara
por cara y ver sólo hombres de la Antigua Sociedad, y preguntar mudamente al
resto de los cinco con su mirada, si algunos de éstos están presentes, y
recibir su permiso, toser y contar el cuento. Un gran silencio cae sobre el
Salón de la Antigua Sociedad, y algo en la forma del techo y las vigas hace que
el cuento resuene por todo el salón, para que hasta el más joven lo escuche
lejos del fuego y lo conozca, y sueñe con el día que tal vez contará él mismo
por qué el lechero se estremece cuando divisa la aurora.
No se cuenta como cuando uno habla de algo casual,
ni se comenta de un hombre a otro, sino que se cuenta junto a la gran chimenea
únicamente, y cuando la ocasión y la quietud del salón y el mérito del vino y el
provecho de todos parecen justificarlo, de acuerdo con la opinión de los cinco
delegados: entonces, uno de éstos lo cuenta, como he dicho, sin ser anunciado
por ningún maestro de ceremonias, sino como si surgiera del calor del fuego,
ante el cual sus manos entrelazadas tendrían la suerte de estar; no es algo
aprendido mecánicamente, sino contado diferentemente por cada narrador y
distintamente según su estado de ánimo, aunque ninguno de ellos se ha atrevido
nunca a alterar sus puntos principales; nadie es tan bajo en la Sociedad de
Lecheros. La Sociedad de Aplicadores de Polvos Faciales sabe de esta historia y
siente envidia de ella, como la Honorable Sociedad de Barberos del Mentón y la
Sociedad de Bigoteros; pero ninguno la ha escuchado en el Salón de los
Lecheros, cuyos muros no atraviesa ningún rumor sobre el secreto, y, a pesar de
que han inventado sus propios cuentos, la Antigüedad se burla de ellos.
Esta añeja historia tenía muchos años honorables
cuando los lecheros llevaban sombreros de piel de castor, su origen era
todavía un misterio cuando las batas blancas estaban de moda, los hombres se
preguntaban unos a otros cuando los Estuardo estaban en el trono (y sólo la
Antigua Sociedad sabía la respuesta) por qué el lechero se estremece cuando
divisa la aurora. Es sólo por envidia de la reputación de este cuento que la Sociedad
de Aplicadores de Polvos Faciales ha inventado el cuento que también ellos
cuentan una noche, «Por qué el perro ladra cuando oye los pasos del panadero»;
y, tal vez, como todos los hombres conocen este cuento, la sociedad de
Aplicadores de Polvos Faciales ha osado considerarlo famoso. No obstante, éste
carece de misterio y no es antiguo, no está enriquecido con alusiones clásicas,
no tiene conocimientos secretos, es común para todos aquellos que se interesan
por un cuento anodino, y comparte con «Las guerras de los elfos», el cuento de
los Carniceros de Terneros, y «La historia del unicornio y la rosa», que es el
cuento de la Sociedad de Jinetes, su obvia inferioridad.
Pero, a diferencia de estos cuentos tan recientes y
muchos otros que los últimos dos siglos han narrado, el cuento que los lecheros
cuentan se sigue transmitiendo sabiamente, tan rico en citas de los más profundos
escritores, tan rico en alusiones recónditas, tan coloreado con toda la
sabiduría del hombre y tan instructivo gracias a la experiencia de todas las
épocas, que aquellos que lo escuchan en el Salón de los Lecheros, mientras interpretan
alusión tras alusión y rastrean citas oscuras, pierden la simple curiosidad y
olvidan preguntar por qué el lechero se estremece cuando divisa la aurora.
Tú tampoco, querido lector, seas víctima de la
curiosidad. Considera de cuántos es el flagelo. ¿Acaso tú, para satisfacerte,
arrebatarías el misterio del Salón de los Lecheros y agraviarías a su Antigua
Sociedad? ¿Acaso ellos, si todo el mundo lo conociera y se volviera una cosa
común, contarían de nuevo este cuento después de contarlo durante los últimos
cuatrocientos años? En lugar de esto caería un silencio sobre su salón, y
habría un lamento universal por el antiguo cuento y las antiguas noches de
invierno. Y, aunque la curiosidad sea una consideración apropiada, aun así
éste no es el lugar apropiado ni ésta es la ocasión apropiada para el cuento.
Porque el único lugar apropiado sería el Salón de los Lecheros y la única
ocasión apropiada sería cuando los leños ardieran bien y el vino hubiera sido
bebido por completo; cuando las velas estuvieran ardiendo bien en largas
hileras hasta la penumbra, perdiéndose en la oscuridad y el misterio que yace
en el fondo del salón; si tú fueras uno de la Sociedad y yo, uno de los cinco,
me levantaría de mi asiento junto al hogar y te contaría todos los embellecimientos
que ha recabado desde lo profundo del tiempo esta historia, que es la reliquia
de los lecheros. Y las largas velas arderían cada vez más bajo y cada vez más
intermitentemente, hasta derretirse en sus candelabros, y las corrientes de
aire soplarían desde el fondo sombrío del salón, cada vez más fuerte, hasta que
las sombras las alcanzaran, y todavía yo te mantendría en vilo con esta
atesorada historia, no gracias a mi ingenio sino a su encanto y a los tiempos
de los que surgió; una a una, las velas destellarían y morirían y, cuando todas
se apagaran, a la luz de las chispas siniestras, cuando cada rostro de lechero
se viera espantoso para su compañero, sabrías, como no puedes saberlo ahora,
por qué el lechero se estremece cuando divisa la aurora.
Lord Dunsany