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viernes, 11 de noviembre de 2016

Librería General


La feria

-Por acá está el enfermo, doctor.
-Déjame primero ver tu corral. Ya me han dicho que lo tienes muy bonito, con tantos animales y matas...
-Pásele, doctor.
-Estos puercos chinos que parecen borregos ¿cómo te hiciste de la cría?
-Con las Contreras, doctor, ellas tienen un puerco entero. Sabe, aquel Sebastián pasó muy mala noche, quéjese y quéjese.
-De esta rosa de Alejandría me tienes que dar un codito, a ver si prende. Mi mujer tenía una y se le secó. Todo lo que planta se le seca, y a mí me gusta que haya flores en mi casa.
-Con mucho gusto, doctor. Le di tres veces sus gotas a Sebastián y no se durmió...
-¿De dónde sacaste ese guajolote? Hacía mucho tiempo que no veía yo un guajolote canelo así de grande y de gordo... ya los guajolotes se están acabando por aquí.
-Es que da mucho trabajo criarlos, doctor. De diez o doce que nacen, sólo me viven dos o tres. Es una lata enseñarlos a comer, porque las guajolotas ni siquiera eso les enseñan. Andan allí nomás con el pescuezo estirado, grito y grito sin ver la comida en el suelo, y los guajolotitos se mueren de hambre y de frío porque ni los cobijan. Y esto si no les ponen la pata encima y los apachurran...
-Me lo tienes que guardar para la Navidad, porque a este coruco yo me lo como.
-Como usted quiera, doctor. Este Sebastián...
-No le hagas tanto caso a Sebastián, que se está chi­queando como todos los enfermos. Desde que lo sacamos del hospital, su herida está cicatrizando que da gusto mirarla...
Así es siempre este doctor. Le gusta hacer un inventario lo más completo posible de los bienes terrenales de sus clientes, para formarse una idea clara de las condiciones y de la duración del tratamiento, sin cometer injusticias. Porque... según el sapo es la pedrada.

...

-Tú no eres hija de Marcial, me extraña que no lo sepas. Tú eres hija de Pedazo de Hombre, que de Dios goce. Yo era amiga de tu madre y vivía cerca de ustedes, por eso me di cuenta, pero todo el barrio lo supo. Pedazo de Hombre era fontanero y no salía de las casas, diario destapando los caños, remendando los cazos de cobre y arreglando las máquinas de coser. Era muy ocurrente pero le faltaba una pierna. Tu madre lo mandó llamar una vez para que le compusiera la puerta del horno, porque le gustaba hacer pan. Cosas que pasan. El caso es que en mala hora llegó tu padre, quiero decir, Marcial. Pedazo de Hombre largó la pata de palo y se fue con los pantalones en la mano brincando bardas de corral con una sola pierna, del miedo que llevaba, hasta que cayó en mi casa. Lo tuve escondido hasta que el carpintero le hizo su pata, porque la bendita de tu madre, Dios la haya perdonado, echó la otra con el susto al fogón de la cocina. Pedazo de Hombre estuvo tres días conmigo, y me arregló de balde todo lo que yo tenía descom­puesto. Era un hombre muy ocurrente. Pero entre tu madre y yo se acabó la amistad. Dios la tenga en su Santa Gloria...

...

-Me acuso Padre de que tengo novia.
-Eso no es pecado, pero tú no tienes edad.
-Y el otro día le tenté...
-¿Qué le tentaste?
-Cuando yo era chico, mi tía Jesusita con una mano me levantaba el brazo y con el filo de la otra iba haciendo como que me cortaba con un cuchillo: "Cuando vayas a comprar carne, no compres de aquí, ni de aquí, ni de aquí... ¡Sólo de aquí!" Y de repente me hacía cosquillas debajo del arca.
-¿Y eso a qué sale?
-Es que yo también jugué a eso con Mela, pero se lo hice en la pierna, empezando por el tobillo... "Cuando vayas a com­prar carne..."

Juan José Arreola