La feria
-Por acá está
el enfermo, doctor.
-Déjame primero ver tu corral. Ya me han dicho que lo tienes muy
bonito, con tantos animales y matas...
-Pásele, doctor.
-Estos puercos chinos que parecen borregos ¿cómo te hiciste de la cría?
-Con las
Contreras, doctor, ellas tienen un puerco entero. Sabe, aquel Sebastián pasó
muy mala noche, quéjese y quéjese.
-De esta rosa
de Alejandría me tienes que dar un codito, a ver si prende. Mi mujer tenía una
y se le secó. Todo lo que planta se le seca, y a mí me gusta que haya flores en
mi casa.
-Con mucho gusto, doctor. Le di tres veces sus gotas a Sebastián y no
se durmió...
-¿De dónde
sacaste ese guajolote? Hacía mucho tiempo que no veía yo un guajolote canelo
así de grande y de gordo... ya los guajolotes se están acabando por aquí.
-Es que da
mucho trabajo criarlos, doctor. De diez o doce que nacen, sólo me viven dos o
tres. Es una lata enseñarlos a comer, porque las guajolotas ni siquiera eso les
enseñan. Andan allí nomás con el pescuezo estirado, grito y grito sin ver la
comida en el suelo, y los guajolotitos se mueren de hambre y de frío porque ni
los cobijan. Y esto si no les ponen la pata encima y los apachurran...
-Me lo tienes que guardar para la Navidad, porque a este coruco yo me
lo como.
-Como usted quiera, doctor. Este Sebastián...
-No le hagas
tanto caso a Sebastián, que se está chiqueando como todos los enfermos. Desde
que lo sacamos del hospital, su herida está cicatrizando que da gusto
mirarla...
Así es
siempre este doctor. Le gusta hacer un inventario lo más completo posible de
los bienes terrenales de sus clientes, para formarse una idea clara de las condiciones
y de la duración del tratamiento, sin cometer injusticias. Porque... según el
sapo es la pedrada.
...
-Tú no eres
hija de Marcial, me extraña que no lo sepas. Tú eres hija de Pedazo de Hombre,
que de Dios goce. Yo era amiga de tu madre y vivía cerca de ustedes, por eso me
di cuenta, pero todo el barrio lo supo. Pedazo de Hombre era fontanero y no
salía de las casas, diario destapando los caños, remendando los cazos de cobre
y arreglando las máquinas de coser. Era muy ocurrente pero le faltaba una
pierna. Tu madre lo mandó llamar una vez para que le compusiera la puerta del
horno, porque le gustaba hacer pan. Cosas que pasan. El caso es que en mala
hora llegó tu padre, quiero decir, Marcial. Pedazo de Hombre largó la pata de
palo y se fue con los pantalones en la mano brincando bardas de corral con una
sola pierna, del miedo que llevaba, hasta que cayó en mi casa. Lo tuve
escondido hasta que el carpintero le hizo su pata, porque la bendita de tu
madre, Dios la haya perdonado, echó la otra con el susto al fogón de la cocina.
Pedazo de Hombre estuvo tres días conmigo, y me arregló de balde todo lo que yo
tenía descompuesto. Era un hombre muy ocurrente. Pero entre tu madre y yo se
acabó la amistad. Dios la tenga en su Santa Gloria...
...
-Me acuso Padre
de que tengo novia.
-Eso no es
pecado, pero tú no tienes edad.
-Y el otro día le tenté...
-¿Qué le
tentaste?
-Cuando yo era chico, mi tía Jesusita con una mano me levantaba el
brazo y con el filo de la otra iba haciendo como que me cortaba con un cuchillo:
"Cuando vayas a comprar carne, no compres de aquí, ni de aquí, ni de
aquí... ¡Sólo de aquí!" Y de repente me hacía cosquillas debajo del arca.
-¿Y eso a qué
sale?
-Es que yo
también jugué a eso con Mela, pero se lo hice en la pierna, empezando por el
tobillo... "Cuando vayas a comprar carne..."
Juan José Arreola